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Chavia Alí | Presidenta de la Asociación Cultural para la Gente con Necesidades Especiales de Siria

«Al-Assad quiso valerse de nuestra asociación para lavar su imagen»

La presidenta de la única ONG para discapacitados de Siria habla de las que, muy probablemente, son las víctimas más vulnerables de la guerra que asola el país desde hace más de año y medio.

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Karlos ZURUTUZA |

Mujer, parapléjica y kurda de Siria. Muchos hablarían de discapacidad «por partida triple», pero lo cierto es que esta mujer de 32 años goza del reconocimiento internacional por su labor sobre un tema tan doloroso como desconocido. Alí asegura que fue un ascensor averiado en su facultad de Derecho de Alepo lo que la empujó hacia el activismo por la discapacidad. Hoy habla con GARA vía telefónica desde Suecia, donde ha pedido asilo político aprovechando una reciente invitación para dar una conferencia. Su testimonio, brutal y descorazonador, no consigue quebrar una voz que jamás ha vacilado a la hora de denunciar las injusticias sufridas por los más débiles.

¿Cuál es la situación de las personas con discapacidad en Siria?

Frecuentemente, muchos son abandonadas durante las evacuaciones. Los que, por ejemplo, dependen de un pulmón de acero, tienen que hacer uso de baterías de repuesto durante los cortes de energía por lo que su esperanza de vida depende literalmente del de la batería. Las medicinas son difíciles de conseguir y los soldados no tienen en cuenta si una persona está discapacitada a la hora de reprimir una manifestación. Se nos ha tratado siempre como seres inferiores, excluidos de la sociedad y dependientes de la caridad. Paradójicamente, existen más de 500 organizaciones gubernamentales para discapacitados pero su actividad se limita a repartir pan y, a veces, dinero.

Sin embargo, Asma al-Assad (esposa de Bashar al-Assad) se acercó a usted en 2010 ofreciéndole financiación y apoyo a su organización. ¿Cómo fue aquella colaboración?

La proyección internacional que había tenido nuestra labor llegó a oídos de la primera dama, quién se ofreció a financiar proyectos culturales destinados a las personas con discapacidad. El programa iba a tener una duración de dos años pero resultó abortado tras el primero. Todo se estaba convirtiendo en un show mediático y propagandístico en aras de ofrecer la imagen de un Gobierno moderno y progresista. Cuando les dije que mi intención era dedicar aquellos fondos para solucionar problemas reales decidieron suspender el proyecto.

Pero Damasco retomó el contacto con usted, ¿no es así?

En marzo de 2011, justo cuando comenzó la revolución. Las llamadas eran continuas, querían invitar a la asociación a actos públicos que ayudaran a lavar la imagen de un régimen que sofocaba manifestaciones pacíficas a sangre y fuego. «¡Imagínate los titulares que conseguiríais si nos ayudáis con este proyecto!», me llegaron a decir una vez. Por supuesto, nos negamos a prestarnos a semejante farsa.

No obstante, Siria gozaba de uno de los niveles de avance y progreso mas altos en la región. ¿No contribuía ello a la integración de los discapacitados?

Para un discapacitado, Siria ha sido siempre un país tan horrible como cualquier otro de Oriente Medio. Muchísimos niños con discapacidad quedan sin escolarizar; las discapacitadas no tenemos derecho a casarnos y, por lo tanto, tampoco a tener relaciones sexuales. Mujeres ciegas, o parapléjicas como yo, son presa fácil de todo tipo de agresiones sexuales. A menudo quedan embarazadas como resultado de las mismas por lo que son asesinadas por sus padres o hermanos para «limpiar el honor de la familia» mientras que los violadores quedan impunes. Al igual que en el resto de los países vecinos, los llamados «crímenes de honor» pertenecen al «ámbito familiar» por lo que la Justicia no interviene.

Usted nació en Cobani (Kurdistán Occidental), pero ha vivido la mayor parte de su vida en Alepo. ¿Cómo recuerda el inicio de la revolución? ¿Y la posterior destrucción de su ciudad?

Al principio, la sensación era de euforia por el sentimiento de poder y libertad, pero hoy son los civiles, las mujeres, los niños... los que están pagando la factura. Personalmente, creo que la guerra que sufrimos hoy está lejos de la revolución. Los que salieron a la calle al principio ya no están y, en muchos casos, han sido reemplazados por milicianos extranjeros, muchos de ellos islamistas. Gracias al trabajo desde nuestra asociación habíamos conseguido hacer cuatro escuelas accesibles para niños con discapacidad pero hoy se han convertido en un refugio improvisado para familias que buscan protegerse de las bombas. Recuerdo que hace nueve meses vi evacuar a muchos de ellos en un autobús. Muchos habían perdido alguno de sus miembros pero no encontramos a ningún familiar que se hiciera cargo de ellos. Recuerdo que llevaron a varios a un orfanato anexo a un edificio gubernamental. No me atrevo ni a pensar qué habrá sido de ellos.

Habla usted de elementos islamistas combatiendo en las filas del ELS. ¿Cree usted que la supervivencia de su pueblo -el kurdo- está garantizada en un hipotético escenario de cambio de régimen en Damasco?

Una parte de los kurdos de Siria quiere combatir junto al ELS mientras que la otra se siente más o menos cómoda permaneciendo al margen y gestionando su región. Yo misma pasé varios meses en Cobani antes de huir del país y le puedo asegurar que aquello era Kurdistán: los colores de la bandera kurda eran omnipresentes, no había rastro de los soldados de Damasco y la zona estaba, y lo sigue estando, bajo el control del consejo local kurdo. Me sentía segura y a salvo, pero a menudo pensaba que era cruel celebrar fiestas y bodas mientras ciudades como Homs, Hama o Alepo son reducidas a escombros por la aviación de Al-Assad. Los kurdos no somos tan fuertes como pensamos. Cuando Al-Assad no esté, nos tendremos que enfrentar a nuevos enemigos.

 

 

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«Los kurdos no somos tan fuertes como pensamos. Cuando Al-Assad no esté, nos tendremos que enfrentar a nuevos enemigos»

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