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Bryce y el premio FIL

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Marco Antonio CAMPOS para «La Jornada»

Desde el principio, al leer la noticia, me pareció que el premio FIL de Literatura en Lenguas Romances otorgado al novelista Alfredo Bryce Echenique sería inmediatamente cuestionado y tendría visos de escándalo. Me pareció una vejación a los mexicanos dar dos millones de pesos de recursos públicos de un país pobre a un escritor de dudosa moral. Debo confesar mi ignorancia respecto a quiénes son la mayoría de los miembros del jurado: a excepción del crítico peruano Julio Ortega y de Jorge Volpi, ya muy devaluado literariamente, no conozco a los otros.

Sé (él me lo dijo por teléfono poco después del anuncio del premio y poco antes de morir) que el poeta peruano Antonio Cisneros, de quien Julio Ortega conoce detalladamente la obra, estaba entre los aspirantes. Me parece que de habérsele dado (Cisneros era en ese momento uno de los tres o cuatro mejores poetas vivos en nuestra lengua) el premio habría ganado en renombre y resonancia. Entre Cisneros y Bryce... 

Desde el anuncio del premio, en decenas de artículos, en comentarios en la red, en cartas de académicos y en los corrillos literarios el rechazo fue prácticamente unánime. Asimismo, leí con interés a escritores y periodistas mexicanos que lo defendían, pero me pareció que no se acababa de comprender que no se trataba de plagios científicos (que serían igualmente vituperables), sino de artículos literarios, y el periodismo es un trabajo hermano de la literatura, y, lo peor, que Bryce no hizo los plagios por divertirse. No era Pierre Menard sino un fullero. Que por buenas o maravillosas que fueran dos o tres de sus novelas, Bryce había plagiado con toda conciencia. Cuando dice ahora que no ha plagiado nunca, quiere hacer creer que «los frustrados» mexicanos que lo han reprobado son una sarta de imbéciles, cuando lo más fácil es que cualquiera puede entrar a internet y ver los ejemplos de sus plagios en los cuales no quitó una coma. Bryce declaró a principios de octubre en Lima que lo habían desmultado; con toda conciencia otra vez mentía; el INDECOPI peruano (Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual) precisó el 3 de octubre de 2012 que no ha devuelto al escritor la multa de «71 mil soles (unos 20 mil dólares), impuesta al escritor Bryce Echenique, por plagio de artículos literarios» (el subrayado es mío). El INDECOPI menciona dieciséis artículos plagiados.

Sin embargo, lo que me motivó definitivamente a escribir estas páginas son sus declaraciones al diario español «El País», claro, luego de haber recibido en Lima los 150 mil dólares. Es una verdadera colección de palos de ciego. Sus respuestas muestran o que se volvió loco, o está desesperado, o es un mentiroso sin redención, quien cree que, porque él lo dice, sus mentiras deben creérselas todos. Ya antes en twitter a sus críticos en México les había dicho: «¡Que se jodan!» y que eran unos «frustrados»; ahora, en «El País», respondió una tontería tras otra tras otra. Los principales sujetos de su rabia por poner en duda moralmente su premio, me parece, serían por un lado la investigadora chilena María Soledad de la Cerda, que descubrió y reveló sus plagios, y por el otro, escritores como Fernando del Paso, José Emilio Pacheco y Juan Villoro, quien ha sido su más lúcido e implacable crítico. De la investigadora chilena hizo la siguiente alusión: «Todo ha sido por maldad de alguien. Por envidia». Pero ¿de qué podía tenerle envidia la investigadora que simplemente mostró lo que es: un tramposo? Al ataque, María Soledad de la Cerda respondió lacónicamente que los que se jodieron fueron «la literatura, los plagiados, el Premio FIL y el Estado mexicano que entregó 150 mil dólares a una persona que no lo merecía».

José Emilio Pacheco dijo que el premio a Bryce había sido un «incidente desdichado»; Fernando del Paso ha repetido que el premio fue una equivocación; Villoro subrayó en tres artículos que la tarea estética del escritor debe hermanarse con la moral. ¿Qué dijo Bryce de ellos y a quienes han reprobado el premio? Uno no puede menos sino soltar la carcajada: «Es un grupo de extrema derecha. Hay gente que quiere todos los premios para ellos. Son unos frustrados». ¿Fernando del Paso, José Emilio Pacheco y Juan Villoro son de extrema derecha y quieren o quiere alguno todos los premios y son unos frustrados? Es sabido que los tres son de una izquierda moderada, magníficos escritores y tienen un reconocimiento internacional. ¿Qué pueden envidiarle? ¿De qué pueden estar «frustrados»? La opinión de Bryce resultaría comiquísima -sobre todo lo de la «extrema derecha»-si no fuera porque el otorgamiento del premio a él es un asunto grave e injustificable. Al ataque en «El País», Del Paso contestó que el señor ya no sabe lo que dice y parece no estar en sus cabales; Villoro, al responder a la periodista Yanet Aguilar Sosa de «El Universal» (7/XI/2012) -ya lo había escrito en dos artículos-, reprobó que los directivos de la FIL llevaran el premio a Bryce a su casa de Lima, y expresó lapidariamente: «La solución de dar el premio a domicilio ofende a todo mundo. Los organizadores se avergüenzan del premiado y no quieren que venga, ponen en duda la elección del jurado y desoyen las voces críticas. Es la peor salida posible. ¿Quién gana con algo así?».  

La directora de la FIL, Nubia Macías, ha declarado que «es uno de los varios premios» que se otorgan en el marco de la Feria del Libro de Guadalajara. Es explicable que los organizadores traten de minimizar el hecho para hacer un control de daños, pero los cientos de miles de personas que han asistido a la feria a lo largo de dos décadas saben que el premio FIL de Literatura en Lenguas Romances es lo más visiblemente importante de la feria, y muchos sabemos que el golpe al premio, al dárselo a Bryce, fue directo a la cara y al corazón de la organización. Después de que se vieron obligados a quitarle el nombre de Juan Rulfo al premio, el de ahora es un estacazo mucho más duro por su índole moral al permitir que se dé la distinción a un vivales del oficio literario.

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