Quienes saben dirán que los procesos de resolución no deben suponer que las partes renuncien de forma absoluta a sus principios y objetivos. Que la imposición de la fe de uno sobre la del otro no es acuerdo de paz, sino sometimiento. Que hacer tragar a uno de los contendientes con los deseos del otro reproduce el esquema de vencedores y vencidos, y que ello no hace superar conflictos, sino perpetuarlos.
Dicen bien. Resulta la posición más sensata. Cabría matizar que de ello no puede interpretarse que las responsa- bilidades en el prolongamiento del sufrimiento sean equiparables. A los eclécticos pacifistas o a los acomodaticios intelectuales les gusta, cuando aún mantienen el mínimo para no lamer las botas del poder ni ser ariete beligerante contra la disidencia, repartir culpas por igual. Sentencian que la cerrazón de todas las partes provoca el conflicto, con la misma facilidad con la que olvidan sus orígenes y sus motivaciones. Pues no. Eso es mentira. Una falacia. No se puede hacer tabla rasa entre quienes impusieron y quienes resistieron, entre quienes explotaron y quienes reivindicaron. No se puede hacer tabla rasa entre los republicanos irlandeses y el imperio británico, ni entre el Congreso Nacional Africano y el Apartheid. No se puede hacer tabla rasa entre quienes defienden los derechos del pueblo vasco y quienes los conculcan.
Demos por bueno, con todo, que también en nuestro caso resulta lógico que las partes tengan que cuidar sus intereses e intentar lograr ventaja. Los plantes, pulsos, propuestas controvertidas y todo tipo de altibajos serían, pues, comprensibles. Pero, aun asumiendo que se pueda dar ese juego, algo fundamental diferencia en esta ocasión a los actores: algunos cumplen lo acordado, como ETA al declarar su pactado alto el fuego permanente, y otros dan pasos en dirección contraria.
Para más saña, en los últimos tiempos parece haber una especie de carrera para ver cuál de los dirigentes del PSOE (o del PSE) formula la mayor provocación hacia la izquierda abertzale, de forma especialmente hiriente en el tema de los presos.
Deben saber que eso sólo lleva a un estadio de no solución, y que sería ingenuo pensar que con chantajes de ese tipo van a quebrar a la izquierda abertzale. Si de verdad quieren superar el conflicto, un consejo: cumplan la palabra dada. -