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Gara > Idatzia > Euskal Herria 2006-05-31
Zapatero y Rajoy sacaron a Euskal Herria de su debate
El proceso de paz y normalización democrática en Euskal Herria quedó ayer fuera del llamado Debate sobre el Estado de la Nación en el Congreso de los Diputados. Con o sin pacto explícito entre Zapatero y Rajoy, lo cierto es que ambos pasaron de puntillas sobre una cuestión tan importante.

GASTEIZ

En 2005, el denominado Debate sobre el Estado de la Nación sirvió para que el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, y el líder del PP, Mariano Rajoy, sellaran en sus discursos televisados su ruptura en materia de lucha contra ETA. Aquel debate fue una nueva adaptación del cuadro «Duelo a garrotazos» de Francisco de Goya. Su conclusión, en esta materia, fue la ya célebre resolución, apoyada por todos los grupos salvo por el PP, que defendía el diálogo con ETA.

Ha pasado casi un año exacto desde el anterior debate. En este tiempo, ETA ha decretado un alto el fuego y el presidente del Gobierno español ha anunciado su intención de abrir próximamente un diálogo con la organización armada.

En este contexto, y en previsión de una inminente comparecencia en el Congreso para tratar sobre esta cuestión, José Luis Rodríguez Zapatero apenas dedicó 40 segundos de su discurso de una hora y catorce minutos a lo que definió como «el problema que más ha angustiado a la sociedad española desde la transición».

Fueron dos párrafos. En el primero, «desde el recuerdo sentido y emocionado, y desde el apoyo a todas las víctimas del terrorismo», quiso «afirmar que nos hemos ganado como sociedad el derecho al fin de la violencia, a la paz y a la esperanza de convivir juntos tan sólo sometidos a los mandatos de la libertad y de la ley».

A continuación, reafirmó su «determinación de trabajar para el fin de la violencia, para el fin de ETA; confío en que pueda ser una tarea de todos, porque todos lo merecemos, y confío en que todos actuemos con generosidad, porque a todos nos lo demandan los españoles. Por mi parte, comprometo nuevamente mi disposición al máximo diálogo para recorrer el camino a la paz».

Rajoy, en el prólogo

Desde algunos medios de la derecha se había anunciado ­o más bien denunciado­ la existencia de un pacto entre el presidente del Gobierno y el líder de la oposición para no volver a enfangarse en una pelea como la del año pasado sobre esta cuestión.

Hubiera o no pacto, lo cierto es que Mariano Rajoy sólo se refirió al tema en una especie de prólogo de su discurso ­«antes de entrar en la materia propia de este debate», según especificó­ y ni él ni Zapatero vol- vieron a tratarlo ni en las réplicas ni en las dúplicas.

Dijo el presidente del PP que no quería comentar, aunque le preocupan, ni las «extrañas circunstancias» en las que se anunció el inicio del diálogo con ETA, ni «las oscilantes convicciones» del ministro de Interior sobre el alto el fuego, ni las «exigencias inaceptables» que «surgen del mundo de ETA-Batasuna». Señaló que «lo que me interesa de ese mundo es si están dispuestos o no a dejar las armas».

Al Gobierno le aseguró que el PP, «como firmante del Pacto», le apoyará si su contacto con ETA es para comprobar si «existe una decisión irreversible de abandonar las armas, disolver la banda y pedir perdón a las víc- timas».

Pero añadió ­en línea con lo que viene diciendo en los últimos días­ que el PPno apoyará «ninguna clase de negociación que tenga como objeto pagar un precio político bien sea a ETA, a sus cómplices o a sus sostenedores. ETAdebe perder toda esperanza de lograr ni uno solo de los objetivos por los que ha estado matando, entre otros la autode- terminación y la anexión de Navarra».

Exigió además que «no se suspenda ninguna de las funciones del Estado de Derecho, especialmente las de la Fiscalía General del Estado y las FSE, ni pierda su vigencia la Ley de Partidos; en consecuencia, Batasuna no podrá presentarse a las elecciones mientras no cumpla los requisitos establecidos en la ley».

Y ahí acabaron todas las referencias del presidente del Gobierno y del líder del PP a una de las cuestiones políticas más importantes que en estos momentos están abiertas en el Estado español. Por cierto, dado que no cabía hablar de ETA, tampoco se habló de la actividad de grupos yihadistas que hace dos años realizaron en Madrid el mayor atentado producido en Europa.

Sobre otras materias, ambos dirigentes siguieron sacudiéndose garrotazos dialécticos. Pero de Euskal Herria no volvieron a hablar.



El presidente defiende la autonomía política para cohesionar el Estado
I.I.

Pese a todo lo que la organización territorial del Estado ha dado que hablar en el último año, el presidente del Gobierno apenas dedicó un párrafo a la cuestión en su discurso matinal. Lo hizo para destacar que su Ejecutivo se comprometió «a impulsar un proceso de reformas que actualizasen el Estado de las Autonomías, mejorasen la calidad de la democracia y reforzasen los instrumentos de control del poder político. Reformas dirigidas a un mismo objetivo: enriquecer la ciudadanía democrática y acercar el poder a los ciudadanos». Añadió que después han sido las comunidades las que han tomado la iniciativa y que en el Congreso al final «se trabaja junto a los representantes autonómicos proponentes para asegurar la constitucionalidad de las propuestas y su integración en el interés general».

Mariano Rajoy encontró en esta materia un filón para atacar al Gobierno del PSOE, al que acusó de «llevar dos años intentando desbordar el dique de la Constitución y desfigurar la nación». Después le espetó que «mientras los españoles no decidan cambiar las cosas ­y todavía no lo han decidido­ lo que cuenta es que España no es una nación de naciones, ni de realidades nacionales, ni de culturas, ni de territorios. España es una nación de ciudadanos».

Rodríguez Zapatero le replicó que la España que él defiende es «la España de la Constitución y la España de las autonomías». A continuación hizo una defensa de la diversidad como riqueza, y recordó que determinadas singularidades, como las lenguas que no son el castellano, habían sido perseguidas durante décadas.

En todo caso, quedó claro que la defensa que Rodríguez Zapatero hace de la autonomía ­«que debe ir más allá de la descentralización administrativa»­ tiene como finalidad una mayor cohesión del propio Estado y de su unidad. Declaró que «las reformas territoriales forman parte de la fisiología del sistema, no de su patología».


 
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