La muerte es un tema tabú en nuestra sociedad. Pero a pesar de todo sigue siendo algo intrínsecamente unido a la vida, como el nacimiento, y desde que existe la vida existe la muerte. Son el día y la noche de la existencia, y no tienen sentido la una sin la otra. A lo que sucede entre el nacimiento y la muerte le llamamos vida, y cuando ésta se acaba lloramos la muerte porque somos incapaces de comprenderla. Para esto, existen muchas maneras de acercarse al dolor por la pérdida de una persona cercana y querida, maneras de acercarse y de tratar de entender el porqué de ese sufrimiento.La muerte no se trata como es debido desde la educación. En otras culturas, la muerte es algo habitual, y se reflexiona sobre ella. Aquí, en Occidente, la muerte se oculta en hospitales, que muchas veces no son sino morideros, y consideramos a la muerte como algo ajena a nuestras vidas hasta que nos topamos con ella de frente.
El sicólogo Carlos Odriozola ha aprovechado los cursos de verano que ofrece la UPV-EHU para exponer en público lo que él y su equipo han estudiado como proceso MAR, Movimiento hacia el Agradecido Recuerdo. Esta filosofía parte de la idea de que no hay que llorar por haber perdido a alguien sino alegrarse de haber compartido la vida con esa persona, haya durado lo que haya durado, puesto que esa persona sigue viva en nosotros, en lo bueno y en lo malo que nos haya aportado. Vivir es la mejor manera de honrar a nuestros muertos, vivir con la experiencia que supuso compartir momentos con esas personas, agradecer lo que han aportado a nuestras vidas.
Esta es una de las bases que intentó explicar Odriozola ayer por la mañana en una conferencia que comenzó a las 10.45 en Donostia. La muerte sigue siendo tabú en la cultura judeocristiana y a pesar de que desde el nacimiento podamos asegurar al 100% que vamos a morir, es un tema del que no se habla ni se reflexiona, se omite de la vida y por eso es normal que cuando llega duela tanto. La culpabilidad es una de las reacciones más naturales que sufren los padres tras la muerte de un hijo, especialmente si vivía aún en el núcleo familiar. La terapia MAR es un intento de alcanzar las raíces más profundas de la angustia que nos provoca la ausencia de un ser querido. Casi siempre la culpabilidad se traduce en cuestiones que acuden obsesivamente a nuestra cabeza, no llorar «lo suficiente» o no haberle dicho «te quiero» más veces. Pero es inevitable que esas ideas invadan nuestro pensamiento ante una situación así. Nunce se dice lo suficiente, y en realidad, es inútil volver una y otra vez sobre esos pensamientos. «Hay que mirar adelante sin olvidar el pasado, porque olvidar no es posible, pero no hay que estancarse».
Sentir, hacer, pensar
Tres facetas de la vida que organizan el equilibrio emocional de una persona son el sentir, el pensar y el hacer. Ante una experiencia traumática como es la muerte de un ser querido, puede que esa armonía se vea alterada por una preponderancia de uno de estos tres estados. Son reacciones naturales de defensa ante algo que nos incomoda o nos hace sufrir, negar lo que sucede a nuestro alrededor. Cuando sobresale el pensar, la racionalidad, la muerte se niega en términos racionales; pensar que no hay que sentirse triste es otra forma de reprimir la tristeza natural de haber perdido a un ser querido.
El sentir se refiere a revivir el pasado una y otra vez, sentir la muerte como algo doloroso e interno de lo que no hay que olvidarse jamás, y perpetuar el sentimiento de tristeza como única forma posible de seguir viviendo tras la pérdida.
El hacer, por su parte, se explica en términos de acción, no parar para no ser conscientes del duelo. Así, las batallas judiciales que se suceden tras las muertes en situaciones extrañas (los mal llamados padres y madres «coraje») son otro síntoma más de la no aceptación de la muerte. «Pensar para no sentir y hacer para no padecer»puede ser una buena síntesis de este equilibrio roto. Estos tres puntos citados se convierten en núcleos de resistencia donde el dolor se enquista.
El proceso MAR trata de ahondar en los sentimientos que la muerte de un ser cercano produce en las personas para tratar de encontrar la alegría, y puede dividirse en 4 apartados fundamentales que van desde la aceptación de la pérdida y su irreversibilidad hasta la reutilización de la pérdida en beneficio de la comunidad, pasando por el saneamiento de los sentimientos de culpabilidad.
Ahondar en los sentimientos de culpabilidad que nos produce la muerte de alguien cercano es una de las tareas más dolorosas y más necesarias a las que se debe enfrentar una persona. Además de inevitable, que tarde o temprano todo esto salga a la superficie de la coraza que se crea, es la sensación de ahogo y angustia que supone no haber solucionado los conflictos en vida.
A través de no siempre sencillas tareas, Odriozola y su equipo, proponen una terapia que ha conseguido óptimos resultados en familias afectadas. La base de la terapia es la comunicación, que muchas veces se pierde por no saber cómo demostrar aquello que sentimos. hablar sobre el difunto, sobre las penas, las alegrías, lágrimas de tristeza, rabia o felicidad es una de las mejores maneras para acabar con los fantasmas de la muerte y darle la vuelta a unos sentimientos que a veces parecen no tener salida.
Pero la tienen, y los pacientes de Carlos Odriozola son
el testimonio viviente de que a la muerte hay que llamarla por su nombre para
eliminar los demonios que giran en torno a esa transición de un estado a otro de
la existencia. -