El 24% de escolares es víctima de acoso escolar. El 42% de escolares se reconoce como acosador o acosadora. El 60% de los acosadores cometerá un delito antes de cumplir los 24 años. Se da igual en centros públicos que privados. Es independiente del nivel económico o estrato social».
Estos titulares caen como losas sobre la sociedad en general, angustiando particularmente a madres y padres que pueden llegar a dudar si están criando una víctima o un monstruo.
Con estos datos, pocas familias se escapan. Hagamos cuentas: El 60% del 42%, es más de la cuarta parte de nuestro alumnado, que según este informe cometerá o habrá cometido un delito antes de los 24 años. Nada que ver con la realidad.
Los datos provienen de los Estudios Cisneros, que en este año 2006 se refieren al acoso que sufre el profesorado por parte de alumnado y de padres y madres. Sin embargo los titulares se han volcado en el tema del acoso entre el alumnado, que ya salió el año pasado en el informe anterior, pero con tratamiento más efímero en los medios de comunicación.
Si a cualquiera nos preguntan si en alguna ocasión nos han intimidado, insultado, coaccionado, ridiculizado, o incluso, agredido físicamente, pocas personas contestarán que nunca. Igualmente difícil será negar que en alguna ocasión hayamos sido más o menos culpables de alguna de estas conductas. De aquí a que seamos víctimas o responsables de acoso hay una gran distancia.
El bullying ha existido siempre, mucho antes de tener nombre, pero se empezó a estudiar técnicamente en Noruega en los años setenta como consecuencia del suicidio de dos adolescentes en el mismo centro y curso escolar. A partir de aquí su estudio se ha extendido por todos los países «civilizados» y en el Estado español, también hay personas expertas que llevan de quince a veinte años investigando en las características, la detección, la intervención y la prevención de este tipo de acoso.
Los datos que manejan pueden variar ligeramente, en el tiempo o según el lugar del estudio, pero están muy alejados de las cifras anteriormente citadas. El porcentaje tanto de víctimas como de agresores lo sitúan en torno al 5-6% de chicos o chicas que pueden trasladar el problema a su vida futura con consecuencias negativas. Y en el caso de este porcentaje que acosa de forma reiterada, la probabilidad de tener problemas con la justicia antes de los 24 años, está alrededor del 15%. No llega al 1% de la población escolar.
El tema es lo suficientemente grave como para que se deba intervenir seriamente, pero desorbitar las cifras, con los titulares sacados de un estudio aislado del resto de investigaciones, sólo contribuye a crear una burbuja de ansiedad y miedo que luego explotará y desaparecerá sin solucionar nada.
En STEE-EILAS llevamos trabajando en la prevención del acoso escolar desde 2001, publicando y enviando materiales a los centros de enseñanza, y dando charlas y talleres formativos a los centros que lo solicitan.
Esta experiencia y la de más de treinta años de enseñanza y tutoría, nos anima a mandar un mensaje de tranquilidad, a la vez de no bajar la guardia.
No hay que mezclar violencia, conflictos y bullying. La prevención e intervención son muy diferentes.
Si tu hija o hijo te cuenta que lo está pasando mal, escúchale y asegúrate de que se sienta apoyado. Pero no por ello concluyas que es una víctima de bullying, no te obsesiones. Observa si es algo aislado, si se le olvida enseguida. Piensa que te puede estar contando sólo una parte de la historia. Puede ser simplemente un mal momento o un conflicto más o menos puntual que requiere otro tipo de tratamiento.
Si el tema continúa, debes indagar más y acudir a la tutoría a pedir información y apoyo. Cuanto antes detectemos el problema más fácil es de solucionar.
Si ha dejado de tener amigas, o no quiere salir, o viene con cierta frecuencia con el material o la ropa rotos, o con rasguños, ha cambiado de humor, está triste, se inventa o somatiza enfermedadesŠ Aunque no te haya contado nada, puede ser que lleve tiempo victimizada. Habla con ella, apóyale, que sienta que le valoras, y acude al centro.
Si te informan de la posibilidad de que tu hija o hijo está acosando a alguien, no lo niegues por principio. Incluso en las familias más solidarias puede haber un acosador, y puede parecer la persona más encantadora para el resto de la gente. No debes creer lo primero que te cuenten, pero obsérvale, infórmate y colabora. Es tu responsabilidad.
Una víctima de bullying no tiene amigos o amigas de verdad. Y si los tenía, los habrá perdido, nadie le apoya. Siente que nadie le valora y que se merece lo que le pasa, porque sólo y siempre, le pasa a él o ella.
Si las víctimas fueran el 24%, la cuarta parte de cada clase, al menos serían menos víctimas, no se sentirían tan solas y despreciables. -