La última película de Robert Redford se estrena con cierto retraso, debido a la fría acogida crítica que tuvo en su presentación, fuera de concurso, en la Mostra de Venecia hace dos ediciones. No se puede evitar sentir decepción, porque el actor y cineasta desperdicia la oportunidad de volver a sacar a la palestra un tema tan relacionado con la memoria histórica como el del grupo activista de los 7o Weather Underground.

El tema de la clandestinidad izquierdista en los Estados Unidos fue tratado con mucho más realismo por el maestro Sidney Lumet en la película de 1988 «Un lugar en ninguna parte», donde se describía la vida de una familia de antiguos militantes obligada a huir de la persecución policial a través de los años.

Redford, más que hablar de los clandestinos, retrata a las personas obligadas a cambiar de identidad para ocultar su pasado activista. Sus personajes son antiguos miembros del grupo Weather Underground que llevan otra forma de vida totalmente aburguesada, contraria a los principios que defendieron en su día.

A pesar de que Weather Underground, también conocidos como Weatherman, eran un grupo pacifista que se manifestaba contra la Guerra Vietnam, en la película se les imputa un delito de sangre durante el atraco a un banco. Supongo que esa licencia ficcional procede de la novela original de Neil Gordon, pero parece servir únicamente para justificar la persecución a la que estos ya septuagenarios son sometidos treinta años después de los hechos.

Quien prefiera conocer la verdad hará mejor en ver el recomendable documental realizado en el 2002 por Sam Green y Bill Siegel, y que se titula, como no podía ser de otra forma, «The Weather Underground».

Por edad, ya que tiene 77 años, Redford se ajusta al papel. Es su comportamiento el que no casa con el estado físico que se le supone a alguien tan mayor. No para de correr y se atreve con las escenas de acción, aparte de que aparece como padre de una niña de once años, de la que podría ser su abuelo.

El resto de veteranos colegas que completan el nutrido reparto tienen breves apariciones episódicas, salvo Julie Christie, imposible de creer como revolucionaria. Ella tiene la clave del caso.