El próximo sábado se cumplirá un año del fallecimiento de Jon Idigoras. Un año en el que todos cuantos le trataron y, por ello, le quisieron, habrán tenido decenas de ocasiones para recordarle. Para reír con sus anécdotas, reflexionar sobre sus reflexiones y adaptarlas a los nuevos tiempos y llorar también la ausencia del amigo, del compañero, del dirigente.Ha pasado un año y, aunque a algunos nos parezca que fue ayer cuando le despedimos en Deusto, un repaso a los hechos vividos en estos doce meses nos devuelve a la realidad y conduce a esa, tal vez estúpida pero inevitable, pregunta:¿Qué diría Jon si viera lo que está ocurriendo hoy en Eus-kal Herria?
No quisiera responderla porque, simplemente, es ahistórico establecer qué hubiera hecho o dicho quien ya no está y es, además, la más burda de las maneras de manipular la Historia. Pero hay hechos contrastados en su trayectoria vital que sí permiten una reflexión.
Jon, junto a Itziar Aizpurua, validaron en Anoeta el histórico discurso de Otegi. Con la legitimidad de su propia biografía humana y militante como aval, Jon saludó a los nuevos tiempos, a las nuevas iniciativas. Alzó los dos puños y animó a la militancia de la izquierda abertzale a recorrer un camino que él ya sabía no podría cubrir, con la salud agotada y el ánimo intacto.
En Anoeta reiteró su decidida apuesta por un proceso negociador entre vascos que conduzca a los estados francés y español a respetar la realidad vasca. Y rindió homenaje uno más a todos cuantos han quedado en el largo camino hacia la libertad.
No sé qué hubiera dicho Idigoras cuando ETA decretó el alto el fuego, en marzo de este año, pero sé que intuía ese movimiento. Y que lo esperaba.
Tampoco podría decir qué hubiera aconsejado ante la situación actual, próxima al bloqueo, con la dirigencia abertzale a las puertas de la cárcel, la ilegalización en vigor, los presos dispersos y las herriko tabernas amenaza- das o cerradas.
Pero recuerdo las últimas palabras que dirigió, en la intimidad de una habitación hospitalaria, a Arnaldo Otegi. Le pidió prudencia, astucia y paciencia. Tal vez hoy las volviera a repetir a la vista del desarrollo del proceso.
En fin, que ha pasado un año desde que un genuino arrano beltza levantó el vuelo y todavía hoy le lloramos. El, a buen seguro, sonríe. -