GARA
El escultor de hitler
La polémica sobre la primera gran retrospectiva dedicada en Alemania a la obra de Arno Breker, el escultor preferido de Hitler, se ha avivado después de que hayan salido a la luz datos que evidencian que el artista mantuvo contactos con la ultraderecha hasta su muerte.
Son muchos los que creen que a Arno Breker (1900-1991) no se le debería dedicar una retrospectiva o, al menos, no en un centro público, como es el caso de la Schleswig-Holstein Haus de Schewerin. Y la revista “Stern” ha venido a reforzar la postura de quienes eso creen desvelando que el artista mantuvo relaciones con organizaciones ultraderechistas hasta su muerte. Todavía en 1990 cedía su jardín para que acamparan en él jóvenes neonazis, lo que no se corresponde con la idea de que se limitó a trabajar por encargo para Hitler, sin compartir necesariamente su ideología. El artista se convirtió en escultor predilecto de Hitler tras la llegada al poder de éste, en 1933, y en exponente de la estética monumental del nazismo. La exposición de Schewerin, abierta hasta finales de octubre, contiene noventa esculturas y se centra en la etapa, de 1933 a 1945, en la que realizó para Hitler algunas de sus más famosas piezas, así como trabajos destinados a Germania, la megalómana ciudad que planificó el arquitecto Albert Speer. Breker fue el equivalente en la escultura a lo que Leni Riefenstahl representó en el cine con sus documentales sobre el congreso nazi de Nuremberg en 1934 y los Juegos Olímpicos de 1936. Como en el caso de Riefenstahl, sobre la reputación de Breker planeó siempre la polémica en torno hasta qué punto colaboró con el régimen y, en todo caso, si debe por ello proscribirse su obra. Algunos son firmes partidarios de que así sea, mientras que otros, como Günter Grass, defienden exposiciones como la de Schewerin argumentando que forman parte de la historia alemana. El nombre de Breker estuvo ya de actualidad el pasado junio, semanas antes de inaugurarse el Mundial de Fútbol, a propósito de las esculturas que siguen en el Estadio Olímpico berlinés. Hubo propuestas para retirar o tapar las obras. Finalmente se impuso el criterio de que no se debía ocultar, con ocasión de un gran acontecimiento internacional, algo que es parte inherente de las instalaciones deportivas. -
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