KATMANDU
El Parlamento nepalí celebró ayer la primera sesión plenaria desde hace cuatro años, después de que el rey Gyanendra se viese obligado a devolverle sus poderes el pasado lunes tras 19 días de huelga general y una veintena de muertos por la represión policial.
Alrededor de 200 parlamentarios del total de 205 asistieron a la sesión. La oposición que agrupa a siete partidos políticos incluidos varios que no dudaron en su día en colaborar con el régimen monárquico absoluto, se ha marcado como objetivos organizar las elecciones para una Asamblea Constituyente y comenzar un proceso de paz con la guerrilla maoísta, que controla alrededor del 50% del territorio nacional.
La guerrilla declaró el pasado miércoles un alto el fuego unilateral de tres meses como muestra de buena voluntad y para dar una oportunidad al resto de la oposición para que encare un verdadero proceso democrático.
La guerrilla, forzada a un levantamiento armado tras un golpe de estado real que disolvió el triunfo comunista en las urnas en 1994 levantamiento duramente contestado por el Ejército nepalí y que ha costado 13.000 vidas, exige la convocatoria de elecciones a una Asamblea Constituyente, con el objetivo de convertir a Nepal en una república democrática.
El Departamento de Estado de EEUU, que junto a la presión de la vecina India fue crucial para forzar la marcha atrás del rey Gyanendra, ha abogado en público por que la Carta Magna mantenga la monarquía, asignándole «un rol ceremonial», lo que en el argot de la teoría política occidental supone que el rey se convierte en una suerte de institución-dique para impedir cambios políticos y sociales reales.
La asamblea de Nepal fue constituida por última vez en 1999, con los maoístas en plena ofensiva armada y la victoria del partido del Congreso Nepalí (CN), y permaneció activa hasta su disolución por Gyanendra el 22 de mayo de 2002.
Fue el entonces primer ministro e histórico del CN aunque protagonizaría una escisión interna, Bahadur Deuba, quien aconsejó al rey que disolviera el Parlamento.
El monarca, aupado al poder un año antes tras una sangrienta reyerta palaciega que acabó con casi toda la familia real muerta protagonizada por su sobrino, pero organizada por él mismo, según un secreto a voces, tomó todas las riendas del país hasta su reciente derrota por la movilización popular.
Se esperaba que el monarca invistiera al nuevo primer ministro, Girija Prasad Koirala, que se encuentra aquejado de una infección de pulmón, lo que obligó posponer la ceremonia.
El pasado de Koirala, de 84 años, invita a todo menos a esperar la emergencia de un nuevo Nepal.