GINEBRA
La ayuda a los Países Menos Adelantados del mundo (PMA) se ha duplicado en cinco años hasta alcanzar máximos históricos pero, según un informe difundido ayer por la ONU, ese aumento no reduce la pobreza porque no se traduce en creación de empleos desvinculados de la agricultura.«La clave para reducir la pobreza radica en aumentar la capacidad de un país de producir con eficiencia bienes y servicios que puedan venderse dentro o fuera de sus fronteras», explicó el secretario general de la Conferencia de la ONU para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD), Supachai Panitchpakdi.
Este consideró que la estrategia de ayuda no es la adecuada, puesto que se priman las emergencias, los sectores sociales (que absorben ya el 62,1% de los fondos) y el alivio de deuda (que, sin embargo, sigue creciendo). En cambio, la destinada a mejorar infraestructuras y promover los sectores productivos sólo es el 24% del total, frente al 48% de hace 10 años.
Cada tres años, la ONU revisa la lista de los países menos adelantados del mundo, formada por los de menor riqueza per cápita, recursos humanos (medidos por indicadores como esperanza de vida, consumo de calorías o alfabetización) y diversificación económica. Tras la última revisión, la lista incluye 50 países, de los que 34 son de Africa, 10 de Asia, 5 del Pacífico y uno del Caribe (Haití).
En ese medio centenar de países la agricultura empleaba entre 2000 y 2003 al 70% de la población activa (frente al 3% de los países desarrollados), pero en 16 de ellos la productividad de la mano de obra agrícola era inferior a la de diez años antes.
Acabar con la dependencia
A pesar de la gran dependencia de esos países de la agricultura, la falta de productividad del sector es tal que, según detalló Supachai, se necesitarían 94 trabajadores para hacer el trabajo de un único agricultor en una economía de un país rico.
La UNCTAD defiende que «la única vía para reducir la pobreza y la migración internacional es habilitar a los países para que puedan aumentar su productividad y fabricar productos de creciente complejidad y valor añadido». Con ello «se dejarían de necesitar dosis periódicas de ayuda humanitaria, los ciudadanos mejor formados se quedarían en el país y se reducirían las oleadas de emigrantes desesperados». A ello se suma que en 2000 los adultos de los PMA habían cursado una media de 3 años de estudios superiores, menos de lo registrado por los países en desarrollo en 1960.