Miguel Sánchez-Ostiz publica una novela sobre el poder de lo imaginario
«La calavera de Robinson» habla del poder de lo imaginario, sobre el hondo y misterioso mundo que se esconde en los objetos que atesoran los coleccionistas. «Es un trabajo muy mío asegura el iruindarra Miguel Sánchez-Ostiz. Porque, al igual que el protagonista Telmo Gamecho, he sido coleccionista compulsivo». Admite que siempre ha tenido debilidad por las vidas de farsantes, estafadores, personas que se esfuerzan por salir de lo común y no lo consiguen. Por eso aparecen en el libro personajes tan insólitos, muchos de ellos reales, como el hombre que organizó una expedición de playboys para buscar el tesoro.
DONOSTIA
«Los viajes, los verdaderos viajes, no tienen otro argumento que el de haberlos llevado a cabo. Para mí, el mayor argumento de éste es el de haber recuperado la pasión por mi oficio y la satisfacción que procura el coleccionismo tal y como yo lo entiendo, inseparable de la vida y de su relato. Y el de haber encontrado a Sofía, aunque esto sea mucho decir».
El viaje es una de las claves de la novela “La calavera de Robinson”, de Miguel Sánchez-Ostiz. «Cuando el lector se encuentre con esas palabras, el narrador estará a punto de poner colofón a su derrotero. Ya habrá concluido un trayecto rico en experiencias y conocimientos», afirmó el editor de Alberdania Jorge Giménez en rueda de prensa.
El escritor iruindarra pone en las manos del lector el mapa de un tesoro. «Para ello, se sirve de un vehículo, de una grafía que destaca por su precisión y rigor. El resultado es un trabajo realmente acogedor y deslumbrante. Más que misterioso, atrevido al mostrarnos ciertas costuras del alma humana», consideró Giménez.
«Jorge ha hablado de la parte seria de la novela y me ha recordado a los formales payasos de harina blanca comenzó el autor. Es un libro gamberro; si no, no sería mío. Pero también hay ternura y afabilidad en el recuerdo de la vida del narrador. Tiene una forma de recordar su vida asumiéndola sin rebeliones inútiles contra un pasado que él no ve como algo especialmente dañino».
Sánchez-Ostiz quiso aclarar que el narrador no es él, sino un personaje inventado que se llama Telmo Gamecho, al que el autor le presta parte de un episodio de su vida: el viaje que realizó hace tres años a una isla de Chile, al territorio de Robinson Crusoe. Pasó veinte días en Juan Fernández.
Para el escritor, los inventarios de los coleccionistas tienen un poder evocador y lírico impresionante. «El que hace Daniel Dafoe con los objetos rescatados por Robinson Crusoe del barco hundido y los poemas inventarios de Pablo Neruda son claros ejemplos de ello», comentó. El protagonista de “La calavera de Robinson”, Telmo Gamecho, también es coleccionador: recoge antigüedades de marina. «Es una colección muy hermosa y cara. Pero como se ha enriquecido realizando actividades propias de la frontera, se puede permitir ese lujo», explicó el iruindarra. Al igual que el protagonista, el escritor también ha sido coleccionista compulsivo. Por eso siente que la novela es muy suya.
Siempre ha tenido debilidad por las vidas de farsantes, estafadores, personas que no están a gusto en su piel y se esfuerzan por salir de lo común. Le gustan porque no consiguen su objetivo. Ahí reside para Sánchez-Ostiz la gracia. El libro está repleto de personajes insólitos, muchos de ellos reales, como un playboy chileno que organizó una expedición a la isla para encontrar el tesoro.
Esos playboys no son los únicos que lo han intentado. Por ejemplo, el robot Arturito tuvo gran eco en los medios de comunicación. «No era más que un carro de aluminio con ruedas que echaba rayos gama. Una falsedad que demuestra la admiración que nos producen los nombres desconocidos».
Isla con gran tendencia a la fantasia
Miguel Sánchez-Ostiz cuenta que Juan Fernández es una isla con gran tendencia a la fantasía. Una de las obsesiones de los habitantes es repartir un tesoro que en realidad no ha visto nadie. No han tenido televisión hasta mediados de los años 80 y practican mucho el «deporte de invierno»: se reúnen para conversar. El novelista encontró un tesoro en la isla, porque pudo recopilar el material suficiente para escribir el libro. -
«Cuanto mas raro es algo, es tambien mas verdad»
DONOSTIA Las andanzas de Telmo Gamecho, obsesionado con el tesoro de la isla Juan Fernández, se basan en episodios reales. «En ese territorio, hay varias leyendas sobre los preciados objetos que escondían los piratas, especialmente entre finales del siglo XVII y mediados del XVIII», contó Sánchez-Ostiz en el encuentro que mantuvo ayer con la prensa. «Se habla, en concreto, del tesoro que escondió el marino vasco Juan Esteban de Ubilla y Etxeberria. Es una falsedad histórica que desmonto en el libro. El hombre murió en un naufragio, en 1715. Dicen que cuando era gobernador de una flota, se llevó un galeón de parranda por los mares durante un año con el mayor tesoro que había acumulado la corona española. Es imposible. Le habrían seguido». El novelista afirmó que conforme se va hablando sobre los preciados objetos van aumentando en tamaño y calidad. «Hablan, por ejemplo, de las cruces de los templarios. ¿Qué hacen esas cruces en América?», preguntó. «Eso pasa porque no sabemos vivir sin mitos. Juan Fernández es una isla que vive colgada de un tesoro que nadie se ha preocupado en saber si es de verdad. Bueno, el narrador sí, hasta que se percata de que es mejor no desmontar sueños ajenos». En la novela se mezclan lo real y lo inventado. «Es difícil que se tome por imaginaria una historia inventada en la que los nombres y otras circunstancias de los personajes unas veces son reales y otras aparecen desfigurados», dice el texto de Daniel Dafoe que abre el libro.
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