El Sindicato de Médicos Sudaneses ha cifrado en 210 los muertos en la represión de la revuelta popular que comenzó hace dos semanas y cuyo detonante fue la subida del precio de los combustibles. El presidente del sindicato, Ahmed al Seij, detalló que la mayoría de los fallecidos presentaban heridas de bala en la cabeza y en el pecho, y denunció que las fuerzas de seguridad han obligado a los familiares a firmar certificados de defunción por «causas naturales».

Acusó, asimismo, a las Fuerzas de Seguridad de detener a personal sanitario, sobre todo médicos, para impedir que revelen a los medios de comunicación el balance real de víctimas y las causas de su muerte.

En su primera comparecencia desde que se iniciaron las protestas, el ministro de Interior, Ibrahim Mahmud Hamad, redujo el balance a 34 muertos, 500 heridos y más de 700 detenidos.

La revuelta comenzó el 23 de septiembre, cuando el Gobierno de Omar Hassan al-Bashir anunció su decisión de eliminar los subsidios a los combustibles, lo que en la práctica ha duplicado el precio de los mismos.

Mayores protestas en 20 años

A lo largo de estos quince días se han celebrado manifestaciones multitudinarias en Jartum y otras ciudades cercanas, con una importante presencia de estudiantes universitarios. Los analistas coinciden en que el presidente al-Bashir, quien llegó al poder tras un golpe de Estado hace 25 años, se enfrenta a un momento crítico. A principios de 2011, de la mano del estallido de la llamada Primavera Árabe, Sudán vivió protestas pero fueron menores en intensidad y no se prolongaron en el tiempo.

El año pasado, coincidiendo con el aniversario de la llegada al poder de al-Bashir (30 de junio) se produjeron también manifestaciones de protesta contra la reducción de los subsidios a los combustibles.

El malestar persiste y las nuevas protestas apelan ya a la corrupción del régimen y a la inflacción, que ha depreciado la libra sudanesa en más de la mitad de su valor frente al dólar en el mercado negro.

Los manifestantes no se ven representados por la oposición, que ha tratado de forzar un acuerdo con el Gobierno advirtiendo de que «la revolución de los hambrientos está a punto de invadir el país y será muy destructora». Miedo que comparte toda la clase política.