A ciertas personas y organizaciones nos llaman «los del no» (sic). Una vez más, se confunden los papeles en el teatro de la vida.

Llevamos tiempo reivindicando una declaración institucional del Gobierno Vasco para que la CAPV sea libre de cultivos transgénicos, como ya lo han hecho más de doscientas regiones europeas a favor de modelos agro-alimentarios propios, libres de amenazas como los transgénicos. La respuesta del Gobierno Vasco hasta la fecha es «no».

En su día nuestra Asociación de Madres y Padres de Alumnado decidió mantener la gestión del comedor escolar fuera de manos de las grandes empresas de catering. Cuando acudimos como siempre al Gobierno Vasco para solicitar mobiliario de cocina, la respuesta fue «no».

Se llevan años reivindicando un riguroso debate social acerca del transporte en general y el ferroviario en particular, teniendo en cuenta el proyecto TAV. La respuesta del Gobierno Vasco ha sido «no» (antes «no era el momento para el debate», ahora «el momento ha pasado»).

Cuando vecinas y vecinos de Zornotza rogaron a las instituciones que aceptaran los resultados de un referéndum sobre una nueva instalación energética, la respuesta del Gobierno Vasco fue un claro «no».

Cuando un grupo de explotaciones ganaderas de una zona netamente lechera solicitó ayuda para crear una comercializadora láctea en manos del sector, la respuesta del Gobierno Vasco fue «no». La punta del iceberg del no.

Durante años muchas personas y organizaciones hemos hecho decenas de propuestas positivas, pero el sí de estos grupos y personas es un sí a intereses más amplios, más sociales, más ambientales que la mayoría de los proyectos elaborados o apoyados por el Gobierno Vasco. La estrechez de los intereses que favorecen los proyectos del Gobierno Vasco es tal que a veces casi se les pueden poner nombres y apellidos. La maquinaria de apoyo institucional a determinados proyectos procura, a la vez, anular cada sí nuestro: nuestro sí a la energía renovable queda enterrado debajo de propaganda multimillonaria a favor de gigantescos parques eólicos; nuestro sí a la accesibilidad en vez de la movilidad se pierde en diatribas institucionales que tuercen convenientemente conceptos como la intermodalidad y la multifuncionalidad, y nuestro sí a la alimentación sana se pierde en registros de sanidad, certificaciones y grandes superficies.

Quizá no sea conveniente que el iceberg se derrita, pero que cambie de signo, sí. -