Una frágil calma reina en la ciudad fantasma de Dili
Los enfrentamientos entre las fuerzas leales al Ejército y los 600 militares timorenses despedidos cesaron ayer, aunque sí hubo algún altercado con los jóvenes que están saqueando y quemando comercios y tiendas en Dili, convertida en ciudad fantasma después de que 100.000 personas huyeran de la ola de violencia.
DILI
La capital de Timor Oriental disfrutó ayer, por primera vez en los últimos diez días, de relativa calma. Los casi 600 soldados rebeldes despedidos que dispararon los episodios de violencia actuales permanecían atrincherados a unos 60 kilómetros al sur de Dili, aunque algunos habitantes de la capital escucharon algunos disparos que, al parecer, provenían de los altercados protagonizados por bandas de jóvenes armados que, desde que comenzó la revuelta, están saqueando y quemando comercios y casas.El Ejército australiano, que tiene unos 2.000 soldados desplegados en el país, comunicó ayer el arresto de nueve jóvenes y la incautación de varios machetes y otras armas. En uno de los enfrentamientos entre militares y jóvenes resultó herida una persona. Mientras, 100.000 personas han huido a las afueras de la capital y hacia el interior atemorizadas por la ola de violencia. Unos 70.000 están en campamentos en las afueras de Dili, señaló Kym Smithies, portavoz de un grupo de agencias de ayuda. Entre ellos habría unas 3.000 mujeres embarazadas.
Campamentos improvisados Los campamentos improvisados son el aeropuerto, el puerto, escuelas y sedes religiosas. No saben cuándo podrán regresar a sus hogares. «Puede ser en un mes o en dos, depende de la situación y de que el Gobierno encare de una vez el problema», advirtió Augusto Suárez, un timorense que trabaja para la organización humanitaria World Vision.
Los pocos que se han quedado viven en una especie de ciudad fantasma. No tienen dónde ni qué comprar, las sedes gubernamentales están cerradas, así como los colegios y otros servicios.Un grupo de ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados, envió un equipo de emergencia para asistir a los desplazados. Planea distribuir alimentos, agua y refugio a unas 65.000 personas. Suárez recuerda que, aunque la mecha la encendió la revuelta de los militares despedidos del Ejército el pasado marzo, existía un descontento previo entre la población, en especial la gente joven, harta de las promesas incumplidas del Gobierno del primer ministro Mari Alkatiri. Esto, unido a la extrema pobreza y a la división entre el este y el oeste, todavía sin cicatrizar, han ayudado al estallido de la crisis.
Australia quiere quedarse
GARA
SIDNEY El ministro de Defensa de Australia, Brendan Nelson, abogó ayer por restablecer la presencia de soldados de la ONU en Timor Oriental. Estas declaraciones venían al hilo de otras que hizo Kofi Annan, secretario general de Naciones Unidas, quien opinó que se retiraron demasiado temprano del país. El ministro australiano aconsejó al Gobierno vecino que considere si necesita un Ejército mayor y que encamine las malas relaciones que existen actualmente entre la Policía y el Ejército. El Ejército timorense contaba con 1.400 efectivos antes de despedir a los 600 que se han rebelado. De momento, las tropas australianas planean quedarse seis meses. Además de Australia, también ha enviado tropas Malasia. Ayer empezaron a llegar los 160 soldados neozelandeses y antes de que acabe la semana llegarán los portugueses.
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