Según la Real Academia Española, una de las acepciones de la palabra doctrina es la siguiente: «conjunto de ideas u opiniones religiosas, filosóficas, políticas, etc... sustentadas por una persona o grupo». Según la Academia, doctrina legal o jurisprudencia es la «doctrina que se deduce del conjunto de sentencias de los tribunales». Los tribunales españoles, como todos, son una máquina de generar sentencias, de sentar doctrinas. La cuestión es si se puede deducir doctrina alguna de las sentencias españolas aplicadas a ciudadanos u organizaciones vascas.

Con el paso de los años nos hemos acostumbrado a las más variadas sentencias españolas; ahora parece que tenemos que ir acostumbrándonos a las «nuevas» doctrinas emanadas de la legalidad española y sus diversos estamentos. El último regalo de la judicatura española ha sido la mal llamada «doctrina Parot». Decimos mal llamada porque no se circunscribe al caso del preso vasco Unai Parot, sino que se extiende por encima de su caso, e, incluso nos atreveríamos a decir, que es previa a su caso. La doctrina Parot, podría llamarse «doctrina Aiensa», «doctrina De Juana Chaos», «doctrina Azkarate», o de cualquier otra forma.

También podríamos llamarla «doctrina Pla o doctrina Lorente». Lo que ocurre es que en ese caso po- quísimas personas nos entenderían. Ninguno de los integrantes del Gobierno Vasco nos entendería; pocos de los tertulianos del programa “Pásalo” acertaría a entender de qué le estamos hablando. Podemos imaginar su cara de asombro: «¿David Pla? ¿Quién es? ¿Qué le ha pasado?». No nos extraña. Lamentablemente, a menos que los medios de comunicación estatales o autonómicos decidan que existe una noticia, un problema, una ­más recientemente­ «amenaza al proceso», apenas nadie va a cono- cer doctrina, problema o amenaza alguna. Unicamente la incansable red de solidaridad vasca va a conocer y denunciar esta realidad. Por suerte, esa red está compuesta por miles de hombres y mujeres que son capaces de reconocer la injusticia, la inquina que desprenden la legislación española y todos sus estamentos jurídico-policiales.

Como decía Bergamín, España está guardiacivilizada. Esa es la civilización española, la civilización Guardia Civil. España es un país en el que basta que un puñado de policías se reúnan y decidan que un ciudadano no ha purgado suficientemente sus pecados para que emitan un auto de fe, y consigan mantener a esa persona en el purgatorio. O en un infierno lejano. Ese es el caso de David Pla y Aitor Lorente: un puñado de policías reunidos unas semanas antes del final de su condena, escribiendo un delirante informe sobre la implicación de David y Aitor en una muerte ocurrida mientras ellos estaban en prisión; un fiscal dispuesto a hacer de mamporrero de esos policías; un juez ególatra dispuesto a saciar la sed de venganza y, finalmente, unos medios de comunicación dispuestos a aplaudir el ­nuevo­ castigo. Una venganza consumada el mismo día en que David y Aitor debían salir a la calle al haber finalizado la condena de seis años de cárcel impuesta por una sala de la Audiencia Nacional. Una venganza consumada mientras los familiares de David y Aitor espe- raban en la puerta de la cárcel su puesta en libertad.

El caso es que ninguno de los eslabones de esa macabra cadena cree que haya un solo vasco que merezca estar «sólo» seis años en la cárcel. Todos creen que la venganza debe ir pareja al compromiso adquirido por cualquier militante vasco, sin límite de tiempo. La venganza puede ser una condena alargada, varias consecutivas, un nuevo sumario, una nueva condena... Está claro que ésta no es la doctrina Parot, no es la doctrina de Juana Chaos, no es la doctrina Pla. Según la RAE, no sabemos ni si podemos llamar a «esto» doctrina legal. Es más simple llamarlo pura y simple venganza. La doctrina V. V de vendetta.

No hay un principio jurídico firme que guíe estas actuaciones judiciales. Los principios son morales o políticos. Los principios morales los hemos visto ya, tan españoles, tan inquisidores, tan guardiacivilizados. Los políticos son más «normales», más internacionales, más comunes a todos los tiempos. Es tan simple como debilitar al contrario, presionarlo, chantajearlo, golpearlo maximizando los beneficios y minimizando los costes. Por suerte para el Estado español, golpear y presionar vascos es barato y muy beneficioso a corto plazo. A largo plazo sus beneficios son más dudosos: pregúntenselo a Felipe González; pregúntenselo a José María Aznar. Por desgracia para ellos existe una red de solidaridad dispuesta siempre a devolver la bofetada, a defender a sus paisanos. Una red incansable, que sale a la calle un días sí y otro también, que un día se encarama a la torre Eiffel y al día siguiente se declara en huelga de hambre. Una red que ha suspendido fusilamientos, a impedido torturas, a parado extradiciones... Y cuando no lo ha conseguido ha seguido firme en su denuncia, sabiendo que las derrotas a corto plazo se pueden transformar en victorias a la larga.

Esa es la red que va a conseguir que ninguno de sus paisanos se sienta solo, que va a echar por tierra todas las doctrinas que se invente la Audiencia Nacional, que va a conseguir que el proceso sólo sea una amenaza para la legislación española. En su nombre os mandamos un fuerte abrazo ­David, Aitor­ y otro a todos vuestros familiares y allegados. -