El proceso político que se ha ido configurando desde la presentación de la propuesta de Anoeta está obligando a los diferentes agentes políticos a clarificar sus planteamientos, concretar sus propuestas inmediatas y salir de muchos tópicos que hasta hoy han sido suficientes para garantizar la coherencia de su militancia (si es que existe) y la fidelidad electoral de su base social.
En este sentido son de destacar las dificultades por las que atraviesa el partido de Miguel Sanz para mantener la dominación estratégica de Nafarroa que en función de la razón de estado y de la amenaza armada consiguió heredar UPN, con el concurso de quienes quisieron ver en la partición de Hego Euskal Herria y en la supeditación a la norma constitucional la garantía del respeto a la palabra y la decisión de los navarros.
También son evidentes las dificultades del PSF y de la UDF para conseguir un mínimo de coherencia y claridad en sus posiciones respecto al proceso abierto, al papel que debe jugar el Estado francés y a la conveniencia o no de dar cabida a la reivindicación del departamento vasco como herramienta para retomar el control y resituarse ante la realidad económica, social y cultural que supone de hecho Euskal Herria en el actual marco europeo.
En ambos casos el origen de esas dificultades para adaptarse a los nuevos tiempos no ha afectado al núcleo duro de su propuesta política ni empañan en absoluto el planteamiento estructural de futuro que plantean a sus electores. Pero existe un caso muy significativo en el que las dificultades tácticas de adaptación a este proceso en marcha afectan además a su propia identidad: el PNV.
Después de las elecciones al EBB, las dos almas gemelas del PNV no se reconocen en el espejo de su otra mitad. Ibarretxe mantiene su hoja de ruta y cambia el ritmo para elevar a definitivas las bases fundamentales de su plan, ésas que aparecen en la introducción e hicieron posible el apoyo de la izquierda abertzale, y posibilitaron que Ibarretxe fuese a Madrid más como un representante de Euskal Herria que como un presidente autonómico español.
Con el apoyo de Egibar lidera el proceso dentro del PNV, pero ante el portazo recibido en Madrid pacta con sus gemelos la reconversión del plan para convertirlo en ariete contra la izquierda abertzale y cobrar los réditos de su ilegalización. Pero con ese paso da la espalda a su propia base social, que con la referencia del discurso soberanista de Lizarra-Garazi espera que el adelanto electoral sea paso previo para reivindicar y materializar el respeto a la voluntad democrática de nuestro pueblo.
Imaz comienza la larga marcha hacia atrás, hacia los postulados Ardanza, hacia el espíritu del Arriaga, hacia su sueño de vivir cómodamente en España. Se crean importantes contradicciones internas en el EBB y aparecen esas dos almas gemelas dándose mutuamente la espalda. Una, la que toma conciencia de sí misma en Lizarra-Garazi, plantea el reconocimiento del derecho a ser y decidir como reivindicación propia y necesidad estratégica para poder rehazar el pacto con el estado. La otra tiene prisa por rehacer ese pacto y desactivar un proceso que no controla y que puede llegar a cuestionar sus prebendas administrativas.
Ibarretxe plantea claramente que no hay pacto con el PSOE sin una solución en clave de respeto al derecho a decidir que responda a la doble cuestión de la paz y la normalización política.
Imaz ofrece desde ya ese pacto en base a logros y prebendas de mejora autonómica que puedan ser sucedáneos de normalización política y sinónimos de paz, aunque sea una paz de sumisión y no de justicia.
Ambos buscan la centralidad del PNV en el proceso con un triple objetivo. Primero, reconvertir el proceso a la mayor brevedad posible en un proceso limitado al marco de los tres territorios de la CAPV, lo que permitiría su desactivación posterior y su reintegración en el marco estatal renovado. Segundo, ocultar las limitaciones estructurales de su fuerza real en el conjunto y en la perspectiva de Euskal Herria. Y tercero, seguir apareciendo como el único interlocutor necesario de cara a Madrid.
Ibarretxe pretende mantener esa centralidad desde su posición institucional y desde la defensa de las bases fundamentales de su plan. Imaz, convirtiéndose en el aliado de lujo de Zapatero y Rubalcaba para poder retardar el proceso y hacerlo «irreversible», dejándolo pudrir, claro está.
Desde la marca Galeuscat se oficializa en toda su dimensión la oferta al PSOE de Zapatero para reafianzar la unidad y la estabilidad del estado español. En Madrid se firman los acuerdos fundamentales, garantías de negocio en infraestructuras como el TAV, superpuertos, nuevas autopistasŠ Se pacta y apoya en Madrid la reforma del impuesto de sociedades que rebaja más aún la aportación de los empresarios y acentuará la reducción del gasto social. Pero se mantiene intocable, cómo no, la aportación vía cupo para financiar servicios tan socialmente necesarios como la Casa Real y las fuerzas armadas y policiales de ocupación.
El problema es que le falla la otra pata, la que sólo puede construirse desde y en la sociedad vasca, la de la legitimidad de esta ciaboga. Porque la base social y electoral del partido no ha perdido totalmente la memoria y tampoco la ilusión por una verdadera apuesta soberanista que imponga el respeto a Euskal Herria como único punto de partida posible para el futuro. Y es que la gran mayoría de la base social abertzale, en todas sus variantes y expresiones, está por desarrollar un proceso democrático, desde el más amplio acuerdo político sobre los modos y los ritmos, que permita la expresión y el respeto de la voluntad popular. Y sabemos que para ello es necesaria la creación de un polo de referencia abertzale que pueda plantear una interlocución con Madrid en clave de país, y una estrategia de país, que desde la afirmación de Euskal Herria plantee una mesa de resolución política con los mecanismos de refrendo y de desarrollo diferenciado que sean necesarios, pero que encare el conflicto en toda su extensión y complejidad.
Esta apuesta es un camino de lucha y de movilización e implicación social permanente. Los pasos dados por las fuerzas políticas, sindicales y sociales que configuran OHD, la manifestación de abril en Bilbo y la discusión y colaboración en aspectos centrales de la construcción nacional y social de nuestra sociedad vasca son buen ejemplo de cómo debemos avanzar y empujar el proceso.
Si no quieren vender su alma, quienes siguen presos de su doble alma gemela se darán cuenta que sólo es posible romper esa maldición jugando en el campo de juego que configura el conjunto de Euskal Herria, el conjunto de las fuerzas políticas, sindicales y sociales que plantean el reconocimiento de Euskal Herria y de su derecho a decidir.
Y no vale hacer apología del proceso democrático desarrollado en Montenegro. La cuestión hoy y aquí es hacer posible el levantamiento de la imposición y viable la expresión democrática en y de Euskal Herria. Para eso, quienes tienen ya hipotecada su alma en Belgrado, difícilmente serán compañeros de camino. -