La draga Jaizkibel de Pasaia se salva de la crisis y pasa de chatarra a monumento
El mismo día en el que se conocía la noticia del cierre de la central térmica de Pasaia, uno de los testigos de la intensa historia de este activo puerto sacaba sus mejores galas y dejaba de ser un trozo de chatarra para convertirse en un objeto de museo. En este camino, plagado de incomprensión -no hay sensibilidad social hacia los bienes de interés industrial- y de desencuentros institucionales, al final la draga Jaizkibel se ha salvado al llegar al muelle de Ondartxo.
Amaia EREÑAGA | PASAIA
Quienes hayan realizado el trayecto entre San Pedro y Donostia por el tramo del camino de Santiago que discurre por la costa, se habrán encontrado con un antiguo astillero, convertido ahora en un centro de conservación del patrimonio naval, y conocido popularmente como Ondartxo. Es Ontzigunea, la sede de la asociación Albaola, y el lugar donde se realiza un trabajo de recuperación de un pasado, el naval, que no siempre ha sido lo suficientemente bien entendido. «Gastarse 640.000 euros en `eso' y dicen que es cultura», exclamaban indignados tres paseantes, se supone de la zona, al pasar ante la draga Jaizkibel, donde en aquel momento autoridades y periodistas recorrían la antes humilde nave, convertida ahora en monumento y en uno de los pocos testimonios de nuestro patrimonio marítimo portuario que ha sobrevivido al paso del tiempo.... y también de la crisis, porque, como apuntaba ayer con ironía el viceconsejero de Cultura, Antonio Rivera, cuando se aprobó su remodelación «eran otros tiempos, en los que teníamos dinero». La draga, para alegría de todos los presentes, ha dejado de ser chatarra para dar testimonio de casi medio siglo de vida portuaria.
Desde su botadura en noviembre de 1933 en los astilleros Euskalduna de Bilbo, la Jaizkibel se encargó del dragado del puerto de Pasaia hasta su retirada en 1984. Después de medio siglo de trabajo, languideció, se roñó e iba camino del desguace, hasta que empezó la pelea por su supervivencia; una controversia que duró nada menos que dos décadas, debido a los desencuentros entre la Autoridad Portuaria y las instituciones. Al final, se «firmó la paz» y en tan solo dos años han culminado los trabajos. El presidente de la Autoridad Portuaria, Lucio Hernando, actuó precisamente de anfitrión del viceconsejero de Cultura y de la diputada de Cultura, Ikerne Badiola, en la visita de ayer a la cubierta de la Jaizkibel, en medio de un tiempo muy marinero, con un viento que amenazaba galerna.
Visitas y estilos
Declarada Bien de Interés Cultural con categoría de monumento en 1992, la Jaizkibel es una draga rosario de 60 metros de eslora. Lo del rosario le viene por la cadena que lleva unos cangilones -grandes cazoletas de acero con uñas-, que excavan el fondo del puerto y vierten los sólidos en canaletas-vertederas trasversales que se descargan en gánguiles (el de ayer fue un día de cursillo intensivo en lenguaje naval) arrimados a la draga. Los gánguiles, por cierto, son los pontones o embarcaciones planas donde se depositan materiales granulares dentro del mar.
De la draga, atracada en un lateral del astillero, se ha conservado la gran rueda motora y también el motor de vapor. Luce elegante, con un exterior no excesivamente «alicatado» que le daría un aire poco real. Dentro de pocas semanas podrá ser visitada por el público -no el interior, de momento-. El precio de la visita a Ondartxo es de 3 euros y posiblemente la visita a la draga esté incluida, aunque esta es solo una de las joyas que este centro guarda.
Las iniciativas para poner en valor nuestro patrimonio marítimo también están llegando al interior, como el Museo Etnográfico de Zerain, donde hoy se inaugura la exposición itinerante «Gu itsasoa». Pero historia viva es lo que se verá el domingo en el Puerto Viejo de Algorta, donde los botes rehabilitados por Itxas Egurra Haizean recorrerán el Abra.