GASTEIZ
«Manténgase alejado de los niños». Esta recomendación tan habitual en fármacos o productos tóxicos seguro que ninguno la hemos observado en algo tan común en nuestros hogares como es un encendedor. En ello ha reparado un equipo médico del Hospital Universitario Vall d´Hebron de Barcelona, que publica en el último número de ‘‘Anales de Pediatría’’ un artículo sobre quemaduras por manipulación de mecheros. Su conclusión: «La producción de quemaduras por la manipulación de encendedores en los niños origina una morbilidad importante que justifica establecer una mejor prevención de estos accidentes».
En su estudio sobre historias clínicas de pacientes de edades entre los cero y catorce años, afectados por quemaduras de llama o inhalación de humo originada en la manipulación de encendedores, ingresados durante más de 24 horas en este hospital barcelonés, entre los años 2000 y 2004, contabilizan nada menos que 22 pacientes. Tres cuartas partes de ellos son varones.
De estos casos atendidos, diez eran menores de seis años. Respecto a la gravedad de las heridas, el 64% presentaba quemaduras en menos del 10% de su cuerpo y un 27% con más de 20% afectado. Casi tres de cada cuatro necesitó de cirugía y en un 33% de ellos perduraron secuelas. En total, fallecieron dos menores.
Los estudios sobre mortalidad infantil revelan que las quemaduras representan la segunda causa de muerte, tras los siniestros de tráfico, por debajo de los cuatro años, y la tercera entre los cinco y catorce años. Entre el origen de muchas de esas quemaduras está la manipulación de mecheros o cerillas.
Esta investigación les ha permitido determinar que las lesiones se produjeron en su mayoría por la llama directamente al encender papel o materiales como un colchón, ropa, cortinas.
En EEUU existe una ley que impide la venta de encendedores desechables sin medidas de seguridad, algo inexistente en la Unión Europea. Los autores de este estudio proponen que en el Estado español se legisle en este mismo sentido y se incorporen dispositivos de seguridad en los encendedores para hacerlos inaccesibles, al menos, a los menores de cinco años y es que es hasta esa edad donde se producen no la mayoría de accidentes sino los que implican una mayor gravedad de los daños. Su superficie corporal menor y la piel más delicada y delgada los hace más vulnerables que los adultos ante secuelas cicatriciales.