El Ejército irrumpe en escena invitado por la oposición al Gobierno egipcio
Animado por la amalgama opositora unida contra el Gobierno islamista del legítimo presidente Morsi, el Ejército egipcio le ha dado un ultimátum de 48 horas para que acceda a las exigencias de los manifestantes, que exigen su renuncia. Los militares vuelven al centro de la escena cabalgando sobre los revolucionarios, a los que no dudaron en masacrar.
Dabid LAZKANOITURBURU
El Ejército egipcio amenazó con intervenir si las «reivindicaciones del pueblo» no son satisfechas en las próximas 48 horas.
En un mensaje televisado, el alto mando militar ha «reiterado su demanda para que las reivindicaciones del pueblo sean satisfechas» y ha «dado (a todas las partes) 48 horas como última oportunidad para que asuman sus responsabilidades ante las circunstancias históricas que afronta el país». Posteriormente, el Ejército negó que se tratará de un golpe de Estado.
«Si las reivindicaciones del pueblo no son satisfechas en ese plazo (las Fuerzas Armadas) anunciarán una hoja de ruta y medidas para supervisar su implementación», amenazan.
El anuncio fue recibido con júbilo por los manifestantes opositores en la Plaza Tahrir. «Morsi no es nuestro presidente. Sissi está con nosotros», corearon los manifestantes, en referencia al general Abdel Fattah al-Sissi, jefe del Ejército y ministro de Defensa, cuya imagen apareció en televisión durante la emisión del comunicado.
La amalgama opositora, que reúne a revolucionarios izquierdistas, laicos proeuropeos y nostálgicos del antiguo régimen, había pedido abiertamente al Ejército, a la Policía y al aparato judicial -nunca expurgado- «que se posicionen claramente al lado de la voluntad popular representada por las masas».
El panárabe Hamdeen Sabbahi, que logró el tercer puesto en las presidenciales que auparon al islamista Mohamed Morsi al poder, instó abiertamente al Ejército a «actuar» si el presidente legítimamente elegido se mantenía en el poder.
Sissi fue aupado a la cúspide de la jerarquía militar por el Gobierno de los Hermanos Musulmanes en agosto del año pasado, después de que enviaran a retiro al mariscal Hussein Tantawi, mano derecha durante los treinta años de dictadura de Hosni Mubarak. Esta limpia en el estamento militar fue un hecho histórico en el Egipto moderno, pero la oposición de izquierda se negó a valorarla en sus justos términos, denunciando una entente entre los Hermanos Musulmanes y el Ejército que los hechos han terminado por descartar. El general Abdel Fattah al-Sissi fue presentado como una marioneta en manos de los islamistas, cuando lo cierto es que durante los últimos tiempos ha sido especialmente crítico con el presidente Morsi, siempre en aras a «preservar la imagen de la institución militar».
Una imagen que cayó por los suelos tras la revolución que derrocó a Mubarak. Los revolucionarios recordaron entonces que el Ejército fue el puntal de la dictadura de Mubarak y que, consciente de que no podía mantenerlo en el poder, lo puso en un avión con destino a Sharm el-Sheij y controló férreamente el periódo de transición, en manos del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA).
Ayer mismo anunció su dimisión como consejero del presidente el que era número dos del CSFA tras Tantawi, el exjefe del Estado Mayor Sami Anan.
Los mismos que denunciaron al Ejército por las masivas violaciones de los derechos humanos tanto durante la revolución de la Plaza Tahrir como en el subsiguiente y convulso período transitorio aclamaban ayer la amenaza abierta de golpe de Estado contra el Gobierno de unos Hermanos Musulmanes que han vencido en las seis convocatorias electorales convocadas desde la caída de Mubarak.
Ya durante las multitudinarias manifestaciones del pasado domingo, primer aniversario de las elecciones que auparon al poder a Mohamed Morsi, se apuntaban señales de que el Ejército había hecho su opción.
Resultó extraño que los propios militares se convirtieran en los mejores propagandistas de las protestas, asegurando que la participación en las mismas era histórica y masiva, y lanzando desde helicópteros banderas egipcias a los manifestantes.
Si ya no estaba claro quedó diáfano cuando grupos de manifestantes asaltaron e incendiaron la sede de los Hermanos Musulmanes en El Cairo, totalmente desprotegida y sin siquiera presencia policial.
El ataque a la sede, con cócteles molotov y piedras, además de con escopetas de balines, se saldó con un balance provisional de doce víctimas mortales.
Ya de madrugada, las oficinas de la sede fueron saqueadas y los asaltantes se llevaron equipos electrónicos, mobiliarios y documentos de la organización.
Un portavoz de la Cofradía de los HM denunció que los asaltantes hicieron explotar al menos dos bombonas de gas en la entrada del edificio y que entraron a tiros en su interior, «en ausencia total de los cuerpos de seguridad» egipcios. Otras cinco personas murieron en un asalto similar contra las oficinas del gobernante Partido Libertad y Justicia (marca partidaria de los Hermanos Musulmanes) en la ciudad meridional de Asiut.
Los balances eran contradictorios pero llegaban a apuntar a 20 víctimas mortales en los enfrentamientos que se iniciaron en la noche del domingo, a las que habría que sumar otros ocho muertos durante las jornadas previas. Los heridos son ya 761.
Un ejecutivo en apuros
Horas antes de que los militares hicieran pública su amenaza, cuatro ministros críticos con el Gobierno islamista presentaban su dimisión. Entre ellos se incluye el ministro de Turismo, Hicham Zaazu, quien ya amagó con dimitir el mes pasado tras el nombramiento como gobernador de la región turística de Luxor de un miembro del partido salafista. Zaazu dio marcha atrás después de que el Gobierno Morsi retirara el nombramiento del gobernador. Los salafistas están situados en términos religiosos a la derecha de los HM y cuentan con gran predicamento entre las clases populares y el electorado rural del interior de Egipto.
Un portavoz gubernamental confirmó asimismo la dimisión de los ministros de Comunicaciones, Medio Ambiente y Asuntos Jurídicos y Parlamentarios, además del gobernador de la provincia de Ismailiya.
Algunas fuentes añadieron entre los dimisionarios al ministro de Recursos Hídricos, extremo que no pudo ser confirmado.
Discurso de Morsi
Los Hermanos Musulmanes se limitaron a señalar que estudiaban el comunicado militar.
El presidente Morsi anunció un discurso a la nación a última hora de ayer.
Un alto cargo de los Hermanos Musulmanes insistió en que «la era de los golpes militares ha terminado» en Egipto. No parecen compartir esa opinión los que desde la Plaza Tahrir insisten en fiarlo todo a los militares.
El ministro sirio de Información, Omrane al-Zohbi, aseguró que los Hermanos Musulmanes egipcios habrían fracasado al dirigir el Estado egipcio. «Está claro que han fracasado para siempre».
Quince guardaespaldas del líder de los Hermanos Musulmanes, Jairat al Shater, fueron detenidos delante de su casa por miembros del Ejército. Los detenidos fueron acusados de disparar contra los militares y de posesión ilegal de armas, aunque la hija del líder rislamista calificó la versión oficial como «una farsa».
De gira por África, el presidente de EEUU, Barack Obama, instió al diálogo pero lanzó poco veladas críticas al Gobierno Morsi, al que acusó de no gobernar para todos los egipcios.