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La segunda parte de «Gru» revela el producto familiar que había dentro

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M.I. | DONOSTIA

Que el estudio Illumination intenta copiar a Pixar queda claro desde el mismísimo logo animado del principio, y si ya en concreto hablamos de la saga “Gru”, no cabe duda de que la pequeña de las niñas adoptadas por el villano, la más graciosa de las tres, es clavadita a la Boo de “Monstruos S.A.”. En cambio, dicen que los Minions, que tendrán pronto su propio largometraje, están sacados de un videojuego.

Aun reconociendo que la originalidad no es el fuerte en Illumination, sí que son los que más trabajan la caricatura a partir del diseño de personajes, y, parece ser, que lo hacen basándose en las voces de los intérpretes. Es decir, que para crear a Gru, han trabajado sobre los diálogos dichos en la versión original por Steve Carell, asociación vital que se rompe con el posterior doblaje de Florentino Fernández.

En cualquier caso lo más meritorio sigue siendo esa gestualidad tan simpática, que explica los 543 millones de dólares recaudados por la primera parte. Gru en la segunda actúa ya como un padrazo, hasta el punto de que ha decidido dejar de ser un villano para dedicarse a la vida familiar, con sus niñas, sobre todo Agnes, pidiéndole una madre. Por lo pronto deberá colaborar con la bondiana agente Lucy Wilde, para desenmascarar al nuevo villano que ha tomado el relevo a la hora de asustar a las gentes de bien.

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