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J.J. Abrams dinamiza y revive la space-opera con «Star Trek: En la oscuridad»

El relevo para Lucas y Spielberg se llama J.J. Abrams, porque es el único cineasta actual que puede reunir creatividad y capacidad de espectáculo, conquistando a la crítica y al gran público. Su revitalización de «Star Trek», y pronto hará lo propio con «Star Wars», se basa en un profundo conocimiento del cine de los 80 y de las series televisivas de los 60 que lo inspiraron. La decimosegunda película de la entrañable saga trekkie asegura la aventura y la emoción.

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Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

J.J. Abrams ha devuelto las señas de autoría al cine de espectáculo, convirtiéndose en el esperado heredero de Lucas o Spielberg. Con su genial largometraje «Súper 8» ya trazó el ADN generacional que nutre su obra, con esas películas de los 80 que se inspiraban a su vez en las series televisivas de los 60.

En la decimosegunda entrega cinematográfica de «Star Trek» se puede apreciar la esencia creativa de la serie original ideada por Gene Roddenberry hace casi cincuenta años, a la vez que sale a relucir su parentesco con otros productos no menos icónicos, sobre todo los de Irwin Allen, ya sea «Viaje al fondo del mar» o su posterior «La aventura del Poseidón».

El saludo «trekkie»

Hay un solo momento en el que J.J. Abrams utiliza de manera muy significativa el saludo trekkie, intercambiado por Spock y Kirk en la escena más dramática y emotiva del metraje. Tomado como gesto simbólico, que no está ahí por casualidad, puede ser interpretado como un guiño sutil a los fans más inteligentes de la saga, mientras que es posible que pase desapercibido para los que van más de boquilla. Un gran cineasta no hace películas para el espectador convencido, razón por la que J.J. Abrams piensa primero en el gran público, de tal forma que «Star Trek: En la oscuridad» se presta a ser disfrutada por quienes desconozcan las entregas anteriores o su germén televisivo.

No obstante, parece lógico que los trekkies quieran ir de enterados, adelantándose incluso al estreno de la película. Por eso ya divulgaron en Internet una de las claves argumentales de la nueva aventura, que la relaciona directamente con «Star Trek II: La ira de Khan», realizada por Nicholas Meyer en 1982. También se entiende, debido a que lo que ha hecho Abrams es la secuela de un reboot o relanzamiento del original. De ahí que el paralelismo esté muy bien traído.

Se ha rumoreado que Abrams se ha servido de esta superproducción de 190 millones de dólares para ensayar la trilogía final de «Star Wars», introduciendo reflejos en la iluminación muy de Spielberg, y un tono de space-opera a lo «El imperio contraataca». Por no hablar de persecuciones que recuerdan a «Indiana Jones», habida cuenta de lo chocante que resulta en una ambientación futurista una carrera a pie. Quienes corren por las calles del San Francisco del mañana son Spock y el villano de la función. Precisamente, los personajes correspondientes a las mejores interpretaciones de registro shakespearino. Si Zachary Quinto se erige en digno sucesor de Leonard Nimoy, como rival Benedict Cumberbatch no tiene precio, a pesar de lo mucho que cuesta dejar de ver en su rostro reflejado al moderno Sherlock Holmes televisivo. Está de miedo.

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