Las mujeres han sido protagonistas de los conflictos armados. Antes y ahora. El cambio que estamos viendo es que estamos pasando de ser protagonistas pasivas ­sufridoras hasta el punto de que la violencia contra las mujeres se ha convertido en ocasiones en un arma de guerra­ a ser protagonistas activas. Lo cual tampoco es del todo nuevo, porque todos y todas hemos oído hablar de las Madres de la Plaza de Mayo, por citar sólo el ejemplo más conocido, pero ahora nos estamos convenciendo de que las mujeres podemos ser una fuerza decisiva en los conflictos.

Las organizaciones que trabajan a favor de los derechos humanos cada vez son más conscientes del modo en que la guerra y su preparación desvían los recursos necesarios para lograr el avance de las mujeres y debilitan sus derechos. Aproximadamente el 80% de las víctimas civiles de las guerras son mujeres (según Oxfam) y 80% de los exiliados y refugiados son mujeres y niños (datos de ACNUR). Las mujeres en situaciones de inestabilidad, conflicto y post-conflicto corren el peligro de convertirse en víctimas de diferentes formas de violencia y suelen convertirse en blancos directos del conflicto.

La experiencia nos demuestra que no resulta suficiente la defensa de los derechos de la mujer o el asegurar la equidad en el acceso a la política, economía y los recursos sociales. Son buenas intenciones pero, aún y todo, las mujeres suelen estar excluidas de los grandes niveles de las negociaciones de paz, de modo que sus proyectos y perspectivas para la paz no suelen ser tomadas en cuenta y rara vez reciben la atención y los recursos que merecen. Es decir, que a pesar de que las mujeres somos sujetos activos de esta sociedad, igual que los hombres, nuestra figura ha sido ninguneada en las decisiones importantes en la búsqueda de soluciones. A pesar del vacío sufrido, la igualdad en el acceso y la plena participación de las mujer en las estructuras de poder y en su plena involucración en los trabajos para la prevención y resolución de los conflictos, en la construcción de nuevas estructuras y procesos democráticos, resultan esenciales para el mantenimiento de la paz y la resolución de los conflictos.

Durante años hemos oído hablar del trabajo que a lo largo del mundo han realizado diferentes grupos de mujeres, como las Madres de la Plaza de Mayo, que reclamaban justicia para los desaparecidos en las dictaduras militares de Argentina, las Women in Black en Serbia y la hoy legalmente restablecida República de Montenegro realizando acciones no violentas en contra de la guerra y por la desmilitarización, o la Unión de Mujeres Palestinas e Israelitas, en busca de nuevas formas de cooperación y diálogo.

Ahora que acabamos de celebrar el Día Internacional de las Mujeres por la Paz, podemos decir que, por fin, el protagonismo de las mujeres ha llegado a Euskal Herria de la mano de Ahotsak, que trabaja por la resolución del conflicto desde una perspectiva femenina: mujeres de diferentes ideologías se han unido con la voluntad de construir la paz y la reconciliación y lograr la participación del conjunto de la ciudadanía en un proceso que tanta esperanza ha abierto en nuestro país y, aunque muchos parecen haberse quedado sólo con la nada habitual fotografía de tantas mujeres juntas, han demostrado ser capaces de una capacidad de acuerdo muy subrayable al conseguir redactar un texto muy básico pero de importante calado político.

La paz significa mucho más que la ausencia de violencia, es democracia, justicia, reconocimiento... y con la voluntad y el trabajo de todos, sin exclusiones de género ni de ideología, será posible conseguirlo si realmente ése es el objetivo que todos perseguimos. -