Según Joseba Azkarraga, el Ejecutivo de Lakua está preparado para asumir la competencia total de prisiones y desarrollar «una política peniten- ciaria de corte más humanista que la que tenemos en este momento». Objetivo modesto donde los haya, teniendo en cuenta que la política penitenciaria que los estados español y francés aplican en sus cárceles son la antítesis del humanismo. A poco que hicieran diferente, los presos y presas se sentirían en manos de las hermanitas de la caridad. Pero se trata de un objetivo poco realista, porque la política penitenciaria, las cárceles, el castigo de la privación de libertad... son medidas intrínsecamente inhumanas. Pueden ajustarse más o menos a la legalidad, pueden aplicarse de forma más o menos ética, pero nunca humanista. Sólo la búsqueda de alternativas a la prisión puede hacerse desde un punto humanista.
Es un objetivo loable, sin embargo. Las cárceles, mientras existan, deben dejar de ser los estercoleros sociales que son en la actualidad. Y es importante que quienes dirigen la política penitenciaria piensen en la necesidad de sustituir esos almacenes humanos por otra serie de medidas que busquen realmente atajar el mal de partida y no sólo apartarlo de la sociedad durante un tiempo.
Pero si difícil se antoja el objetivo social de esta acción, más difícil parece encontrar el sentido político a la petición realizada ayer al Gobierno del Estado español. Es cierto que hasta ahora Madrid sólo ha utilizado razones políticas para negarse a esta transferencia («la política penitenciaria tiene importancia estratégica en la lucha contra el ‘terrorismo’»), pero también lo es que Lakua tiene también razones políticas más que sobradas para no reclamar con seriedad una transferencia que le supondría tener en sus manos la gestión de las condenas impuestas por la Audiencia Nacional a centenares de ciudadanos vascos.
En cualquier caso, vista la actuación de Lakua cuando se trata de asesorar y ayudar a los jueces españoles en la represión de movilizaciones, o cómo uno de esos jueces enmendó la plana a la Ertzaintza por sus dos últimas detenciones, no parece muy recomendable el traspaso de esa competencia. A no ser, claro, que hablemos de una Euskal Herria independiente, o al menos una en la que Lakua no tenga su «casa madre» en Madrid. -