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Decantarse, retratarse, sin humo ni espejos

La apuesta del Estado por reactivar las macrorredadas y perpetuar la fuerza armada como talismán para la política tiene implicaciones de largo alcance: marca territorio, avisa a navegantes con su estilo propio o, mejor, lo muestra tal como es, bruto, inmaduro y sin voluntad para respetar que la nación vasca decida libre y democráticamente su futuro. Con múltiples escapes de agua y al borde del colapso, repite jugada. Como con la ofensiva que lanzó con el llamado «espíritu de Ermua» por bandera, la operación contra Herrira repite esquema y apunta alto. Más allá de este o aquel auto judicial, persigue que el soberanismo no articule un proceso unilateral con la sociedad vasca que supere topes y suelte los puntos de soldadura con la subordinación y la dependencia. Y que, como ha declarado Arnaldo Otegi, abra un segundo gran frente tras Catalunya.

Aunque tardó, el PNV entendió entonces qué buscaba Mayor Oreja con su ofensiva. Comprendió que empezaron ilegalizando organizaciones de la izquierda abertzale pero que su verdadero objetivo era el abertzalismo, cortar de raíz cualquier convergencia soberanista que llevara a este país desde donde está hasta donde merece estar. La jugada de Fernández Díaz es la misma que la de Mayor Oreja, sus armas son iguales, su objetivo final es el mismo. El PNV, ahora, prefiere ponerse de perfil, repartir culpas y firmar con el PSE un acuerdo de carácter estratégico. Así, ofrece colchón y afila la espada de una Justicia española que hace de la venganza contra el independentismo vasco un fin en sí mismo. Esa es su decisión. Esa su responsabilidad. Y a los ojos de amplios sectores soberanistas, algo imposible de difuminar entre humo y espejos que distorsionen la realidad.

Pero la opción que ha tomado clarifica el escenario. Decantarse es retratarse, y el PNV lo ha hecho en alta resolución, en el mismo plano que el Estado. Corresponde a los sectores soberanistas, además de tomar nota, articular voluntades y proyectarlas en el espejo que ahora cuenta: el de la fuerza vibrante de la sociedad vasca.

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