Sanprudentzio jaiak Araban
Cumpliendo con la tradición
Fueron miles las personas que, desafiando al frío, se acercaron ayer hasta las campas de Armentia para honrar al patrón de los arabarras: San Prudencio. Grandes y pequeños disfrutaron de las actividades que se celebran año tras año: la procesión y misa por el santo, la actuación de danzas, el deporte rural o la verbena popular. El buen ambiente reinó durante toda la jornada.
El cielo amenazaba con descargar agua. Nada fuera de lo común si se tiene en cuenta que a San Prudencio se le conoce como el santo meón. El tiempo reinante, sin embargo, no apaciguó el ánimo de los arabarras y durante todo la jornada fueron miles las personas que se acercaron hasta las campas de Armentia. Eso sí, bien abrigados, ya que el termómetro no superaba los diez grados al mediodía, y con el paraguas en la mano, por si acaso.La imagen del patrón de Araba, que amaneció repleta de flores, fue una de las grandes protagonistas. Eran muchos los gasteiztarras éstos generalmente suelen acceder a la zona por el paseo del Santo que hacían un alto al final del camino para contemplar durante unos instantes la estatua. No sólo eso; familias enteras aguardaban pacientemente a que llegase su turno para poder sacarse una instantánea junto al santo. Unos metros más adelante decenas de puestos exponían los mejores productos artesanos, la gran mayoría llegados desde distintos rincones de Euskal Herria. Una tarea, la de observar y comprar, que a medida que iban pasando las horas resultaba cada vez más complicada. Así, una vez concluida la tradicional misa celebrada en la basílica en honor a San Prudencio y el posterior aurresku bailado en el exterior del templo religioso, era casi imposible poder divisar algo entre la multitud que se amontonaba en los paseos en los que se encontraban instalados los puestos, que estaban amenizados por el sonido de trikitixas y panderos. La repostería fue, una vez más, una de las más reclamadas en Armentia. Tras degustar, de forma gratuita, un pequeño pedazo de pastel vasco, eran muchos los que se animaban a adquirir una pieza entera. De qué estaba relleno era lo de menos, la variedad iba desde la tradicional crema o chocolate, a la cada vez más presente mermelada de frambuesas.
Talo y sidra
A su lado, las conservas de Lodosa, los embutidos varios, el queso Idiazabal a cambio de unos 14 euros, los productos garrapiñados artesanos o tres docenas de pimientos de Gernika por 3,50 euros. Tanta exquisitez hizo que se abriese el apetito de muchos de los presentes. Algunos decidieron degustar un buen talo de txistorra, acompañado de un vaso de sidra o Rioja, o unos churros mientras paseaban entre los expositores. Otros optaron por aguantar una interminable cola para hacerse con uno de los miles de txori-pinchos que se repartieron en medio de las campas.Las degustaciones, no obstante, no concluían ahí. Como no podía ser de otra forma, los caracoles tampoco faltaron este año a la cita. La mayoría lo hacían acompañados de su inseparable y deliciosa salsa, elaborada a base de tomate, pimientos, jamón y chorizo. La actuación de los dantzaris de Araba Dantzarien Biltzarra y del grupo de danzas de la ikastola Armentia causó gran expectación entre el público. Los orgullosos padres y madres no dejaban pasar ningún detalle y no daban tregua, en ningún momento, a la cámara digital. Todo debía quedar bien reflejado para cuando todos juntos regresaran a casa. Mientras los dantzaris mostraban su destreza encima del escenario situado junto al templo religioso, los harrijasotzailes sudaban la gota gorda en las campas. Sabían que tenían que dejar el listón muy alto, ya que no se trataba de una simple exhibición. Estaba en juego el torneo Urrezko Aizkora de este año. Los castillos hinchables, el rocódromo y los talleres, por su parte, hicieron las delicias de los más txikis. Algunos de ellos habían dejado la ropa de diario en el armario para enfundarse el traje de neskita o baserritarra. La festividad del patrón del territorio, desde luego, lo merecía. Entre tantas actividades, poco a poco, se fue aproximando la hora de comer. Fue entonces cuando las verdes campas de Armentia, húmedas después de lo que había llovido la noche anterior, comenzaron a adquirir su tono habitual en este señalado día. Lo más precavidos no se olvidaron de meter en la mochila un plástico para no mojarse las posaderas mientras estaban sentados. Fueron los que menos. La mayoría se tuvo que conformar con una toalla e, incluso, nada.
EL encanto de las Campas
Era momento de relajarse y llevarse algo a la boca. Los más jóvenes, que tras una noche movida habían tenido pocas horas para dormir, optaban por un bocadillo, traído desde casa o comprado minutos antes en una de las múltiples txosnas que se instalan todos los años en las inmediaciones. Las familias, por contra, venían mejor preparadas. Algunas con mantel y todo. Predominaba el embutido, las tortillas de patata, unos filetes empanados y algo de fruta. Casi casi, como en un restaurante. Mientras llegaba la hora de la romería, algunos se recostaban para echar una pequeña cabezadita, si el viento norte que soplaba en las campas no lo impedía. Si no, unas cartas y asunto solucionado. Más de uno, no obstante, seguro que estaba escuchando la radio para conocer todos los detalles sobre el trascendental partido que jugaba el Tau Baskonia en Praga. Los jóvenes que habían pernoctado la noche anterior fueron llegando a primera hora de la tarde a Armentia para disfrutar del ambiente festivo. Con la verbena popular, de mano de Kresala, las campas de Armentia despidieron hasta el próximo año a sus visitantes. Muchos se marcharon antes de que ésta concluyese con el tiempo justo para llegar a la tamborrada infantil, que desde las 18.30 recorrió las principales calles de Gasteiz. La comitiva partió de Torre Doña Otxanda y tras dejar atrás la plaza de la Virgen Blanca y la Plaza Nueva, regresó al Palacio de la Diputación, donde terminó su recorrido. Al final, San Prudencio se portó y no llovió. Los arabarras tienen ahora el fin de semana para reponerse de tanto ajetreo. El lunes tienen otra cita ineludible. Esta vez, en el santuario de Estíbaliz. -
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