Maite Soroa
Tiempo de memeces
En verano, escribir memeces parece obligado a los opinadores que quedan de guardia. Ayer, en “Expansión”, se explayaba el subdirector, un tal Martí Saballs Pons: «Son ya muchos los veranos que paso algunos días en Zarautz. Esta población de la costa vasca es un lugar donde se concentra un interesante microcosmos en esta época del año. Desde surferos procedentes de medio mundo hasta aficionados a la alta gastronomía de gira por Euskadi. Su playa, en fin de semana, está imposible». Como ven, Saballs ha conocido el corazón mismo de la sociedad vasca, y se siente autorizado a revelar que «al mediodía, la Musika Plaza, en pleno casco viejo, es un hervidero de gente, paseando, tomándose cafés y pinchos. Uno de los bares de la plaza siempre ha desprendido el típico tufillo proetarra». Tufillo, digo yo, desprenderá el personajillo en cuestión.Lo que le duele al pájaro es que, sobre la entrada del bar, «destaca un cartel escrito en inglés en que se da la bienvenida a los turistas, recordándoles que aquello no es ni España ni Francia». O sea, la evidencia en forma de cartel... Pero al subdirector de “Expansión” la verdad le resulta casi insoportable: «Pedir la autodeterminación, como pedir el regreso del reino de Patones o fundar un partido a favor de los bocadillos de calamares, me parece muy respetable. La gran maravilla de la democracia es que se puede pedir casi todo, siempre y cuando se haga con respeto y sin violencia. El mundo batasuno y proetarra ha erigido ahora la palabra autodeterminación de bandera. Junto a la de sus presos, cuyos rostros cuelgan en las cutretabernas como si fueran héroes en vez de asesinos o psicópatas». Olvida que la democracia no consiste en que cualquier cosa se pueda pedir, sino en que se pueda conseguir si lo demanda la mayoría. Y en la democracia de cartón-piedra que fundó el heredero de Franco, eso no sucede. Se trata de decir memeces a euro la palabra: «En la roca
de la montaña, camino de Getaria, sigue a la vista de todo el mundo una pintada
a favor de los encarcelados. Tienen a decenas de miles de personas que los
apoyan. Esto es lo que me sigue dando más miedo. Veo sus rostros y sus ojos, en
las manifestaciones y por la calle, y siguen desprendiendo odio, mala sangre. No
veo ni una sola pizca de arrepentimiento ni de perdón. ¿Podemos creerlos ahora?
(...) Sobre Arnaldo Otegi escucho cosas diversas: es la paloma de este mundo,
hay que apoyarlo porque está sometido a fuertes presiones por parte del sector
duro. ¿Apoyarlo? ¿A Otegi? No, si es que al final algunos pretenderán que le den
el Nobel de la Paz. Buf». Mira por dónde... - msoroa@gara.net
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