GARA > Idatzia > Mundua

Argentina poselectoral

El kirchnerismo exhibe su desgaste y arranca la carrera presidencial

El Gobierno perdió en 13 de las 24 provincias, entre ellas su bastión, Buenos Aires, y las cuatro mayores que le siguen, aunque logró mantener una exigua mayoría absoluta gracias al remanente del triunfo de 2011. Massa, Scioli y Macri, los nombres que ya suenan para la sucesión.

p026_f01_140x100.jpg

Daniel GALVALIZI Periodista

Pese a los intentos oficiales por disimularlo, el Gobierno de Cristina Fernández -quien permanece en reposo médico- sufrió una dura derrota ante un electorado que le fue esquivo con números implacables, sobre todo si se compara con la gran victoria de 2011. En la Cámara de Diputados (que renovaba la mitad de sus miembros) la oposición ganó 80 bancas mientras que el kirchnerismo obtuvo 47, venciendo solo en 11 de las 24 provincias (en 2011, en 23).

En el Senado la situación fue más favorable, ya que se renovaba en un tercio (en distritos afines al kirchnerismo como provincias patagónicas o del norte) y ganó 14 escaños mientras que la oposición cosechó 10, aunque el Gobierno se quedó con una exigua mayoría absoluta de un solo senador. En la Cámara Baja pasa algo similar: suman 130 de los 257 escaños y solo gracias a sus aliados provinciales.

Caída en Buenos Aires. El bastión del kirchnerismo ha sido siempre la provincia de Buenos Aires, con el 35% del electorado. Pero esta vez irrumpió en escena el exjefe de Gabinete de Fernández, Sergio Massa, exitoso intendente de un suburbio al norte de la capital que buscó la diputación como un trampolín para la Presidencia en 2015.

Massa, representante de un peronismo más de centro y con discurso desideologizado, repitió durante toda la campaña dos cosas que el electorado de la provincia más grande del país quería escuchar: combate contra la inseguridad y contra la inflación (que ronda el 20% anual).

Su estilo no confrontativo y su tenaz resistencia a contestar a las críticas de parte de sus rivales le otorgaron una victoria contundente de 44%, superando al candidato kirchnerista, Martín Insaurralde, por más de 11 puntos.

Massa fundó el Frente Renovador que por ahora es solamente provincial pero buscará expandirse durante el año que viene a todo el territorio. Aunque de renovador tiene poco, ya que a pesar de algunas excepciones sus filas están integradas por peronistas exkirchneristas como él, que quieren pelear la sucesión de Fernández y comparten con ella varios de sus defectos.

El Gobierno tuvo así en su bastión una derrota mucho más profunda que la de 2009 al perder el 22% de los votos con respecto a 2011. Uno de los motivos es el agotamiento de una forma de hacer política que muestra cómo una Administración que supo ser incluyente en lo social y económico se convirtió en profundamente excluyente en lo político.

Desde la muerte del Néstor Kirchner, jefe del proyecto gobernante incluso durante la Presidencia de su esposa, el kirchnerismo se peleó con la mayoría de sus sectores aliados, se encerró en sí mismo y buscó reemplazar viejos cuadros políticos por jóvenes nucleados en la agrupación juvenil La Cámpora, con poca experiencia en gestión y demasiada audacia, lo que para muchos dirigentes propios y ajenos denotó una soberbia que espantó votos independientes.

El sistema de poder kirchnerista no logró digerir en su seno los problemas económicos acuciantes desde 2012, como inflación y falta de dólares por el gigantesco déficit de balanza comercial producido por la importación de energía cada vez mayor, pese a ser una nación rica en petróleo, gas y recursos renovables.

En su discurso, el kirchnerismo fue endogámico y no supo ganar otros adherentes más allá del fiel 25% de electorado cautivo. No presentó tampoco una idea-fuerza para el futuro (no hubo una sola propuesta de ley para los próximos dos años de legislatura) y se paró en retrospectiva, reclamando un plebiscito por lo hecho en la década pasada. Le dejó así a la oposición todo el espacio para mencionar críticas y soluciones ante problemas que para el ciudadano de a pie son innegables.

La batalla por la sucesión. Los resultados echaron por tierra la esperanza de algunos kirchneristas del núcleo más duro: la posibilidad de una posible reforma constitucional que avale otra reelección de Cristina Fernández. Sepultada esa posibilidad, al menos por vías legales, los opositores acusaron recibo y comenzaron a mirar hacia 2015, especialmente desde el espectro peronista.

Massa se posicionó como el primer presidenciable. Con una liga de más de 20 alcaldes que lo sustentan, ya cosechó apoyos de varios sectores sindicales y de referentes peronistas, algunos de prestigio como el exministro que sacó a la Argentina de su peor crisis en 2002, Roberto Lavagna.

Pero Massa tiene enfrente a Daniel Scioli, gobernador de Buenos Aires, que sería, según los sondeos, el candidato presidencial más votado si las elecciones fueran mañana. De perfil enigmático y diferenciado del kirchnerismo -especialmente por su alianza silenciosa con el Grupo Clarín, enemigo del Gobierno-, Scioli pugna por ser el elegido por Fernández para sucederla y lograr así el apoyo de la estructura gubernamental para la carrera presidencial, incluyendo a gobernadores afines.

Pero fuentes del kirchnerismo más duro, que ven en Massa y Scioli a dos exponentes que buscarán borrarlos del mapa político, intentan ponderar otras opciones, como la de los gobernadores de Entre Ríos, Sergio Urribarri, o de Chaco, Jorge Capitanich.

Desde la vertiente no peronista, se consolidan otros dos polos de atracción de votantes. El primero, el de los socialdemócratas, una alianza entre la histórica Unión Cívica Radical, el Partido Socialista, la Coalición Cívica y otros partidos minoritarios, cuyos mayores exponentes son el excandidato presidencial Hermes Binner y el exvicepresidente Julio Cobos.

El segundo y más minoritario es el Pro, que con epicentro en la Alcaldía de la capital argentina y conducido por el ya anunciado candidato presidencial Mauricio Macri intenta trascender como una tercera vía de centro y liberal, aunque aliada en el interior a sectores conservadores y peronistas.

La sorpresa la dio el Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT), una alianza nacional de partidos trotskistas que conquistó tres diputados en diferentes distritos y varios parlamentarios provinciales, en lo que puede interpretarse como un premio a la coherencia entre discurso y praxis y a su incansable resistencia frente a los partidos mayoritarios.

Con todo, Argentina parece moverse al centro del espectro ideológico, con un electorado que busca pragmáticamente a quienes le resuelvan sin un discurso de crispación la serie de problemas que parecen enquistarse en el tiempo, sea por omisión o por incapacidad. Tal vez por ello la larga carrera hacia 2015 ya ha comenzado.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo