La mirada oculta

El madrileño Javier Rebollo, no confundir con el realizador bilbotarra del mismo nombre, debuta en el largometraje con un ejercicio de puro cine, que merece la pena defender por su arriesgada apuesta. El cinéfilo disfrutará con su búsqueda de lo que es el verdadero estilo de autor, trabajando sobre elementos desdeñados por el grueso de la industria actual, como puedan ser la elipsis narrativa o la acción fuera de campo. Ese tipo de espectador activo agradecerá igualmente su participación en una obra abierta, que deja un deliberado espacio para formar parte con total libertad de una creativa complicidad voyeurista. Se trata de observar sin ser vistos, y eso es a lo que se dedica el solitario protagonista de “Lo que sé de Lola”. Encuentro una íntima conexión entre la ascética interpretación de Michaël Abiteboul y la autolimitadora dirección de Rebollo, al renunciar expresamente a los fáciles recursos que permitirían contar la historia del vecino indiscreto, y nadie va a hacerlo a estas alturas mejor que el maestro Hitchcock, tal como ya ha sido contada tantas veces. El actor no puede recurrir al diálogo, así que debe expresarse a través de una meritoria economía gestual y la resonancia de los pensamientos con la inestimable ayuda de la voz en “off”. Su punto de vista viene a ser el de una cámara oculta, por cuanto su objeto de observación es una lejana Lola Dueñas adivinada en la distancia o en situaciones que la sacan prácticamente de cuadro. “Lo que sé de Lola” es un experimento al que le falta llegar hasta sus últimas consecuencias para terminar de cristalizar, debido a que su conclusión no convence tanto como su original y valiente planteamiento. -

Mikel INSAUSTI