Los orcos destruyen la plataforma giratoria del festival de la canción donde se dan cita lo más acartonado de los estados europeos y sus culturas sonoras. Chiste posmoderno: Victoria heavy en Eurovisión.

Han pasado muchas cosas desde Lugarno. La España ultra debutaba mal en el 61: Cero patatero. Por la cola, «Caracola». Con «Qué bueno, qué bueno», Conchita Bautista, el icono del Régimen, repetía la misma puntuación. La adolescente Cinquetti se quedaba sin edad ante los babosos carcamales del anciano continente. Udo Jürgens tripitía en el Olimpo, Merci Chérie!. Modugno se precipitaba entre pasiones, Dio come ti amo, cuando aún sonaba en las ondas su “Ne blu dipinto di blu”. Y Sandie Shaw se descalzaba rebelde ante un auditorio de pingüinos.

“Yo soy aquél”, otro del desarrollismo franquista. “La, la, la”, ni Serrat ni en catalá. 1968: “Congratulations”. “Gwendolyne”, en una dictadura, con intérpretes futuras ministras y anécdotas mudas de Karina «en un mundo nuevo». Dos jurados ­joven y adulto­ cambian la forma-festival para subsumir un tiempo de transformaciones. ¿“Eres tú” de una familia vocal vasca? “Tú volverás”. Pues va ser que no. Pero ya era tarde, el pegadizo pop de Abba aniquilaba a la esclerotizada canción ligera en «Waterloo». The Shadows, Olivia Newton-John... Micky reclama clases de canto; Peret es feliz; Lucía interpreta provocadora un tango ante los británicos en plena guerra de las Malvinas y la flamenca Amaya observa sin remedio ni chanclas cómo zozobra su barca.

“A-Ba-Ni-Bi”; el «Hi» judío alude al nazismo, siempre en Munich. Entre bromas tontorronas de presentadoras que extravían faldas y Albanos Powers que empalagan a Battiatos, Diones, y Cutugnos. Adivinanza número 9. Azúcar Moreno baila pegada con Dalma. Turquía otorga puntos paradoja a su enemiga Grecia y se producen autodeterminaciones y oleadas de incorporaciones bárbaras por el Este. El sexo asoma entre “Hombres” y Dana Internacional hace política transcorporal.

Televoto y Operación Triunfo. La regresión Disney se hace insufrible y Eurovisión deja de tener gracia, hasta que monstruos fineses ocupan la escena con ese- meses prestados por heavys europeos. «Hard Rock Hallelujah». La Ministra interroga a sus subordinados por el fiasco de la música rápida Ketchup.

No por representación, sino por existencia. Máquinas estéticas que operan por contaminación afectiva... «Caosmosis» susurra Guattari con sorna. Una tensión transversal entre lo uniforme y lo bifurcado que teje una malla de experiencias comunes, entre maneras singulares de habitar el Universo heavy y la cultura urbana del metal pesado. Esto es lo que hay. ¡Larga vida al R&R! -