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Gara > Idatzia > Kultura 2006-05-11
festival de Nuevo Cine Europeo de Gasteiz
«Es difícil gustar a crítica y público, por eso me quedo con la gente»
El Festival de Nuevo Cine Europeo celebra su segunda edición en Gasteiz y, con motivo de su participación en la organización del mismo, Kepa Sojo ha decidido preestrenar su primer largometraje, «en esta ciudad que tanto me ha dado», dice. El «Síndrome de Svensson» se podrá ver mañana en los cines Florida.

Kepa Sojo aprovecha la segunda edición del Festival de Nuevo Cine Europeo de Gasteiz para proyectar su primer y esperado largometraje, “El síndrome de Svensson”. El laudioarra cuenta en su filmografía con los cortos “100 maneras de hacer pollo al txilindrón” (1997), “Looking for Chencho” (2002) y “Cuando puedas” (2003).

­Usted dice de su película «que es un film sin pretensiones». ¿Qué espera de él?

Hay dos ejes que justifican la película a posteriori: la crítica y el público. Es muy difícil contentar a ambos. Creo que es más interesante contentar al público que a la crítica. Si al público le gusta, tendrás más posibilidades de hacer una segunda, y, en cambio, aunque la crítica te ponga por las nubes, si nadie ha ido a verla, es bastante complicado hacer una segunda, porque los productores buscan la rentabilidad. Hago películas que me gustan y, si además le gustan a la crítica, perfecto. He hecho la película que me apetecía hacer, una comedia muy loca. Lo que quiero es situarme en este mundillo.

­¿Cómo se ha desenvuelto con una película de larga duración?, ¿ha encontrado dificultades respecto a dirigir cortos?

Dificultades, muchas. En los cortos existe el problema de la financiación, y eres tú el que te endeudas, pero es diferente si hablamos de un largo. Para esta película he trabajado con tres productoras, una de Valencia, otra de Gasteiz y otra de Madrid. Ha sido dificultoso llegar al consenso en el guión. No es escribirlo y ya está, sino que tiene que pasar mil filtros, pasar por las productoras, y también la autocensura que ponemos nosotros mismos. Se trata de una película que empezamos en 1999 y que, por fin, ya en 2006, vamos a ver. Son seis años de tu vida en los que te has dejado la piel y ha habido mil complicaciones en el proceso, así que, con que la gente mañana la vea y pase un rato divertido, me doy por satisfecho. En cuanto a la crítica, en ese sentido, en veinte minutos te puede destrozar la ilusión de seis años. Y creo que sería bueno que esto lo tuvieran en cuenta. Por eso también pienso en que deberían apoyar más al cine hecho aquí.

­Por lo que apunta, no fue coser y cantar. Desde las versiones del guión hasta la búsqueda de la productora... ¿En algún momento estuvo tentado de arrojar la toalla?

Uno no es de piedra y la verdad es que ha habido un montón de momentos en que te cuestionas dejarlo, pero eso se supera. Estuvimos a punto de empezar a rodar en 2004, pero al final, por razones económicas, no pudimos. Después empezamos a rodar y, tras unas cuantas semanas, tuvimos que irnos a casa. De repente me encontré con todo un verano por delante, sentado en el sofá viendo el lanzamiento de jabalina de la olim- piadas, de la mala cara que se me quedó. Tenemos narices, porque mira que meternos en esto, que te genera un estrés y un mal rollo absoluto, y sobre todo cuando yo tengo el año cubierto, porque soy profesor de la universidad. La enseñanza me da una tranquilidad absoluta y es muy estable, no como el cine, que es como un torbellino.

­El rodaje transcurrió en Cuenca y Valencia. ¿Por qué optó por esas localizaciones?

La idea inicial era la de que una gente viaja de Burgos a Laudio, mi pueblo natal. Pero luego entraron las productoras y cambiaron Burgos por Cuenca y Laudio por Xátiva, en Valencia. La verdad es que yo desde el inicio me mostré abierto y cambiamos de lugares. Además, viajar a Valencia suponía reencontrarme con Berlanga, y visitar Cuenca me recordaba el pueblo de “Bienvenido Mister Marshall”. Esta película fue el tema de mi tesis, por lo que no me importaron los cambios a ese nivel. Además, en Valencia tuve la oportunidad de estrenar y rodar en los Estudios de la Luz, y esto ya fue en sí todo un premio.

­Menciona a Berlanga, pero no es el único homenaje a la historia del cine que se recoge en su película. ¿Qué guiños hace al espectador?

Sí que hay guiños a películas conocidas por todos, como “Psicosis”, pero luego también a algunas que no son tan conocidas. Sin embargo, aunque el espectador no se quede con el guiño, se va a divertir igual, porque es una película para todos los públicos, tanto para el más cinéfilo como para el público más general. Se puede decir que está dirigida para chavales jóvenes de entre 18 y 38 años. Se trata de pasar un rato divertido, aunque sí que hay una pequeña reflexión sobre la soledad. Son personajes que deambulan de un lado a otro de la carretera y que se tienen que unir para sobrevivir, a pesar de que no peguen ni con cola.

­Tilda a sus personajes de absurdos y patéticos, ¿por qué?

Al fin y al cabo, me refiero al patetismo que tenemos todas las personas en nuestra vida, las actitudes que tomamos, las cosas con las que nos conformamos... Y todo esto está llevado al extremo. Está el bacaladero, el macarra de pueblo que va en busca de su novia, que se le ha escapado en la boda, y no lo hace porque le importe la chica en sí, sino porque lo ha dejado plantado; o el empresario, a quien su mujer le manga la moto, y a él le importa más la moto que la mujer. A ese tipo de patetismo me refiero. En cualquier caso, se les coge cariño a los personajes, porque son seres humanos, como todos. También están dos superpijas que son más tontas que un capazo, que son superficiales, pero buenas amigas. Es decir, se critica la superficie de los personajes, pero, luego, todos ellos tienen un puntazo.

­En esta película aparecen actores conocidos (Lluvia Rojo, José Sancho o Martxelo Rubio), viejos amigos que han colaborado en sus cortos anteriores (Fele Martínez o Alejandro Garrido) y caras desconocidas. ¿Cómo llevó el casting?

Repito con algunos que trabajan muy bien y que también comprenden muy bien mi manera de hacer las cosas. Por otro lado, la productora exigía una cuota de actores y técnicos de Valencia, al fin y al cabo, se rodaba allí y ponían dinero, lo que me pareció muy lógico. Fue una satisfacción encontrar actores y actrices nuevas a quienes espera un gran porvenir. Me encantó combinar caras conocidas con desconocidas, y dar una oportunidad a la gente, tal y como me están dando a mí la oportunidad de dirigir.

­Tras seis años de avatares, llega el día de la proyección ante el público...

La verdad es que las dificultades han surgido sobre todo en producción y postproducción. Durante el rodaje tuvimos semanas de pedo existencial, como digo yo, de estar en una nube. De repente, ver que lo que te ha costado tanto se acaba, pues no quieres, y el último día me pegué una llorera del copón. Es como una especie de “Gran hermano” gigante, y, después de siete semanas trabajando juntos, pues es una despedida emotiva. En Laudio monté una comida en agosto, en fiestas, y vinieron treinta personas. Fue un subidón.

­Quizá sea aún pronto para hablar de otros proyectos...

Estoy pensando en otros guiones, aunque de momento lo que quiero es presentar la película y descansar, relajarme de todo esto y disfrutar de la enseñanza, algo con lo que me siento muy satisfecho. Y ya empezaré con nuevas historias más adelante, con más calma.

­Además es usted organizador del Festival de Nuevo Cine Europeo de Gasteiz. ¿Qué futuro le augura al Neff?

El año pasado comenzó muy callandito, era el primer año y tuvimos un éxito razonable de público. Este año hemos duplicado la programación y estamos asustados, ya que la propuesta es muy ambiciosa y queremos dar la cara, que funcione, que la gente venga al cine y en tres o cuatro años afianzar el festival. Que se sepa que existe en Gasteiz el Neff, así como saben del Azkena Rock Festival o del Jazz. -
 
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