GINEBRA
El presidente indonesio hizo esas declaraciones durante su visita a los refugiados causados por el seísmo. Además, pidió a los funcionarios gubernamentales que sean «más ágiles» en su respuesta. «He visto en muchas zonas que hay muchas cosas que tienen que acelerarse», declaró Bambang, que pasó la primera noche tras el terremoto del sábado durmiendo en una tienda de campaña junto con algunos supervivientes y que ha trasladado su oficina a la cercana ciudad de Yogyakarta para supervisar directamente las operaciones de ayuda.
Durante su visita a la zona afectada, el mandatario ha prometido «ayuda gubernamental para renovar las casas» que se han visto perjudicadas, incluidos «los lugares de culto y otras instalaciones». Yakarta espera que la ayuda extranjera alcance el 50% de los costes de rehabilitación de la zona afectada, que se estiman en entre 84 y 126 millones de euros.
Según informó en Ginebra la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) de la ONU, 22 estados ya han contribuido y trasladado asistencia al país asiático. «Hemos desarrollado un respuesta estratégica», manifestó la portavoz de la OCHA, Elisabeth Byrs, después de la reunión que mantuvieron los representantes de las agencias de la ONU, de la Cruz Roja y ONG en Ginebra a puerta cerrada.
El último balance del Gobierno cifró las víctimas mortales en 5.317 y estimó que más de 200.000 personas han perdido sus hogares y se encuentran ahora viviendo en chozas cercanas a sus antiguas casas o en pequeños cobertizos levantados en las inmediaciones de los campos de arroz.
Los hospitales se encuentran desbordados por el número de heridos que sobrevivieron al seísmo y necesitan atención médica. En este sentido, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya está enviando equipos de emergencia para atender a los enfermos e instalará un sistema de vigilancia para tratar de contener los brotes que puedan surgir de enfermedades infecciosas. Asimismo, llevará a cabo una campaña de vacunación contra el sarampión, que «puede ser un asesino masivo y extenderse rápidamente entre las multitudes».
Según un comunicado de la OMS, «al menos uno de los seis hospitales del distrito ha quedado destruido y los demás están masificados. La OMS ha enviado vehículos cargados de medicinas y equipos de comunicación a la zona». Entre la ayuda también hay kits de medicamentos de tres meses para 50.000 personas y equipos de cirugía para 600 operaciones.
Los equipos de la ONG Médicos Sin Fronteras se encuentran desde el sábado prestando asistencia médica y humanitaria a los damnificados. Ha enviado tres toneladas de material médico y logístico. «El envío de material es complicado debido al cierre del aeropuerto de Yogyakarta y a que las carreteras se encuentran llenas de gente que se desplaza como consecuencia del pánico provocado por el terremoto», afirman desde dicha ONG. El aeropuerto operativo más cercano se encuentra en Solon, una ciudad a dos horas de Yogyakarta.
Según Olaf Valverde, médico del equipo que se encuentra en Bantul, «a pesar de la rápida respuesta de las autoridades y de la elevada capacidad de respuesta a nivel local, los hospitales se encuentran desbordados y están solicitando tiendas de campaña debido a que muchos heridos tienen miedo de dormir dentro de los edificios».
Didier LAURASWUKIRHARDJO
Wukirhardjo es un pequeño pueblo situado en una colina. La ayuda recibida desde que se registrara el seísmo se resume muy fácilmente: 25 sardinas, 6 cartones de leche y una tienda. Nadie sabe en el pueblo cuánto tiempo tendrán que vivir entre escombros. Quienes tuvieron la fortuna de que sus hogares aguantaran sin desmoronarse, tratan de vencer todos los miedos y regresar. Otros, menos afortunados, se refugian en tiendas y en casas de allegados.
El futuro para todos ellos se resume en la expresión gotong royong, que significa trabajo colectivo en javanés. Esta costumbre local consiste en que los vecinos participan en el trabajo colectivo cuando la desgracia golpea a uno de ellos. Pero ni esa fórmula puede funcionar cuando el número de afectados es tan grande.
«¿Qué vamos a hacer? Habrá que comprar piedras y ladrillos pero no tengo dinero», explica Wagiran, cuya casa es ahora un montón de ruinas. Unos kilómetros más abajo, en el edificio que hace las veces de ayuntamiento provisional, se ha construido un rudimentario refugio con uralita recuperada. Hasta el domingo no lograron habilitar una línea telefó- nica. Muy cerca, la mezquita ha perdido su tejado. No obstante, el balance de pérdidas humanas no ha sido tan grave como en otros puntos. Un hombre falleció al ser golpeado con una gran piedra y tienen a cuatro heridos graves que aún no han podido ser atendidos por personal especializado. Al resto le salvó haber abandonado sus casas en cuanto sintieron el primer temblor.
