La derecha francesa, entre la orfandad y la tentación ultra
Con su líder en la lona, la UMP trata de limitar su anunciada derrota aireando el fantasma de un Hollande dispuesto a coser a los franceses con impuestos. Intento desesperado de un partido a la deriva que ni siquiera parecer capaz de obligar a los suyos a que mantengan el cordón sanitario en torno a la ultraderecha del FN. Sarkozy ha dejado una herencia ruinosa.
GARA | PARÍS
Con Nicolas Sarkozy de vuelta de sus vacaciones de lujo en Marruecos e invirtiendo sus tardes yendo al cine y a los cafés de París, la derecha francesa, huérfana de líder, parece resignada a renunciar a una más que improbable victoria que forzaría a una cohabitación al presidente, François Hollande (PS).
Las insistentes encuestas no auguran más de un 30,5% de los votos a la Unión por la Mayoría Presidencial (UMP), lo que unido a pequeñas formaciones de derecha sitúa el voto a esta corriente electoral en un 35%. Ello supondría una sangría de un centenar de diputados y el inicio de una larga travesía en el desierto en busca de un nuevo liderazgo.
El ya ex primer ministro François Fillon y el ministro de Exteriores de Sarkozy, Alain Juppé, aparecen en cabeza en las preferencias de los electores en una carrera a la que se niega a renunciar el secretario general de la UMP, Jean-François Copé.
Alerta sobre los impuestos
En un intento de frenar su debacle, la derecha intenta movilizar a su electorado alertando del «incremento masivo de impuestos» que prepararía el Ejecutivo de Hollande para financiar un programa «irresponsable» en plena crisis del euro. De hecho, el Gobierno ha aparcado las medidas más delicadas de cara a la reducción del déficit para después de las legislativas.
La UMP sigue lamiéndose las heridas de las presidenciales y ha prohibido a sus candidatos, bajo pena de expulsión, que formalicen acuerdos de cara a la segunda vuelta con la ultraderecha de Marine Le Pen, a la que acusan de la derrota de Sarkozy por su defensa personal del voto en blanco en segunda vuelta. No obstante, no se puede excluir que algunos candidatos de la UMP que queden fuera en la primera vuelta llamen a votar por los rivales del FN.
Y es que la campaña presidenciale ultra de Sarkozy, que tuvo como ejes el proteccionismo y la xenofobia, ha contribuido a acentuar la porosidad entre ambos electorados e incita a la conciliación entre sus dirigentes, siquiera a nivel local. A ello ayuda también el perfil menos extremo que ha aportado Marine Le Pen a la formación. El 65% de los electores de derecha consideran al FN un partido similar al resto y el 55% apuesta por alianzas caso por caso.
La ejecutiva estatal de la UMP decidirá el lunes la consigna de voto en las circunscripciones donde quede eliminada: abstención o voto a la izquierda para cerrar el paso al FN. Esta última opción es defendida por la corriente humanista cristiana, pero no es compartida por el actual jefe del partido, Copé.
Por lo que toca a Le Pen, esta quiere mantener abiertas todas las posibilidades. La líder del FN ha anunciado que mantendrá todas sus candidaturas que pasen el filtro de la primera vuelta (mínimo del 12,5% de los votos) y ha dejado abiertas todas las opciones para las circunscripciones en que no supere el listón: abstención, llamada al voto al candidato de la UMP o incluso al de la izquierda.
Y es que su gran objetivo estratégico pasa por dinamitar la frágil unidad actual de la UMP y provocar una recomposición de la derecha francesa. Un nuevo mapa en el que el FN lograría llegar al poder.
Sobre el papel, y habida cuenta de los buenos resultados en las presidenciales (17,9%), la extrema derecha aspira a regresar a la Asamblea Nacional (Parlamento) tras quince años de ausencia. En la primera vuelta de aquellas elecciones Marine Le Pen llegó en cabeza en 23 de las 577 circunscripciones y fue segunda en otras 93.
Cuenta con su sólida implantación en el sudeste del Estado francés y su creciente arraigo en algunas zonas industriales y en franca decadencia del norte.
Con un 15% de intención de voto en las encuestas, no lo tendrá sin embargo fácil y hay quien augura que tendrá finalmente un solo escaño, el del mediático abogado marsellés Gilbert Collard, que se presenta por Saint-Gilles (en la región de Languedoc-Rosellón).
Una de las claves de estas elecciones residirá en la movilización de los electores, que se calcula en un 60%, frente al 80% de las presidenciales
Y es que la modalidad del escrutinio, mayoritario a dos vueltas, perjudica a los partidos no mayoritarios, como el Frente Nacional (rebautizado como Bleu Marine) y el Frente de Izquierda, y sobre todo a los que de primeras están excluidos de posibles alianzas con otros movimientos para la segunda vuelta.
Es el caso del FN, que espera poder lograr más del 12,5% de votos para forzar triangulares en la segunda vuelta. No obstante, la abstención podría reducir las triangulares a unas cuantas decenas. GARA
El electorado muestra cansancio a la hora de afrontar un nuevo proceso electoral (cuatro elecciones en menos de mes y medio). La coincidencia de presidenciales y legislativas ha ido en detrimento de estas últimas.
François Hollande aspira a que sus simbólicas pero populares medidas (limitación de los sueldos de los directivos de empresas públicas, retorno a la jubilación a los 60 años en algunos casos) den al PS el impulso para lograr la mayoría absoluta (289 escaños).
Por de pronto, tanto su popularidad (62%) como la de su primer ministro, Jean-Marc Ayrault (57%) son un buen augurio. La horquilla máxima de la encuesta más favorable le augura 291 asientos.
Con todo, puede contar con los 17-24 diputados de los ecologistas, aliados en el Gobierno.
Finalmente, podrá contar con el apoyo, crítico, del Frente de Izquierda (9%), que espera 24 escaños en los históricos feudos comunistas tras los buenos resultados presidenciales de su líder, Jean-Luc Mélenchon (logró el 11% de los sufragios). GARA