Cuando oigo hablar a los españoles de separación de poderes del Estado me da la risa tonta. La experiencia del pueblo vasco con los tribunales españoles es un largo calvario, y hace mucho que aprendimos que los principios democráticos no importan nada cuando se trata de una maquinaria represiva que hace lo único que ha aprendido a hacer: golpear. Será por eso que me resulta especialmente repugnante ese tonillo de prepotencia con el que nos espetan que no somos demócratas y por eso no podemos entender que el ejecutivo no impone su voluntad sobre el poder judicial. ¡Por favor! ¡Pero si es tan obvio que la acción judicial depende de impulsos políticos que hasta se ha publicado en qué circunstancias dio Felipe González instrucciones para actuar contra Herri Batasuna!
Tanto si estamos ante un alarde de autoengaño como si se trata de pura picaresca de sinvergüenzas, la burla es insultante, y resta mucha credibilidad a quien la realiza. No sé si los dirigentes del PSOE creerán que apelar a la supuesta independencia de poderes les va a permitir eludir su responsabilidad, pero los hechos son muy tozudos, y si bien es cierto que tras muchas de las decisiones judiciales se adivina la larga mano del PP, no es menos cierto que los fiscales han alentado estas medidas, e incluso el Gobierno las ha aplaudido públicamente.
Hay diferencias notables dentro de los aparatos de ese estado, y son cada día más difíciles de ocultar, pero son pugnas entre dos corrientes representadas ahora mismo por PP y PSOE, no pulsos entre poderes «independientes».
Es este estado en su conjunto el que niega a Euskal Herria el derecho a decidir y el que recurre a la represión para acallar nuestra voz. Los aparatos del estado tienen problemas, cierto, pero son ellos quienes tienen que solventarlos. Parece que algunos, en el PSOE, creen que jugar con fuego es una buena manera de gestionarlos. Por eso dan de comer al monstruo, acaso pensando que así rugirá menos, pero esto sólo sirve para fortalecerlo, y trae como consecuencia llevar el proceso una y otra vez al borde del colapso.
Ya va siendo hora de dejar a un lado las excusas pueriles y coger el toro por los cuernos. Y eso no se hace sacando a pasear el espíritu de Montesquieu y pretendiendo que nos traguemos el cuento de la separación de poderes. -