No hay rosas sin espinas. Las espinas no acaban siempre en rosas. Muchas veces nos rodean las espinas mediáticas y quedamos enredados en nuestra estupefacción. El libro es un objeto que puede contener la poesía más lírica o las proclamas de las ideologías más horrorosas. No existe ninguna contradicción entre libro y televisión. Además los aparatos del siglo pasado estaban pensados para dejar el jarroncito con las rosas encima de su lomo superior. Los nuevos electrodomésticos se han independizado. Solamente sirven para contener virtualidades audiovisuales en movimiento. Hasta el sonido nos llega por otros aparatos. Los fines de semana son días televisivos de segunda intención. Los deportes nos colapsan las neuronas. Los programas de cotilleos nos soliviantan. Los noticiarios son lamentables. Las programaciones cinematográficas, irregulares. Las series de tipo familiar, es decir para nadie. Nos quedan las mañanas religiosas. Las tardes mortecinas, las noche de añoranza. O las cadenas de pago. O de medio pago. Porque la famosa y esperada TDT, Televisión Digital Terrestre, va a un ritmo menor. Y lo que nos anuncian es bastante horripilante porque aseguran que no vamos a poder obviar los anuncios publicitarios como se esperaba. Será obligatorio, es decir nuestra posibilidad de interactuar va a ser minorizada. Simplemente un jueguecito. Lo bueno es hacerse cada cual el plan y pasar de todo lo que no nos guste. Ir directamente a la materia deseada. Esto debería poder hacerse con los noticiarios. Quitar a los políticos, por ejemplo, sería deseable. Desde Marbella a Barcelona, de Sevilla a Barañain, todo viene rezumando aguas turbias, corruptelas o corrupciones, financiaciones, desvíos presupuestarios, misteriosas acciones que son difundidas al instante por el coro mediático del aznarismo con intenciones de cortar la esperanza. Debemos acostumbrarnos a convivir con estas intoxicaciones constantes, porque los intereses no son simplemente electorales sino económicos y de mantener el poder y sus resortes. Lo ponen los libros de historia, los de gastronomía y hasta los de autoestima. Espinas y rosas. Y billetes de quinientos euros. -