«Fort Apache» amplía sus instalaciones de la mano del Consejo de Ministros
El 12 de octubre de 1999, cuando se había cumplido ya un año de alto el fuego de ETA, el entonces delegado Enrique Villar aseguró que «ningún cuartel dejará de funcionar. No nos moverán». Siete años después, en una situación similar, Intxaurrondo la «joya» de la Guardia Civil en suelo vasco amplía instalaciones.
En Intxaurrondo se escuchan estos días rumores de excavadora. Se han iniciado los trabajos de desmonte para construir un nuevo edificio, destinado a «oficinas» según la información oficial. Aunque el inmueble, según se asegura, se vaya a destinar sobre todo a corregir la saturación en labores como la expedición de permisos de armas, esta ampliación viene a constituir toda una declaración de intenciones en este momento político.Recientemente, el director de la Guardia Civil, Joan Mesquida, resaltaba que no piensan reducir las unidades de los GAR. En el nuevo edificio, según publicó ‘‘Diario de Noticias de Gipuzkoa’’, se ubicará también precisamente a los agentes de la Unidad Antiterrorista Rural que antes tenían su sede en Hondarribia. «Fort Apache», como gustaban de denonimar al complejo sus habitantes en la época más negra, aumenta así sus dimensiones todavía más. Sigue siendo la mayor instalación policial de Euskal Herria;aunque el macrocuartel de Barakaldo haya sido rebautizado como «el Intxaurrondo vizcaino», sus dimensiones siguen estando a distancia de las de esta auténtica urbe militar.
Unos 2.000 agentes
En los últimos tiempos no se han facilitado datos sobre el número de efectivos que alberga el cuartel. Oficialmente se asegura que en toda Gipuzkoa no llegan a 2.000 los efectivos de la Guardia Civil acantonados en nueve cuarteles concretos, pero uno de sus habitantes asegura que el número de los de Intxaurrondo oscilaba a mediados de los años 90 en torno a los 2.500, a la mayor parte de los cuales acompañan sus familias enteras. El dato lo dio a conocer la mujer de su inquilino más famoso, el ex general Enrique Rodríguez Galindo, cuando impulsó una recogida de firmas en favor de su indulto. El cuartel es, en sí mismo, un barrio entero. Según consta en los archivos del Departamento de Urbanismo del Ayuntamiento de Donostia, fue abierto en el año 1980 y ocupa en torno a 35.095 metros cuadrados, es decir, seis campos de fútbol. La actual ampliación vuelve a estar envuelta en polémica también desde el punto de vista urbanístico. En ‘‘El libro negro de Intxaurrondo’’, editado por ‘‘Kale Gorria’’ y Txalaparta en 2001, José Mari Esparza y Pepe Rei recordaban que «el cuartel nació contraviniendo todas las normas urbanísticas existentes y su ubicación y estructura fue impuesta manu militari». También ahora el Ayuntamiento en Donostia parece desentenderse de la ampliación. La licencia ha sido otorgada directamente por el Consejo de Ministros, sin pasar por el Consistorio, una facultad posible legal- mente bajo el argumento de la necesidad de «seguridad» de la instalación. De hecho, este sistema excepcional ya se ha puesto en práctica en otras ocasiones en Euskal Herria, como en el caso del cuartel previsto hace unos años en Lekunberri, pese a que el Ayuntamiento denunciaba que se encontraba fuera de ordenación. Finalmente, el plan no prosperó;ahora, el Gobierno de Nafarroa ha salido en auxilio de la Guardia Civil facilitándole una instalación en zona industrial de la localidad. En el caso de Intxaurrondo, la noticia de la ampliación saltó a los medios la pasada semana, pero la licencia fue tramitada ya el pasado mes de mayo. Por el momento, el Ayuntamiento que preside Odón Elorza no ha analizado la cuestión, de modo que la Guardia Civil se ha puesto manos a la obra y ha iniciado los trabajos de desmonte.
Silencio administrativo
La Ley sobre Régimen del Suelo y Ordenación Urbana señala que «cuando razones de urgencia o excepcional interés público lo exijan, el ministro competente por razón de la materia podrá acordar la remisión al Ayuntamiento correspondiente para que en el plazo de un mes notifique la conformidad o disconformidad del mismo». En caso de disconformidad, al Ayuntamiento de Donostia le correspondería elevar un informe al ministro de Obras Públicas para que a su vez lo trasladara al Consejo de Ministros, que siempre tiene la última palabra por ser un tema relativo a «la defensa nacional».
DONOSTIA
Del cuartel que tenia solo un telefono a la ciudad convertida en icono de la guardia civil
Mientras los detenidos vascos llevan muchos años narrando a jueces y medios de difusión lo que ocurre en sus «sótanos», por arriba el cuartel nunca ha dejado de crecer, tanto como su leyenda negra. Aunque no fue hasta los 90 cuando se destapó, en esas décadas pasaron por sus calabozos centenares de ciudadanos vascos que detallaron todo tipo de torturas. Allí se vio y oyó gritar por última vez a Mikel Zabaltza. De allí salieron Galindo, el capitán Vaquero y los guardias civiles Bayo y Dorado para perpetrar el secuestro y muertes de Joxean Lasa y Joxi Zabala. Y ahí apuntó el informe del fiscal Luis Navajas que vinculaba al cuartel con el narcotráfico.«El cuartel es una pequeña ciudad explicaba la esposa de Galindo. Cuando llegamos, hace dieciséis años, había cuatro guardias, las calles sin asfaltar, en casa teníamos el único teléfono del cuartel, y cuando ocurría algo, por allí pasaba todo el mundo». Con un tono marcadamente teatral, el ex general condenado por el secuestro y muerte de los dos refugiados tolosarras aseguraba en el juicio celebrado en la Audiencia Nacional que a su llegada «la Comandancia se caía, algunos de mis hombres dormían en el hueco de la escalera». Sin embargo, ya en esos primeros momentos Intxaurrondo marcaba y daba prestigio. Galindo, según su mujer, lo entendió ya cuando estaba destinado en Cádiz y, tras lograr el número 1 de su promoción, le dijo que «es mi deber y mi obligación pedir Intxaurrondo». En una reciente serie de televisión titulada «Mi teniente» y destinada a ensalzar a la Guardia Civil, la protagonista, la teniente Pilar, elige también Intxaurrondo como primer destino. Todos los testimonios coinciden en otra cosa: Intxaurrondo es un «gueto» en el que los guardias civiles saben que son un cuerpo extraño y rechazado dentro de la ciudad. Chema Morales, hoy delegado de la Asociación de Víctimas del Terrorismo en Levante y antes guardia civil de Intxaurrondo, explicaba recientemente en Madrid que vivir allí «es horroroso, estar metido en un gueto. Dentro de lo malo, yo tenía suerte porque iba camuflado, con mis greñas, mis pendientes, mis pintas, y trabajaba más por libre. Pero te puede pasar que tu hijo, que tiene cuatro o cinco años, te pregunte en el pasillo a cuántos vascos has matado...» Según Galindo, por allí han pasado más de 20.000 agentes en este cuarto de siglo: «El problema era la falta de permanencia; cuando se formaban, se marchaban». Era un clan dispuesto a todo, y cuyos miembros llegaron a rebautizar al general como «Dios». Este les correspondía de la misma manera. En el juicio negó que sus hombres fueran torturadores o asesinos, sino «unos 30 hombres entregados; con ellos se podía conquistar América del Sur». «La Patria estaba en peligro y mis hombres eran la primera defensa», afirmó en una declaración cargada de suspiros y mohines. Uno de ellos era Enrique Dorado Villalobos, también condenado, y que afirma haber interrogado a unos 4.000 ó 5.000 detenidos. En Intxaurrondo, tras el paso demoledor de Galindo, se ha hecho el silencio, pero el cuartel sigue ahí, y creciendo. Cuando algunos casos de guerra sucia salieron a la luz, el entonces lehendakari, José Antonio Ardanza, vaticinó que «la imagen de Intxaurrondo no cambiará nunca para los vascos, encierra una imagen de negatividad». La entonces número dos del Ministerio de Interior del último gobierno de Felipe González, Margarita Robles, intentó lavar su imagen con una visita en la que se cuenta que encontró un ambiente irrespirable. El año pasado, el Gobierno español invitó incluso a amas de casa, inmigrantes y jubilados a participar en un curso de internet que se impartió en estas dependencias militares. Pero en la actuación del Ejecutivo del PSOE hay detalles que reflejan que es consciente de que ése es un lugar repudiado por los vascos. Desde que el PP dejó el Gobierno español, por ejemplo, ya no hay celebraciones públicas del 12 de octubre en sus instalaciones con discursos y desfiles, como ocurría antes, cuando se invitaba incluso a los periodistas vascos a entrar en algunas de sus dependencias para mostrarlas con orgullo indisimulado.
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