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Arantza Santesteban Historialaria

Identidades múltiples

Es necesario que la identidad no sea el único camino por el que transitar, sino que sean los objetivos políticos compartidos los que nos unan. Ahí existe una gran riqueza que explorar, la búsqueda de una identidad amplificada

Nací en Córdoba, en Soria, en Fuentes de Andalucía (Sevilla), y vivo en Cornellá, en Hospitalet de Llobregat, en Martorell». Así empieza el video de la campaña «Súmate» que da voz a personas nacidas en diferentes regiones del Estado y que actualmente viven en el área metropolitana de Barcelona. A lo largo del video vemos a estas personas que están a favor de la independencia de Catalunya reconociéndose en una dualidad identitaria que va desde la mezquita cordobesa o la cecina de León hasta la adhesión a algunas de las cuestiones que consideran representativas de la idiosincrasia catalana, como el esfuerzo, la lucha por lo propio o el Camp Nou. Hasta aquí, el citado video provoca en una vasca como yo esa sensación llamada «rotura de esquemas». Y es que, obviando la deriva por la que posteriormente sigue el documento, alegando principalmente la razón económica para apoyar un futuro estado catalán, una se queda a cuadros viendo a personas que se sienten españolas y catalanas a la vez, que hablan en castellano con sus respectivos acentos y que reivindican con gran optimismo el proyecto independentista. La grandeza del video es el potencial que redimensiona la independencia no solo como una opción en términos de identidad, sino también en términos de eficacia política. El problema es que la independencia, en este caso, no va acompañada de un proyecto político transformador que asegure que se vaya a vivir mejor. No es la gestión localizada lo que asegura los derechos sociales y el buen vivir de las personas, sino el modelo de gestión que se aplica.

«Gure Esku dago» es otro de los videos que circulan por la red con un gran número de visitas. En él se muestra a una serie de personas reivindicando el derecho a decidir de Euskal Herria. En este caso, no parece que, más allá de lo «simbólicamente» vasco -valles verdes, caseríos, ikastolas y el euskara-, haya referencias a la diversidad cultural e identitaria. Se podría concluir -quizás una vasca como yo nacida aquí no, pero el padre de un amigo que es de origen extremeño, tal vez sí- que el derecho a decidir es una necesidad que atañe al conjunto de personas que comparten una única identidad, la vasca.

En cualquier caso, estos dos son relatos que visualizan la necesidad de articular hegemonías políticas y sociales a favor de la construcción de un estado propio. Y es que necesitamos esa hegemonía para construir una estructura política propia basada en valores antagónicos al capitalismo. Antonio Gramsci decía que el momento de la hegemonía es aquel en el que se pasa del particularismo a lo universal. En la construcción de esa hegemonía universal, sin embargo, es necesario que la identidad no sea el único camino por el que transitar, sino que sean los objetivos políticos compartidos los que nos unan. Ahí existe una gran riqueza que explorar, la búsqueda de una identidad amplificada, que no parta desde el sentimiento y llegue a la pertenencia nacional, sino que busque en aquello que nos une -clase, género, diversidad de orígenes y de lenguas- un sinfín de experiencias que harán del proyecto independentista un lugar común mucho más interesante y habitable.

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