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Gara > Idatzia > Iritzia > Kolaborazioak 28/10/2006
Luis Beroiz - Licenciado en Ciencias Econ�micas y Derecho
Mientes, consejero Balza

Estuve en el Parlamento el d�a de tu comparecencia y ser� dif�cil que yo vuelva otra vez all�. Salvo la estancia donde me acogieron, las dem�s hieden a corrupto. Tenerte tan cerca, o�rte, ver tu cara tanto tiempo seguido y comprobar la calculada pleites�a que rindieron a tus falacias los partidos del Gobierno y la mayor�a de los de la oposici�n, me produjeron una profunda n�usea, consejero. Interpelado e interpelantes os enredasteis en disquisiciones cuyo �nico objetivo, me di cuenta enseguida, no era otro que eludir tu criminal responsabilidad en unos hechos sangrantes por repugnantes.

Contempl�, impert�rrito, c�mo perd�as el tiempo con datos, fechas, con presunciones, acusaciones, con descalificaciones y reproches, c�mo te pon�as nervioso y perd�as los papeles ante las intervenciones de los que llamas radicales. Nada m�s entrar, diste al bot�n del ventilador y comenzaron a ondear las cabelleras de jueces que te ordenan detener sin que t� sepas por qu�, de jueces que olvidan pedirte atestados comprometidos y de un Ararteko que ha cumplido con su obligaci�n, y muy limpiamente por cierto. Hubo un momento en que, yo mismo, qued� arrobado con tu verbo hasta que comprob� que aquella parafernalia era m�s un lavado de cara que un debate clarificador, aunque la tuya ni con asper�n. Lo confirm� cuando agradeciste, varias veces, a tu interpelante la solicitud de tu comparecencia.

Por tratarse de un dato accesorio que nos desv�a de lo fundamental y porque los estamentos judiciales me merecen la misma credibilidad que los policiales, no voy a entrar en si la petici�n del atestado por parte del juez se realiz� o no, que seguro que s�, o si se hizo o no en las debidas condiciones, que seguro que tambi�n. En todo caso, es un tema a ser aclarado por ti, por los jueces que lo solicitaron y por nuestros abogados.

Ahora, atiende y hazme el favor de bajar de las ramas, consejero. En tus dependencias policiales, reposa el atestado desde el 1 de enero del 2000. Dos a�os m�s tarde, a tres chavales, no a uno, a tres, les haces firmar, por separado, que, a la hora del accidente, el accidentado estaba lanzando petardos contra un cuartel de la Guardia Civil. Nunca sabr�, porque no lo dir�s, cu�ndo te percataste de la coincidencia ni me importa. Si lo sab�as desde el principio, eres un miserable. Si lo supiste m�s tarde, eres tonto. Y no s� qu� sea peor en el desempe�o de un cargo como el tuyo. En todo caso, el ocultamiento de esta prueba, lo haya sido por maldad o por idiocia, nos ha supuesto un severo castigo y ha obstruido la correcta aplicaci�n de la Justicia. Eso y no otra cosa es lo que te ha dicho el Ararteko. �Pisas suelo, consejero?

No has dicho una verdad en tu vida. Es tu oficio. Mentiste cuando les imputaste acciones a sabiendas de no ser ellos los autores; mentiste a los medios cuando se lo comunicaste; y has mentido cuando has enviado a tus chicos a perjurar en los juicios. Mientes cuando niegas torturas en tus calabozos y no has dicho la verdad en la comparecencia. Y no s�lo mientes, sino que lo haces prodigiosamente.

Has sido capaz t� solo de obrar el milagro en el que un chaval carga con garrafas de gasolina y corre velozmente, justo reci�n operado de una rodilla y estando en el uso obligado de bastones ingleses, como testific� en juicio el m�dico especialista que le atendi�. Has obrado el milagro de que el mismo muchacho pudiera estar a la vez en dos sitios lejanos entre s�, a la misma hora. Como prodigio, y grande, fue el hecho de que tu Polic�a encontrara de noche, doscientos metros monte adentro, sin acompa�amiento, enterrado, cubierto de maleza, un bid�n inexistente, con petardos inexistentes.

Estas patra�as tuyas, por eso estoy aqu�, est�n suponiendo cien a�os de condena firme para quienes, por no haber tenido la suerte de sufrir accidentes como nosotros, siguen todav�a dentro. De esto hay que hablar, consejero. Todo lo dem�s son rosas de papel y trapo, chispas de fuegos de artificio. Al Ararteko le has tenido m�s de un a�o mareando con evasivas y, para colmo, va y le culpas de todo.

Mostraste en tu comparecencia tus dos rostros: el vomitivo de leguleyo y el torvo de polic�a. Con medias verdades superficiales, intentaste ocultar verdades fundamentales. Nos dijiste, por ejemplo, que no tienes obligaci�n de avisar a los padres de la detenci�n de un hijo porque as� lo exige la investigaci�n. Y te creo. Pero que su madre se entere de madrugada porque se lo has dicho antes a un medio concreto de comunicaci�n, aparte de contradictorio, no deja de ser una inmoral canallada. Dijiste, tambi�n, que un detenido puede inculpar a un amigo para librarse, para ganarse la confianza del fiscal o, porque entre tantas acciones, era factible el error en alguna. Y te creo que t� s� lo har�s el d�a que logremos esposarte. Pero nuestros hijos, no. No tienen tu bajeza. Ellos inculparon y se autoinculparon porque los torturaste salvajemente. Dijiste, sin ruborizarte, que las denuncias de tortura son falsas porque est�n archivadas y la carcajada se oy� y, todav�a, pulula en la frondosidad del cercano parque de La Florida.

Todo lo que nos est� ocurriendo ha tenido su origen en tus calabozos, consejero. All�, en la impunidad que te confiere la incomunicaci�n, distribuyes las ekintzas. No las construyen los chavales. Se las dais hechas. Ellos no tienen m�s que firmar. Por eso la mayor�a de los detenidos est� hoy en la calle. Porque la improvisaci�n os hace caer en errores. Y, para sacar la pezu�a, no te ha importado afirmar, a m� no, al Departamento de Justicia de tu propio Gobierno, que la imputaci�n a nuestros chavales del ataque al cuartel de Galdakao lo realiza �la Guardia Civil! y no la Ertzaintza. Lo tengo por escrito. S�lo bajo tortura es posible que tres chavales, no uno, tres, en momentos diferentes pueden inculpar a alguien que no pod�a estar all� donde firmaron que estaba. Y eso lo sabemos todos. Y no voy a parar hasta que confieses. Dedicar� a este menester lo que me quede de vida. Tengo m�s medios para lograrlo que los que te figuras.

Hay una soluci�n. Hagamos un careo, consejero. A un lado, t� y el torturador del pa�uelo en la mu�eca, t� y el que le envi� a la c�rcel al chaval una venenosa felicitaci�n navide�a, t� y el que dibuj� con un buril en mi coche dos esv�sticas, una A may�scula dentro de un c�rculo y un ep�teto que cuadra m�s contigo que conmigo. Enfrente estar�amos los torturados con sus padres. Y juzgando a todos, un jurado popular. Y todo en el Parlamento, ante los electos. Si ganas, yo ir� a gusto a la c�rcel por calumnia. Pero habr� por fin logrado desterrar de mi pensamiento aquellas terribles noches que tus chicos pasaron con los nuestros en Arkaute y que no puedo ahuyentarlas.

A m� es ya muy dif�cil devolverme la salud que me has ido robando, pero a�n tengo fuerzas. A pesar de tus doce fracasos, en vez de retirar acusaciones, sigues acos�ndonos. No perdonas que te hayamos desenmascarado. Hablaste en tu comparecencia, y con esto acabo, de una condena y de un juicio pendiente al que vas a aportar unas extra�as huellas dactilares. De ambos acontecimientos tendr�s pronto noticias m�as, si tienen los medios la amabilidad de publicarlas. Igual te llevas sorpresas como la del atestado. Aurrera, I�igo. -


 
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