Xabier Caño González - Coordinador de la Oficina de Cambio Climático de la CAV
Silogismos de barril y falacias de taberna
Creía que la filosofía de cantina era una disciplina en decadencia, pero tras leer el artículo que Juan Mari Beldarrain publicado el pasado 25 de mayo en GARA bajo el título «Los 36.000 de Kenia», he de admitir que estaba equivocado. Y es que ese artículo contiene, al menos, dos paradigmáticos silogismos de barril y una falacia de taberna. Veamos.
Primer silogismo de barril: el Departamento de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio del Gobierno Vasco compensa las emisiones de gases de efecto invernadero que la actividad inherente a la acción de gobierno originan, ergo no dedica esfuerzos a reducir emisiones. Falso. El señor Beldarrain pretende hacer creer a la gente que nuestro departamento compensa en lugar de reducir, cuando lo que intentamos hacer es compensar además de reducir o, mejor dicho, compensar lo que no se logra evitar. Es más, no se hace la más mínima alusión a la Oficina Vasca de Cambio Climático que prepara, junto a otros cinco departamentos del Gobierno Vasco, un Plan Vasco de Lucha contra el Cambio Climático, que es nuestra prioridad absoluta y busca precisamente reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, cumplir las exigencias del protocolo de Kioto y adaptarse a los efectos derivados del cambio climático.
Segundo silogismo de barril: plantar árboles en Kenia supone despreocuparse por los de Euskadi. Con esa mentalidad, Euskadi no sería uno de los grandes viveros de cooperantes internacionalistas. Creo que casi nadie duda ya de que hay que pensar en global y actuar en local, entre otras cosas porque planeta no hay más que uno, y es bueno para nuestro medio ambiente mejorar nuestro entorno más próximo, pero también el de otros pueblos. Sobre todo, cuando con acciones como la de plantar casi 37.000 árboles en Kenia, merced a un convenio con la asociación Green Belt Movement, liderada por la Nobel de la Paz sudafricana Waangari Mathai, no sólo conseguimos un beneficio estrictamente ambiental el «efecto sumidero», esto es, la captación por parte de las masas forestales del CO2 de la atmósfera que en términos de un efecto global como es el caso del cambio climático es independiente del lugar donde se dé, sino que también contribuimos activamente al desarrollo de comunidades locales y a la promoción de la mujer en aquel país.
Una solidaridad entre pueblos que no quita para continuar con nuestra labor de protección de la riqueza ambiental autóctona, como lo demuestra el hecho de que nuestro departamento ha emitido sendas declaraciones de impacto ambiental para preservar zonas como Ordunte u Oxinbiribil.
Nuestra acción de gobierno, con sus virtudes y sus defectos, pretende proteger la naturaleza y el medio ambiente. Eso no significa estancarse, sino buscar un equilibrio racional entre el progreso social, el económico y el ambiental. ¿O está sugiriendo veladamente que para ir a la Cumbre Mundial del Cambio Climático, en Montreal, o al Foro Mundial del Agua, en México, debíamos haber emulado a esa expedición que tan meritoriamente navega estos días en una réplica de un ballenero del siglo XVI desde Pasaia a Terranova?
Y finalmente (y bromas al margen), la falacia de taberna: según usted, nos lavamos la cara con el dinero de todos los contribuyentes. Confunde usted dos planos: uno es el de la campaña de compensación de emisiones promovida por Ekopass, asociación sin ánimo de lucro, que nosotros financiamos con el mismo dinero público que se dedica a subvencionar otros proyectos en el ámbito medioambiental o a asociaciones ecologistas; y otro, el de decidir que, además de esa financiación, vamos a predicar con el ejemplo, intentando jugar un papel tractor que muchas veces se nos reclama a las instituciones, para que otras administraciones, las empresas y la ciudadanía en general, sin descuidar su compromiso con el desarrollo sostenible y el consumo responsable, puedan además (no en lugar de) compensar lo que generan.
En esa línea estamos y seguiremos avanzando. Abiertos a la crítica razonada y permeables ante los argumentos rigurosos. Conceptos, ambos, que no deberían confundirse con el de barra libre para falsear o manipular la realidad. -
|