La clase política del Estado español se encontraba ayer inmersa en el que denominan «debate sobre el estado de la nación». Había expectación, sobre todo por lo que en esa sesión pudiera decirse del preproceso de paz en Euskal Herria, aunque habrá que esperar más a lo que hoy y mañana ocurra en la Audiencia Nacional que en lo dicho en el Congreso. Obras son amores...
El caso es que además de los contenidos y de los fuegos de artificio de ese aparatoso debate, y entre muchos otros, hay un elemento que llama poderosamente la atención en vísperas del aniversario de la consecución del voto para la mujer en el primer país europeo (Finlandia, el 1 de junio de 1906). Hace ya 75 años que el Estado español y 62 que el Estado francés reconocieron ese mismo derecho. Se han sucedido planes de igualdad, leyes para la igualdad, medidas de paridad, gobiernos paritarios... y, sin embargo, los «grandes debates» que se producen en instituciones como la Asamblea francesa y el Congreso español siguen teniendo claro predomi- nio masculino. No sé yo si en la comparación, por ejemplo, del debate desarrollado ayer y hoy en Madrid con los primeros del mismo pelo celebrados en esa misma institución variaría mucho el porcentaje de participación de las mujeres.
Se confunde paridad aritmética con igualdad. Y no es lo mismo. Es más, se utiliza muchas veces la paridad meramente aritmética exclusivamente como falso escaparate tras el que ocultar graves situaciones de desigualdad. Graves, no sólo por los desequilibrios numéricos, sino por la voluntad de perpetuarlos que en muchas ocasiones se da. Y es una auténtica pena, pero así están desprestigiando, están prostituyendo, están poniendo en cuestión un concepto y un instrumento que es válido y necesario para llegar al objetivo de la igualdad real.
Tal vez ése sea precisamente el objetivo de las derechas que no creen en la igualdad de género, pero las fuerzas progresistas no pueden arriesgarse a que peligren los escasos instrumentos legales que pueden arbitrarse en espacios tan poco propicios como el político-institucional. Algo que, desgraciadamente, puede verse en la mayoría de debates que se dan en las instituciones que inciden en este país: ni siquiera quienes defienden esa medida están utilizando el potencial que la paridad aritmética tiene para avanzar hacia la igualdad. -