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Gara > Idatzia > Jendartea 2006-05-30
Juan Carlos LOPEZ GARCIA | Editor jefe de la revista «Nature Medicine»
«El avance en medicina es engañoso; hay muchas promesas que no cuajan»
Al frente de una de las revistas médicas de referencia mundial (cada mes les llegan unos 300 artículos y publican sólo una docena), este mejicano experto en neurociencias ha disertado en Bilbo sobre el presente y el futuro de la medicina molecular, dentro del ciclo de conferencias científicas de la Fundación BBVA y el CIC BioGUNE.

La medicina molecular, digamos, está en la base de todas las técnicas de investigación que más suenan en los últimos tiempos, y que persiguen el estudio de nuestros genes para para el diagnóstico, pronóstico y tratamiento de enfermedades. De su presente y futuro ha hablado este licenciado en Investigación Biomédica Básica por la UNAM de Méjico, ex-editor de ‘‘Nature Reviews Neuroscience’’, la revista de neurociencias con el mayor índice de impacto a nivel mundial, y desde 2004 editor jefe en Nueva York de ‘‘Nature Medicine’’, una de esas publicaciones en la que todo científico quiere publicar sus investigaciones.

­Terapia génica, genómica, proteómica, ¿qué papel juega la medicina molecular en todos estos avances?

La medicina molecular trata de entender las enfermedades desde el punto de vista de la molécula y aplicar ese conocimiento para lograr nuevas terapias, nuevos métodos de diagnóstico, nuevos métodos de prevenir la enfermedad... Todo lo que es terapia génica, células madre y todo lo que uno escucha incesantemente en los medios es parte de la medicina molecular, porque la medicina molecular abarca todo eso y más. Entonces, más que pensar en qué valor tiene la medicina molecular, hay que pensar en las diferentes cosas que la gente está intentando gracias a la medicina molecular. Lo que más suena son las células madre en la medicina regenerativa, pero también hay otras novedades que están empezando a salir como el ARN de interferencias para ver si a través de esos ARN que tenemos en nuestro organismo se puede reducir la expresión de proteínas que conducen a enfermedades.

­Es decir, que en la medicina molecular está la base de esas otras líneas de investigación más conocidas.

La gente, los científicos, están haciendo mucha genómica y proteómica porque es una forma de obtener muchos resultados de una manera muy rápida y eso ayuda a hacer descubrimientos másimportantes, pero genómica y proteómica no son un fin en sí, sino herramientas que uno tiene para contestar preguntas científicas específicas sobre problemas biológicos o enfermedades. Pero son herramientas, no fines. Si la gente habla mucho de ellas es porque son las más novedosas. Eso sí, hacer un estudio en estos campos es trivial si no hay una pregunta más específica que uno quiera responder. Quiero decir con esto que mucho de lo que la gente hace es más bien en ese plan de simplemente hacer un estudio genómico, pero no porque tengan alguna pregunta específica, sino porque hoy es fácil hacerlo, lo cual no es un avance científico hacer algo sólo porque se puede hacer.

­Aun así, imagino que costará mucho más «vender» la investigación en medicina molecular que en genética o proteómica.

No, creo que vender medicina molecular no es nada difícil. De hecho, la gente, las empresas, están listas para comprar medicina molecular. Mire, los científicos tienen un aura de credibilidad que va asociada a ellos. Si compras un paquete de detergente donde pone «científicamente comprobado», inmediatamente piensas que está bien hecho. Por eso digo que no es difícil vender medicina molecular, de hecho, es al contrario, hay gente que vende medicina molecular, que vende la idea de que saldrá una terapia para cada clase de enfermedad y en realidad no está claro, sólo hay indicios, porque el número de cosas que empieza como un descubrimiento muy interesante en modelo experimental, en células o animales, la mayoría no llega a traducirse a una cura para el humano. Sin embargo, es fácil decir que he curado el cáncer en el ratón o la fibrosis quística en el ratón. Pienso que científicos y medios de comunicación deben decir las cosas como son: he hecho ésto, que puede ser una terapia, pero que está sin probar. Hay que ir con cuidado, sobre todo porque hay mucha gente lista para comprar todas estas cosas. Por eso hay que ser un «vendedor» responsable.

­¿Quizá entonces hay mucha competencia entre líneas de investigación, entre científicos?

La mayoría de cosas que los científicos están haciendo, para que realmente se vuelvan medicinas, que realmente tengan una trascendencia clínica, nunca será suficiente el trabajo de laboratorio, incluso si hacen un ensayo en humanos. Para que una terapia sea probada hay agencias internacionales, ensayos a gran escala que sólo pueden hacer los laboratorios, por eso esa competencia entre investigadores termina por ser algo trivial. Donde sí la puede haber es para buscar financiación, porque la cantidad de dinero es limitada. Lo que decide a quién se le da y a quién no, son los resultados, publicar sus resultados y si es en revistas prestigiosas dará más puntos.

­Habla usted de las revistas médicas. ¿Cómo debemos tomarnos la vorágine de noticias y estudios médicos que nos llegan cada día a través de los medios de comunicación?

Los medios de comunicación en general tienen preferencia por cierto tipo de historias, como aquellas que se refieren al sida. Entonces, ahí no importa tanto dónde salga publicado el trabajo si hablamos de un avance. Otro aspecto es qué merece la pena leer o no, y ahí la comunidad científica ha conferido el estatus de alto impacto a ciertas revistas. Y uno termina tomando en serio lo que se publica ahí y si es una revista menos puntera se le da menos prioridad. Yo pienso que la gente no tiene una sobredosis de noticias médicas, porque sabe que con muchas cosas que salen no pasa nada si no las leo.

­¿Pero cómo es la interpretación que los medios de comunicación hacen de lo que publican revistas médicas como la suya?

Mi experiencia es que las veces en que la prensa cubre lo que nosotros publicamos, el trabajo está bien hecho. En general, los reporteros hacen un trabajo serio. Lo que no deben hacer es dejarse guiar por cosas espectaculares, por tanto, deben mirar primero dónde ha salido publicado para ver la credibilidad que le doy. Un «pelotazo» se publica siempre en una revista de alto impacto, no en una revista muy especializada.

­Y, sin embargo, estas revistas de alto impacto también están haciendo en los últimos tiempos autocríticas. El caso de científico surcoreano y la clonación de embriones humanos ha sido el último susto.

Pero es una autocrítica a otro nivel. Yo creo que la culpa que las revistas tienen al publicar cosas que no son ciertas es que estos fraudes son bastante limitados. Uno no piensa a priori que alguien te vaya a vender una moto, porque en la comunidad científica la gente sabe que si algo no es verdad, terminará sabiéndose. Por eso las revistas no pensamos a priori en el engaño. Quizá las cosas se puedan hacer mejor, pero entonces hay que ver cuánto tengo yo que invertir para hacerlo mejor y cuáles van a ser los resultados. Se ha encontrado que uno de cada cien trabajos enviados tienen problemas, una cifra elevada. Pero si miras cuántos de ese uno de cada cien quiso realmente engañar y quién sólo quería que su trabajo, sus dibujos o figuras fueran más atractivas, vemos que de nuevo sólo en uno de cada cien hubo malintención. Es decir, sólo uno de cada diez mil tiene detrás a un canalla. Y revisar todo eso para ese resultado es demasiado trabajo. ¿Merece la pena?

­¿Pero hasta qué punto las revistas de prestigio son independientes, digamos, de los poderosos intereses farmacéuticos?

Hay revistas más vulnerables, pero no creo que haya muchas. Pienso que la gente sabe que ése es el camino a la ruina, porque si tu revista se percibe como una que publica cosas de la industria farmacéutica no te va a ir muy bien. Las revistas prefieren ser pobres a aceptar dinero así. En las de alto impacto es más fácil mantener esa independencia porque recibimos muchos artículos que publicar. Otra cosa es que haya formas de cooperar con esa industria, como publicando un número especial sobre la obesidad y pidiendo financiación a alguna empresa interesada, dejando claro que no influye en lo publicado. Es una relación simbiótica. Otra cosa como ceder a sus intereses sería prostituirse.

­Hablemos de retos más inmediatos en el campo de la salud. ¿Qué avances podemos esperar en los próximos años?

Hoy hay mucha esperanza en el tema de las células madre, pero mi opinión es que van a pasar muchos años antes de que funcione, sobre todo por obstáculos científicos más que sociales o políticos. En este caso, la enfermedad que veo que será más accesible de tratarse con esta terapia quizá sea la diabetes de tipo 1. Y si empezamos a diferenciar células madre en células de páncreas, quizá por ahí haya también resultados. También creo que funcionará lo que antes comentaba del ARN de interferencia, porque hay ya bastantes enfermedades en donde la gente está probándolo y para algunas de ellas ya se han obtenidos buenos resultados, incluso en monos. Creo que también habrá avances en enfermedades infecciosas, en cosas como la malaria. También está habiendo muchos avances es en la biología de transplantes. Trasplantar un riñón de cerdo a una persona quizá no esté tan lejano.

­¿Y en qué disciplinas se muestra más pesimista?

Creo que estará más difícil avanzar en muchas enfermedades del sistema nervioso, porque seguimos sin saber muy bien qué hacer; con cosas como Parkinson o Alzheimer, yo era más optimista antes, pero ahora lo veo más difícil que funcionen las soluciones; otro campo donde no veo que habrá muchos avances es el ciertas formas de cáncer, como el de pulmón, de páncreas, el tema de la metástasis en general...

­Cuánto hemos avanzado y qué lejos seguimos estando aún.

Se avanza, pero de una manera un tanto engañosa. Sí hay cosas que salen, prometedoras, pero al final no terminan cumpliendo la promesa, y muchas veces no porque la ciencia no haya estado bien hecha, sino porque el problema radica en qué tan relevante es el modelo experimental donde estás haciendo tus cosas a lo que pasa en el humano. Si estás haciendo unos experimentos en ratones, qué tan relevante es el ratón a lo que pasa en el humano. Y lo que empieza uno a ver es que para ciertas condiciones el ratón es un modelo ideal y lo que le pasa al ratón le pasa al humano, como en casi todas las enfermedades óseas. Pero en cuestiones de sistema nervioso uno mediointenta hacer un modelo que cuando vas al humano no funciona. El problema es que hay enfermedades para las que no tenemos buenos modelos de experimentación y hasta que no lo tengamos pues iremos tirando como podamos y de ahí que los avances sean tan lentos. -


 
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