En «Looper» los asesinatos del futuro se cometen en el pasado para burlar la ley
Rian Johnson consigue dar el salto del cine independiente y minoritario al de distribución comercial con una película que le permite llegar al gran público pero sin renunciar a sus señas de identidad. Sigue jugando con los géneros a capricho, porque «Looper» es acción futurista combinada con los estilemas del western y el drama existencial. Todo sorprende en su tercer largometraje, y más aún la simbiosis interpretativa lograda entre Gordon-Levitt y Bruce Willis.
Mikel INSAUSTI | DONOSTIA
Los que discuten en los foros sobre «Looper» cuentan con la ventaja de que la han visto varias veces, gracias a que se trata de un sorprendente experimento que merece la pena ser destripado. Cada espectador tiene su propia teoría, y ya se sabe que las paradojas temporales son tomadas como película «comecocos» con especial deleite.
Seguramente fue Kubrick el que demostró que dentro del cine de género para el gran público se podía seguir haciendo películas de autor, y está claro que Rian Johnson ahonda en esa línea abierta con convencimiento. De «Looper» uno se puede quedar con su galimatías argumental para intentar descifrarlo, aunque también cabe la posibilidad de recrearse en una insólita formulación genérica, que combina la acción futurista con el western y el drama existencial. Y no acaba ahí todo, ya que la simbiosis interpretativa que consiguen el joven Joseph Gordon-Levitt y el veterano Bruce Willis, hasta parecer la misma persona, es igualmente digna de estudio.
El protagonista es un asesino a sueldo del año 2044 que se dedica a ejecutar a las víctimas que le envían del futuro. Esto sucede así, porque treinta años después la tecnología para acabar con el crimen organizado ha avanzado tanto que ningún delito de sangre queda impune, motivo por el que las mafias utilizan el desarrollo de los viajes en el tiempo para encargar el trabajo sucio a sicarios del pasado. El joven matón se beneficia de un contrato que le permite acceder a todo el sexo y las drogas que quiere, hasta que sus jefes del 2074 deciden finiquitarlo. El modo en que se rescinde el negocio consiste en encargar al sicario el asesinato de su propio yo, con los preceptivos treinta años de diferencia.
El dilema que plantea la confrontación entre el personaje en su juventud y en su madurez conduce a una interesante reflexión sobre el control del destino por parte del individuo.
Dirección y guión: Rian Johnson. Producción: Ram Bergman. Intérpretes: Joseph Gordon-Levitt, Bruce Willis, Emily Blunt, Jeff Daniels, Paul Dano, Piper Perabo. Fotografía: Steve Yedlin. Música: Nathan Johnson.
País: EE.UU., 2012.
Duración: 118 minutos.
La ficción cinematográfica ya supone en si misma un reto espacio temporal, pero las películas se ocupan cada vez más del viaje en el tiempo como tema fantástico o futurista. Hasta la comedia lo transita con frecuencia, y sólo hay que pensar en «Los visitantes», que no hizo más que seguir la estela de «Regreso al futuro». No siempre es necesaria la invención literaria de H.G. Wells en «La máquina del tiempo», novela de la que existen varias versiones, con la de George Pal al frente. Al neozelandés Vincent Ward, por ejemplo, se le ocurrió en «Navigator» conectar las Antípodas del presente con la Europa medieval a través de un túnel. Pero desde que Kubrick ideara «»2001: Una odisea espacial» lo que interesa es la paradoja temporal. M. I.