Ante el concierto del trío de Jacques Loussier no faltará quien lo ventile afirmando que lleva más de cuarenta años interpretando el mismo tipo de música y que, aunque no quepa objetar nada respecto a sus brillantes recursos, el pianista francés poco o nada ha aportado a la evolución del jazz.

Aún reconociendo gran parte de verdad en lo antedicho, he de confesar una cierta debilidad por su música, ¿o habría de decir por la de J. S. Bach? Lo cierto es que en mi lejanísima adolescencia fue la constante audición de sus discos lo que hizo que me interesara por el jazz y comenzara a comprender la dosis de libertad que esta música encierra. Es cierto que había quien se rasgaba sus vestiduras al escuchar la obra de Bach interpretada por Loussier, pero para mí supuso todo un descubrimiento comprobar que había otras maneras de interpretar las obras del Kantor de Leipzig, sin que por ello el resultado dejara de ser fiel al espíritu que animaba su música.

Con posterioridad muchos otros músicos de jazz han acudido al repertorio barroco para pivotar desde sus partituras su improvisación jazzística (Modern Jazz Quartet, Paolo Fresu, Uri Caine, Ted Rosenthal, Joachin Kühn), pero fue precisamente Jacques Loussier el que tuvo la genial idea de aprovechar comercialmente las posibilidades que la música de aquel período encierra para la ejecución jazzística.

Estoy seguro que para gran parte del público asistente al concierto del Kursaal, la música que nos ofreció el trío de Jacques Loussier constituyó una agradabilísima sorpresa. Tras iniciar la sesión interpretando varias obras de J. S. Bach, entre ellas el Concierto de Brandeburgo, nº5, el trío nos deleitó con una ligera versión de ‘‘La primavera’’, de Vivaldi, para ofrecernos, a continuación, una contenida inter- pretación de la Gymnopedie nº 1, de Erik Satie. Un juguetón Bolero, de Ravel, aportó un hermoso colofón a un concierto que despertó pasiones entre el público. -

Xabier PORTUGAL