Alex larragoiti, igor lopez de munain | miembros de la asociación de solidaridad con el kurdistan bihar elkartea
Erdogan: «a Dios rogando y con el mazo dando»
Las protestas populares de la plaza Taskim, en opinión de los autores, han revelado al mundo «el rostro más sangriento» de Erdogan y del Partido de la Justicia y del Desarrollo (AKP) que lo sustenta. Defienden que pretenden asentar su poder a través del «terror generalizado» haciendo del pretendido crecimiento económico turco -basado en la burbuja inmobiliaria- la contrabalanza que se glorifica en la prensa oficial europea. Analizan también el giro en la política internacional de Turquía y su «sumisión total» al «Gran Hermano».
Una vez más el régimen turco acaba de mostrar su rostro más sangriento frente a las protestas populares iniciadas hace más de un mes en la plaza Taksim de Estambul. Desde hace décadas, y más concretamente después del último golpe de estado (1980), la represión más salvaje se ha abatido contra de cualquier disidencia y sobre todo en contra del pueblo kurdo, si bien el paradigma de dicha represión se ha alcanzado desde la ascensión al poder del AKP (Partido de la Justicia y del Desarrollo) en el año 2002.
Las detenciones masivas, las torturas y masacres generalizadas han hecho palidecer a lo que ya existía con los gobiernos anteriores. Según el informe de la Asociación de Derechos Humanos (IHD), durante el año pasado se registraron más de 20.000 casos de violación de derechos humenos, o sea tres veces más que en el año 2006. Más de 10.000 personas, en su mayoría políticos kurdos miembros del BDP, fueron detenidos, así como decenas de abogados, profesores, sindicalistas y estudiantes. La Turquía de Erdogan ostenta el triste récord de periodistas encarcelados en el planeta: 67; por si fuera poco, ocho diputados (seis del BDP), 36 alcaldes (todos del BDP) y más de 230 concejales están encarcelados. Para completar este cuadro tan siniestro, cabe decir que en la actualidad existen más de 12.000 presos políticos, 600 de ellos menores de edad.
El AKP pretende asentar su poder a través del terror generalizado. Esos métodos ya fueron utilizados por gobiernos anteriores, si bien el partido de Erdogan se ha propuesto «mejorarlos». Aun y todo, la sociedad turca o la kurda no pueden ser gobernadas a través del miedo, y eso es lo que precisamente han demostrado y siguen demostrando los diversos activistas tanto en la plaza de Taksim como en distintos lugares del país. Dichas protestas ya se han llevado cinco vidas, 7.822 heridos y más de 2.800 detenidos.
Los acontecimientos de la plaza Taksim (secundados en múltiples lugares del país) han sido la gota que ha colmado el vaso, siendo el producto del hartazgo de las clases populares (incluyendo parte de la clase media) frente a la política déspota y reaccionaria del Gobierno de Erdogan.
El pueblo, y sobre todo la juventud, está harto de ser tratado como vulgar ganado y de ver que solo tiene un derecho: el de otorgar o callarse.
Si bien la prensa liberal europea no ha cesado de glosar la salud económica de Turquía, el AKP desde el principio ha llevado a cabo una política económica ultraliberal, de alumno aventajado del FMI, creando ingentes desigualdades entre unos pocos ricos y una gran mayoría de pobres. La mayor parte de las empresas públicas han sido privatizadas (telecomunicaciones, líneas aéreas, tabacalera, red eléctrica, bancos, recursos hídricos, terrenos públicos, autopistas, peajes, sectores alimenticios...), propiciando el despido de centenares de miles de trabajadores.
El pretendido crecimiento económico reposa fundamentalmente en el sector de la construcción y el inmobiliario, y también en unas inversiones procedentes de las petromonarquías. Cabe preguntarse qué pasará si la burbuja se desinfla o si las inversiones disminuyen.
Si bien la tasa de desempleo oficial es del 18%, debemos de reseñar la importancia de la economía «sumergida», por no hablar del trabajo infantil. Teniendo en cuenta la inexistencia de cualquier tipo de tejido industrial en la zona kurda, la tasa de desempleo supera allí con creces el 50%.
La ralentización económica, unida a profundos recortes sociales y bajos ingresos, ha aumentado notablemente el malestar de las clases populares; así mismo, debemos señalar que la deuda pública de Turquía supera los 350 mil millones de dólares, gravando el PIB en un 42%.
Los proyectos faraónicos que pretende llevar a cabo el AKP (tercer puente en el Bósforo, nuevo canal en ese estrecho, macroaeropuerto, construcción de dos nuevas ciudades de más de un millón de habitantes en cada una de sus orillas) tienden a cambiar la faz de la ciudad, destrozando el medio ambiente, obviando los intereses de las clases populares y, sobre todo, beneficiando a la cúpula financiera afecta a ese partido.
Las protestas masivas llevadas a cabo tanto en Taksim como en otras grandes metrópolis del país (Ankara, Izmir, Adana...) fueron reprimidas de la forma más salvaje, con la utilización de todo tipo de material anti-disturbio. Centenares de personas han perdido la vista debido a esos disparos efectuados a bocajarro. Tal fue la violencia policial que algunos hoteles en los aledaños de la plaza Taksim fueron convertidos en hospitales de campaña para tratar de socorrer a las cantidades ingentes de heridos.
Esas protestas no tenían la finalidad exclusiva de cuestionar al primer ministro turco, sino más bien la de criticar su política autoritaria y neoliberal, independientemente de que Erdogan tiene la «facultad»» de concitar el odio de buena parte de la sociedad turca debido a su actitud desafiante y provocadora. No podemos dejar de citar las grandes limitaciones en la esfera privada: restricciones para el aborto, introducción de la asignatura religiosa obligatoria en la enseñanza, consumo y venta de alcohol restringido, mayor censura en los medios hablados y escritos... llegando a exhortar a las mujeres turcas a que tuviesen como mínimo tres hijos y a los hombres a beber ayran (yogur batido) en lugar del rakí (alcohol nacional).
Durante años, el Gobierno del AKP se jactó de tener cero problemas con sus vecinos, si bien con su sumisión total a su protector y aliado (EEUU), a día de hoy y exceptuando Georgia, Turquía tiene problemas con todos sus vecinos. El año pasado accedió, y ello a pesar de la oposición de la opinión pública turca, a instalar el escudo antimisil americano apuntando hacia Irán y resguardando a... Israel, país con el cual mantiene excelentes relaciones económicas, sobre todo en lo que se refiere a la adquisición de material bélico para combatir a la guerrilla kurda. Más recientemente Ankara, miembro de la OTAN desde 1952, solicitó el despliegue de los misiles Patriot en la frontera con Siria, supuestamente para defenderse de la «agresión» de aquel país...
Esa sumisión total al «Gran Hermano» y el apoyo logístico a distintas facciones yihadistas en el conflicto sirio exacerban a millones de ciudadanos turcos que ven a su primer ministro como a una simple marioneta del imperialismo, inspirado por el ideólogo de la política exterior turca: Fetullah Gülen, jefe espiritual de la Cofradía homónima y residente en Pensilvania (EEUU).
El desenlace de las protestas aun es incierto y estas persisten a pesar de la brutalidad policial. Todo el mundo se pregunta en Turquía si el primer ministro habrá sabido sacar alguna conclusión de lo sucedido o si seguirá «a Dios rogando y con el mazo dando». Al pueblo, claro.