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Gara > Idatzia > Jendartea 2006-08-13
Martin GARITANO
Una galería bajo la ermita
·LA VIDA SIGUE IGUAL (LII)

AHuesitos no le gustaba andarse por las ramas. A costa de parecer brusco en algunas ocasiones, prefería ir directo al grano, llamarle al pan, pan y al vino, vino. Y si a alguien le molestaba ­pensaba­ era que no merecía su digna compañía. En esta ocasión no esperó ni siquiera a que el argentino terminara su primer blanco:

­Y tú, pibe, ¿cuándo te vas a estrenar en el mercado de trabajo europeo? Recuerda que no has venido de vacaciones.

­Ya lo sé, Huesitos, ya lo sé. Precisamente ahora veníamos hablando de eso mismo Arantzazu y yo. Me ha propuesto trabajar en la conservera, pero hasta que no se aclare lo de la gestoría...

­Lo de la gestoría lo aclararé yo mismo esta semana que viene. Y si no sale, podemos mirar en la conservera. Germán Kortazar, el gerente, es buen amigo mío. Hablaré con él.

Arantzazu terció:

­No hace falta que pidas ese favor. El encargado de nuestra sección anda buscando un par de trabajadores para la enlatadora. Si se coloca allí, trabajará conmigo y así puedo ayudarle durante los primeros meses, hasta que coja el ritmo.

­Bueno, mañana hablaré con Miguel Azkarreta para ver si se aclara lo de la gestoría. Si no sale, queda con Arantzazu para visitar la fábrica.

Xuxú y Miren llegaron cuando el grupo de cabeza entraba en el Gureak. Huesitos protestó:

­Cada vez con menos fundamento, Xuxú. Cada vez con menos fundamento.

­Joder Luis Mari. Los domingos son fiesta de guardar.

­Los domingos, con más razón. ¿Verdad, Simón?

­Los domingos son para descansar, Luis Mari. Y tú te tomas el txikiteo con más seriedad que el trabajo.

También Mila y Gotzon se incorporaron en ese momento. Tampoco ellos escaparon de la bronca:

­Y lo de estos dos ya no tiene nombre. ¡Menos mal que no tenéis hijos! Llega-rían tarde a la ikastola todos los días.

La ronda discurrió con normalidad, sin más novedad que una discusión sobre la calidad de los vinos de Iparralde. Gotzon era un acérrimo defensor del vino de Irouleguy.

­Tú no tienes ni puta idea de vinos ­espetó Huesitos­ Ya sé que no hay vinos malos, pero el ‘Mendia’ ese de Irouleguy sólo sirve para hervir peras.

­Eres un tradicional, Huesitos. A tí te sacan de la Rioja alavesa y...

Xuxú se tomó la venganza:

­¿De la Rioja has dicho? Pero si éste no ha tomado más que vinos eibarreses. Y ya me dirás tú dónde hay viñas allí.

Pasadas las dos y media, cuando Juanjosito se incorporó al grupo, alguien propuso quedarse a comer.

­Pues con nuestra previsión habitual, como no abramos unas latas de anchoillas y espárragos en la sociedad...

Mila apoyó la propuesta:

­No está mal: espárragos, anchoillas... y dos hermosas latas de confit de pato que tengo en casa y no las puedo abrir porque son de cinco raciones y a ver qué hacemos Gotzon y yo con cinco muslos de pato...

Todos estuvieron de acuerdo. Se acercaron hasta la sociedad y en menos de media hora la comida estaba en marcha. Simón prefirió marchar a descansar a casa. Llevaba varios días que no se sentía bien.

Al llegar a la casa parroquial, activó el contestador automático del teléfono. Sólo había un mensaje. Era de Lurdes, la viuda de Miguel Arizabala:

­Simón, soy Lurdes. Cuando llegues a casa, por favor, llámame. Quiero hablar contigo.

Simón descolgó el teléfono y marcó el número de Landatxo:

­¿Lurdes? Soy Simón. ¿Ha ocurrido algo? ¿Alguna novedad?

­No. Bueno, sí. Me gustaría que vinieras a casa. Quiero contarte algo, pero por teléfono...

­De acuerdo. Ahora voy a comer. Pasaré por ahí dentro de una hora.

En el frigorífico quedaban tres tajadas de lomo adobado y un tomate. Simón aliñó una ensalada de urgencia y terminó con los tres filetes. La llamada de Lurdes le había intranquilizado. En el momento de salir de casa, sintió una punzada en el estómago. Lo atribuyó a los nervios y montó en el coche.

En Ur Gain la comida había discurrido en ambiente de camaradería. Gotzon estaba de especial buen humor y los chistes se sucedían uno tras otro. Hasta que Huesitos dio por terminado el espectáculo de humor:

­Bueno. Ya está bien de chistes. Habrá que organizar una partidita, ¿no? Luego se nos hace tarde.

Arantzazu eligió a Sergio como pareja. Jugarían contra Huesitos y Gotzon. Xuxú y Miren competían con Juanjosito y Mila. A las siete menos cuarto, tal y como había previsto Huesitos, todo había terminado.

A esa hora, Simón abandonaba el caserío de Landatxo. La punzada en el estómago se había repetido en varias ocasiones y la conversación con Miren le había turbado sobremanera. Según la viuda de Miguel, bajo la ermita de Santa Ana discurría un tunel hasta la costa. Sólo la familia de Landatxo conocía su existencia y databa, al parecer de tiempos de la guerra del 36. Lo habían excavado los gudaris del Gobierno Vasco para el desembarco de las armas que compró Monzón en Checoslovaquia y Lezo Urreztieta hizo llegar hasta el territorio que controlaba el Gobierno de Agirre.

La noticia sorprendió al párroco. Nunca había oído hablar de esa galería ni constaba referencia alguna en los archivos parroquiales. Decidió explorarla antes de poner el dato en conocimiento del juez. Lo haría el lunes, con Huesitos y Xuxú. El dolor de estómago iba en aumento y decidió meterse en la cama y descansar hasta el día siguiente. Se despidió de Lurdes con la promesa de regresar al día siguiente.

En la ronda, que comenzó a las siete en punto, todos echaron en falta al sacerdote. Había dicho que regresaría para el txikiteo.

­Voy a llamarle. Es tan raro que no haya venido ni haya llamado...

­Déjale, hombre. Se habrá entretenido con los ejercicios espirituales.

­Déjame el teléfono, Sergio. Una llamada no cuesta nada.

­Lo siento, Huesitos. No tengo saldo.

(CONTINUARA)


 
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