La descomposición de un régimen
El caso Clearstream ha llegado al punto en que merece y debe ser calificado de asunto de Estado. Por mucho que haya llenado páginas y páginas de periódico, hasta la fecha el caso de las supuestas cuentas en el extranjero de personalidades francesas era uno más a sumar a otros precedentes que con el referente del lucro personal o de partido han venido salpicando, a izquierda y a derecha, a los partidos más relevantes en el Estado francés. Cargos destacados de esos partidos se las han visto antes en tribunales, sin que la consecuencia directa de sus actos haya derivado en cambios fundamentales en el ámbito político e institucional. La V República ha tragado mil y un sapos, sin haber abordado por ello un proceso de reflexión a la altura de sus problemas. La corrupción con mayúsculas era ya un problema mayor antes de que Jacques Chirac se hiciera con éste su último mandato. De hecho, la reelección se presentó como la tabla de salvación para el líder gaullista, reclamado por los tribunales en el caso de los empleos ficticios de la Alcaldía de París. Chirac alcanzó, por tanto, el Elíseo perseguido por la sombra de la duda y, todo sea dicho de paso, valiéndose del miedo escénico de amplios sectores de izquierda, factor clave a la hora de interpretar su victoria frente a un Le Pen que anuncia que volverá a ser candidato, mientras se frota las manos por el descalabro gubernamental. La revelación de que el presidente podría poseer una nutrida cuenta secreta en Japón, con ser un dato más en la serie de revelaciones que tienen noqueado al gobierno del primer ministro Dominique de Villepin, tiene la significación de devolver la atención sobre el punto de origen de la trama. La renuncia del vicepresidente ejecutivo del gigante europeo de la aeronáutica EADS, Jean-Louis Gregorin, devuelve el caso a un estadio anterior, concretamente a las comisiones por la venta de fragatas a Taiwán. Ese escándalo, datado en los 90, apunta directamente hacia el presidente. El culebrón de intrigas palaciegas, con el tándem Chirac-De Villepin urdiendo una trampa para descabalgar como presidenciable a Nicolas Sarkozy, se muestra como un escándalo de corrupción en toda regla. De ahí que la deseable y quizás cercana salida de De Villepin no resuelva el problema de fondo que, a partir de la descomposición del régimen chiraquiano, certifica el agotamiento del modelo político-institucional de la V República. -
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