Occidente amenaza con sanciones tras el fiasco de su «revolución» en Bielorrusia
·Lukashenko felicita al pueblo por su reeleccion y denuncia planes extranjeros para derrocarle
Con una sola voz, Occidente ha salido al paso del anuncio de la abultada victoria del actual presidente bielorruso, Alexandre Lukashenko. EEUU y la UE amenazan ya con sanciones, mientras Rusia y sus aliados de la CEI validan su victoria. El guión registrado en Georgia y en Ucrania se repite, pero todo apunta a que la oposición no suma siquiera ni la suficiente fuerza para ser llevada por Occidente en volandas hacia una nueva «revolución de colores». Pese a sus duras críticas, tanto la OSCE como el Consejo de Europa reconocen el importante sostén electoral al eterno presidente bielorruso.
BRUSELAS
La Casa Blanca afirmó que los comicios se celebraron «en un clima de miedo» y exigió su repetición. La OTAN aseguró que las elecciones «no han respetado las normas democráticas euroatlánticas (sic)».Para la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE), no cumplieron los requisitos de «libertad y justicia». El Consejo de Europa no dudó en hablar de «farsa». Tanto la Casa Blanca como los ministros de Exteriores de la UE evocaron la posibilidad de nuevas sanciones contra el Gobierno de Alexandre Lukashenko, quien tras doce años en el poder, venció, según la Comisión Electoral Central, con un abultado 82,6% de los votos. Lukashenko comenzó su comparecencia constatando que «la revolución de la que tanto se habló fracasó» y, en referencia al pueblo bielorruso, señaló que «ha demostrado que es el que manda aquí». Se felicitó por su reelección «pese a los dictados del extranjero» y acusó a Washington, Bruselas y Varsovia de intentar derrocarle. Preguntado por la amenaza de sanciones de la UE, contestó irónicamente con un «estamos totalmente desolados». El principal candidato de la oposición, Alexandre Milinkevich, denunció la «usurpación del poder» y volvió a llamar a sus partidarios a salir a la calle. Tras el cierre de los colegios electorales el domingo, Milinkevich y su aliado, Alexandre Kozouline, lograron reunir a miles de sus partidarios en la Plaza de Octubre de Minsk, escasos para llenar una explanada de dimensiones soviéticas.
«Manifestación de maricas»
La protesta adoleció de escasa organización y perseverancia, comparada con la que, en la vecina Ucrania, acabó con el triunfo de la oposición hace 16 meses. La televisión cifró en «5.000, 1.500 de ellos periodistas», los congregados en una «manifestación de maricas».«El invierno no durará», les animó la Presidencia austriaca de la UE, que denunció el «auto-aislamiento» de Minsk. Más allá de las diatribas occidentales, tanto la OSCE
que envió a 500 observadores a los comicios como el Consejo de Europa
reconocieron como muy posible que Lukashenko haya vencido en los comicios
al margen de la proporción y pusieron el acento en sus críticas a la tensa y accidentada campaña electoral.
Algunas claves de análisis, más allá del ruido y de los tópicos al uso
Dabid LAZKANOITURBURU
DONOSTIA Zona estratégica. Con 200.000 kilómetros cuadrados, Bielorrusia presenta un interés geoestratégico. Ruta de salida del gas ruso, alberga el principal rádar que vigila las actividades de la OTAN en toda la región. Historia. Con sus élites a caballo entre Polonia y Rusia, la revolución soviética (1917) acabó de atraer a la población bielorrusa, entonces casi totalmente campesina. Economía. Después de 1945, Bielorrusia superó el nivel económico de Rusia y se convirtió en uno de los centros industriales de vanguardia de la URSS, incluyendo una potente industria militar. Resistencia. Tras el colapso de la URSS, la oposición a la vieja nomenklatura vincula la idea de sacudirse el yugo ruso con el liberalismo económico. La mayoría de la población recela de la posible pérdida de los logros sociales soviéticos. El arribista. Lukashenko, otrora director de Sovjos (granja colectiva soviética) irrumpe con un programa mezcla de «nostalgias soviéticas», atracción por el «socialismo de mercado chino» y «liberalismo no caótico». El éxito. Bielorrusia no sufrió el cataclismo social de las otras ex repúblicas soviéticas. El mantenimiento de sus estructuras industriales y económicas, unido al restablecimiento de relaciones con aquéllas, le han evitado el derrumbe económico y despuntar con fuerza (9% de crecimiento el año pasado). Sostén electoral. Pese a perder el apoyo de parte de los comunistas en 1994 (los que reivindicaban «todo el poder a los soviets», y hoy aliados a la oposición liberal), Lukashenko cuenta con un incontestable apoyo electoral (al margen de sus victorias a la rumana), que incluye a amplios sectores comunistas. Autodeclarado «ortodoxo ateo», se apoya en la Iglesia ortodoxa rusa. Represión. Sus métodos innegables de control y represión políticas no difieren de los aplicados en la mayoría de los países ex soviéticos y en muchas partes del mundo. Presión creciente. En el punto de mira de EEUU y sus acólitos europeos, Lukashenko aguantó el embite en las presidenciales de 2001 con el cadáver político de Slobodan Milosevic aún caliente. Hipocresía. El país no se pliega a sus exigencias de privatización salvaje, coopera con países como Irán o Venezuela y exporta, con precios bastante competitivos, al llamado tercer mundo. «Revoluciones». Escenario para una nueva «revolución de colores», los ejemplos recientes de Georgia y Ucrania despiertan recelos en la población, que conoce de primera mano los costos sociales de los modelos polaco y bálticos. Oposición. Tras elegir el azul tejano (y de la bandera de la UE), los jóvenes Bisontes no han logrado emular a sus mentores del Otpor serbio. Su candidato, Milonkevich, es oriundo de la parte occidental, en manos de Polonia hasta su anexión en la Segunda Gran Guerra. Rusia. No es cierto el alineamiento sin fisuras con Moscú. Putin recela de la tercera vía «local» de Lukashenko, no rusófobo pero que se desmarca de la rusofilia.
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