SEUL
La dimisión, ayer, del ministro surcoreano de Unificación, Lee Jong-seok, apunta a una victoria del ala conservadora del Gobierno de Seúl, partidarios de aumentar las presiones sobre Pyongyang. El ministro de Unificación se había caracterizado por su política de tolerancia hacia Corea del Norte, con incentivos económicos e inversiones, en aras de lograr la reconciliación entre ambas poblaciones. Pero su postura «permisiva» estaba recibiendo numerosas críticas, sobre todo después de que Corea del Norte realizara el ensayo nuclear el pasado día 9. Estas críticas le han llevado a renunciar sólo un día después de que también abandonara el Gobierno el ministro de Defensa, Yoon Kwang-ung.
La prensa surcoreana interpretó estas dos dimisiones como una maniobra del presidente Roh Moo-hyun para eliminar del Gobierno a los miembros más conciliadores con Corea del Norte. Esto podría indicar que Seúl finalmente cede a las presiones de Estados Unidos y abandona sus reticencias a la hora de imponer a su vecino del norte las sanciones establecidas en la reciente resolución de la ONU.
El anuncio de Seúl de que está preparando un informe sobre las sanciones que aplicará a Pyongyang para enviarlo al Consejo de Seguridad de la ONU sería un indicativo claro del viraje de Corea del Sur. «Hemos examinado las leyes nacionales y las regulaciones necesarias para implementar las sanciones dictadas por la resolución», afirmó el viceministro de Exteriores, Lee Kyu Hyung. «El Gobierno aplicará con sinceridad la resolución de Naciones Unidas, en estrecha cooperación con los países afectados», concluyó.
Otro paso en este sentido es la probable integración de Seúl en la Iniciativa de Seguridad contra la Proliferación de armas de destrucción masiva (PSI), tal y como se lo ha pedido Estados Unidos. Este grupo de más de 70 estados, además de compartir información sobre armas de destrucción masiva, puede ordenar a sus patrulleras la inspección de transportes internacionales sospechosos de estar implicados en el contrabando de ese tipo de tecnología.
Hasta ahora, Corea del Sur no quería suscribir este tratado para no provocar susceptibilidades en Corea del Norte, que considera estas inspecciones como un desafío.
Amenaza de Pyongyang
Por su parte, Pyongyang calificó de provocación estos movimientos de Seúl, a quien amenazó con la guerra si éste acepta las sanciones impulsadas por Washington. «Si las autoridades surcoreanas terminan siguiendo los pasos dirigidos por Estados Unidos hacia las sanciones y las aplican, consideraremos esto como una declaración de confrontación contra su propio pueblo (el coreano) y tomaremos las correspondientes medidas», advertía el mensaje gubernamental norcoreano difundido ayer.