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Unai Pascual García de Azilu | Doctor en Economía Ambiental. Ikerbasque Research Professor (Basque Centre for Climate Change)

Se acabo la diversión

La estructura socioeconómica vasca descansa sobre el paradigma de la abundancia de combustibles fósiles. La práctica totalidad de las políticas públicas (transporte, ordenación del territorio, energía, industria, etc.) se ha diseñado sin tener en cuenta la posibilidad de un futuro de escasez energética.

A muchos y muchas el cantautor Carlos Puebla nos dejó en nuestra memoria canciones que nos hicieron bailar, disfrutar y, sobre todo, soñar con la posibilidad de crear un mundo socialmente más justo. Versos que siguen de plena actualidad. Una actualidad endiabladamente tozuda en mil y un rincones del planeta, incluido este pequeño rincón llamado Euskal Herria. Era la época de Batista en Cuba, de los yanquis en sus casinos y burdeles. Hasta que se acabó la diversión. Tiempos revolucionarios. Revoluciones que por más que a algunos pese, también ayudaron a mantener encendida la llama de la dignidad social en Euskal Herria. Un país donde tozudamente también aquí pensaban seguir ganando el ciento por ciento, seguir tragando y tragando tierra, seguir diciendo que los cuatreros, forajidos, bandoleros asolaban al país...

Euskal Herria es uno más de esos rincones del mundo, una pieza más a explotar por el engranaje de un capitalismo globalizador que aprovecha este momento histórico para retratarse de forma inmejorable. Un retrato en el cual se observa nítidamente la función de los recortes en derechos sociales y laborales en una economía que cada día es menos real mientras va convirtiéndose aceleradamente en una economía ficticia dominada por la chistera financiera, y cada vez se aleja más de su objetivo primigenio: servir de instrumento para el bienestar de la ciudadanía, optimizando la asignación de los recursos escasos de la sociedad, dadas una preferencias políticas sobre la distribución de derechos de propiedad. No podemos comprender el significado de la idea «hogar» si nos olvidamos del recurso tierra. La economía debe entenderse como la administración de la base biofísica del hogar: la Tierra y sus recursos naturales.

El modelo económico capitalista dominante ha dejado de lado la buena administración de la Tierra para, por el contrario, sobreexplotar los recursos naturales, el capital natural, en aras a la ansiada acumulación de capital financiero. Esto ha traído a la civilización actual a una crisis ambiental global que se manifiesta de múltiples maneras, tales como la creciente escasez de recursos naturales (agua, aire, tierra), pérdida irreversible de biodiversidad (la diversidad de la vida) o el calentamiento global.

Un cada vez mayor número de científicos, analistas y organizaciones internacionales, incluidos la FAO, el PNUMA, etc. afirman que las cuatro crisis de dimensión global (crisis económica, alimentaria, energética y ambiental) están íntimamente relacionadas. No podemos obviar que la crisis económica que también nos afecta en Euskal Herria tiene uno de sus orígenes en la sobreexplotación mundial de las materias primas y recursos energéticos, en su mayor parte de origen fósil (hidrocarburos), de la cual tenemos nuestra propia cuota de responsabilidad. Existen argumentos suficientes para afirmar que a escala mundial se ha alcanzado o se está próximo a alcanzar el techo máximo de extracción de petróleo, por lo que en los próximos años el mundo deberá adaptarse a una situación de escasez energética crónica y altos precios energéticos. Esta sobreexplotación energética proviene, a su vez, de la creencia cuasi mística en el oráculo del crecimiento económico ilimitado, asociado místicamente a la idea de bienestar social y progreso.

El fetichismo del crecimiento económico como objetivo en sí mismo no es más que un auto de fe, que no hace sino retroalimentar la creencia en la necesidad imperiosa de seguir manteniendo un modelo económico depredador de los recursos energéticos para hacer frente al endeudamiento financiero. Nos encontramos en un contexto histórico asociado a un orden mundial basado en el control de los recursos energéticos y que sigue marcando la agenda geopolítica global (Irak, Afganistán, Cáucaso, etc.). Una agenda que, a su vez, sirve al modelo capitalista para reproducirse. Lejos de redirigir la producción de una industria de bienes de consumo cada vez más voraz respecto a los recursos naturales y energéticos, retroalimenta la cultura consumista e individualista en continua expansión por todo el planeta a un ritmo acelerado.

Los cantos de sirena de la ingenuidad tecnocientífica han sido capaces de mantener a la sociedad de consumo en un estado de hipnosis colectiva desde los acuerdos de Bretton Woods. Una hipnosis que nos ha impedido como sociedad reflexionar y poner freno a las políticas de sobreexplotación de los recursos naturales y energéticos, tanto en Euskal Herria como en otros rincones del planeta, y que no hacen sino agravar nuestra cuota de responsabilidad en las crisis (económica, energética y ambiental) globales con efectos directos sobre el bienestar de las personas.

La estructura socioeconómica vasca descansa sobre el paradigma de la abundancia de los combustibles fósiles. La práctica totalidad de las políticas públicas (transporte, ordenación del territorio, energía, industria, etc.) se ha diseñado sin tener en cuenta la posibilidad de un futuro de escasez energética. La dependencia energética de nuestra economía y del transporte (debido a la supremacía del transporte por carretera) o la vinculación de la actividad de determinados sectores a productos cuya demanda es especialmente sensible a los precios del petróleo representan una seria amenaza para Euskal Herria. Además, es importante recordar que la práctica totalidad de la energía consumida en Euskal Herria procede de regiones del exterior. Nos encontramos, por tanto, cautivos de un modelo energético depredador desde un punto de vista ambiental y socialmente injusto, ya que estos recursos se encuentran concentrados cada vez en menos manos.

Ante esta situación, Euskal Herria se encuentra en una encrucijada como país. Podemos elegir favorecer una transición hacia una sociedad poscarbono, basada en la reducción de la dependencia de los combustibles fósiles y la energía nuclear. Todo ello se lograría mediante políticas claras de gestión de la demanda de energía y se haría en aras a la reducción del consumo energético, fomentando el uso de energías renovables mediante una apuesta clara hacia la investigación y el desarrollo tecnológico. Un modelo en el cual el sector renovable puede representar, además, una opción de futuro en creación de empresas y empleo, I+D+i y, por tanto, de valor añadido. La otra opción conlleva una huida hacia adelante, ahondando en un modelo energético caduco tratando de aumentar la oferta de combustibles fósiles dentro y fuera de Euskal Herria, aunque sean combustibles fósiles no convencionales. Ante el techo de los combustibles fósiles convencionales, esta estrategia necesita de una nueva chistera que tiene nombre: fracking o fractura hidráulica para la obtención de hidrocarburos (petróleo y gas) no convencionales.

No me explayaré en describir el fracking, ya que es posible para cualquier lector y lectora encontrar fácilmente información sobre la técnica, el negocio y sus repercusiones ambientales. La apuesta por un modelo que fomenta la explotación de gas no convencional en Euskal Herria implica necesariamente hipotecar la transición hacia un modelo energético compatible y respetuoso con nuestro hogar, nuestra Ama Lurra, su biodiversidad y los recursos naturales de los que nuestros hijos e hijas seguirán dependiendo. Un hogar que debemos administrar con una clara visión de país en la cual la sociedad no reproduzca los mismos esquemas y errores que nos han llevado a una crisis estructural multidimensional, y donde la primera víctima está siendo la transparencia, necesaria en cualquier proceso democrático de toma de decisiones. La cuestión del fracking es un reflejo más de la opacidad de un proceso político en el cual se está claramente hurtando la capacidad de participación a la sociedad, siendo este un tema tan vital respecto al presente y el futuro de nuestro país.

Aquí pensaban seguir jugando a la democracia y el pueblo que en su desgracia se acabara de morir. Y se acabó la diversión. Se acabo la diversión en Euskal Herria y la economía de casino. La sociedad vasca debe elegir y salir de la hipnosis colectiva. Debemos decidir cuál de estos dos modelos energéticos contrapuestos favoreceremos siendo transparentes sobre los beneficios y los costes que tanto uno como el otro llevan asociados. Espero que la sociedad elija parar este modelo energético depredador de nuestro capital natural y se embarque en una transición hacia un modelo socio-económico y ambiental más justo y solidario con las generaciones actuales y futuras. Es cuestión de ética y, por tanto, de responsabilidad política.

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