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Gara > Idatzia > Jendartea 2006-04-24
Paco FERRANDIZ | Profesor encargado del Area de Antropología en la FICE de Deusto
«Las exhumaciones abren un discurso público acerca de lo que no se habla»
El antropólogo Paco Ferrándiz asegura que las exhumaciones pueden revelar varios «secretos» de lo acontecido en la Guerra del 36. Más allá de lo que puedan aportar los datos rescatados de una fosa común, destaca la importancia de atender al testimonio de los testigos porque, según dice, muchos nunca fueron capaces de narrar lo sucedido.

Recién llegado de Ciudad Real, el profesor Paco Ferrándiz nos muestra el punto de vista antropológico de las exhumaciones. Mediante la ponencia “Memorias fugitivas de la Guerra Civil”, retrata la incidencia que tiene en un pueblo volver a los recuerdos casi olvidados. Asegura que las sensaciones que surgen al abrir una fosa común y proceder a la exhumación son inexplicables. Aun así, el antropólogo se esfuerza en transmitir lo que él ha visto y sentido.

­Su ponencia lleva el título “Memorias fugitivas de la Guerra Civil”. ¿Por qué fugitivas?

Porque me estoy refiriendo a una cultura del silencio, del miedo y del terror, que fue establecida por los aparatos del Estado durante la dictadura. Y estoy hablando de que son un tipo de memorias que no han tenido posibilidad de una expresión coherente. La metáfora de fugitivas es, de alguna manera, para referirse a las memorias que han logrado infiltrarse por los resquicios del miedo y del silencio del olvido.

­¿Qué ocurre cuando en un pueblo se abre una fosa común?

Algunas exhumaciones están más vinculadas a un pueblo que otras. Hay fosas que están cerca de los pueblos pero que no contienen a personas de esos pueblos, hay veces que la exhumación está a varios kilómetros del pueblo y no ha tenido mucho impacto... Las situaciones son muy diversas, pero yo lo que he visto es que básicamente la gente que ha tenido que callar durante varios años tiene una oportunidad pública de expresar su experiencia.

­Para los familiares de los fusilados, ¿supone una liberación, surge el dolor del recuerdo o suceden ambas cosas a la vez?

Para los familiares tiene un claro efecto catártico, sobre todo por el proceso de saber que tu hermano, tu padre o tu tío está tirado en una cuneta. De repente puedes recuperar su cuerpo, obtener más datos sobre lo que sucedió, tener una legitimación política para la recuperación de ese cuerpo y gestionar el duelo. Porque las familias son básicamente las que deciden cómo ha de hacerse la reinhumación del cadáver o la incineración, en su caso. Sí hay un elemento catártico, pero hay mucho más; además del nivel individual, también tiene un efecto importante en la sociedad, que la recorre como una vibración. Además, afecta de distinta manera a distintos tipos de colectivos.

­Habrá familias que han mantenido casi en silencio estos sucesos. ¿Cómo les afecta la exhumación?

Es común el silencio o el secreto público, es decir, todo el mundo lo sabe, pero no se habla o casi se susurra en contextos muy familiares. Hay gente que todavía tiene incrustada en la estructura íntima de los sentimientos este miedo, sobre todo la gente que es muy mayor y ha sufrido la represión. La mayor parte de la gente de los pueblos sabe más o menos dónde está la fosa y sabe también más o menos lo que sucedió. Otra cosa es que no haya habido una oportunidad de convertirlo en un discurso público. Y eso es lo que sucede cuando se abre una fosa y comienza la exhumación.

­Hay quien opina que sólo sirve para reabrir viejas heridas.

Claro, es normal que haya gente que piense así, sobre todo gente que pertenece a un estrato político que está próximo históricamente a la Guerra Civil. Creo que es fácil entender que ellos, partiendo desde su punto de vista, piensen que lo que hacemos es reabrir viejas heridas, puesto que su herida ya estuvo solucionada en tiempo y forma. Pero, dentro de que a mí me parezca normal, no lo acepto. No me parece aceptable desde una postura ética. Ahora, también nos hemos encontrado en algunas exhumaciones con gente señalada del PP que tenía familiares en el interior de las fosas comunes. Pero esas situaciones suelen ser bastante diferentes.

­¿Qué muestran las exhumaciones que no pueda mostrar la historiografía?

Nosotros prestamos mucha atención a las fuentes porque estamos allí, dispuestos a escuchar lo que nos quieran contar. Entonces, ahí tenemos una serie de testimonios que obviamente tienen una fuerte carga de subjetividad, porque tienen que ver con emociones y con recuerdos de algo que pasó hace muchísimo tiempo. Lo que pasa es que nosotros tenemos instrumentos para poder analizar contextualmente de una manera adecuada este tipo de mensajes. La historiografía nos enseña muchísimo sobre la dinámica de la represión, y nosotros creo que tenemos también datos que aportarle. Los datos ­digamos, fehacientes­ de la represión, están inscritos en los propios cuerpos que son recuperados. Y eso también les interesa a los historiadores.

­En su opinión, ¿qué puede aportar la reconstrucción de la memoria colectiva?

¿Por qué la Ley de Amnistía en el año 77 y una intervención política tan modélica, entre comillas, como fue la transición, no han conseguido contener este tipo de memorias que han acabado por filtrarse de una manera tan fuerte a la sociedad civil? ¿Por qué los apaños políticos que se hayan podido hacer no han conseguido detener este torrente que desbordó las puertas? Una cosa que es muy importante, en mi opinión, es que es básicamente la generación de los nietos de los represaliados la que está llevando a cabo ese proceso. Es significativo que se haya saltado una generación que ha vivido la posguerra y ha aceptado la transición. Pero hay una generación que no participó en esos pactos políticos y que no está de acuerdo en cómo se llevaron a cabo. Yo creo que es algo relevante y que muestra la necesidad de reconstruir esa memoria. -


 
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